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Hace 10 años, un elefante se balanceaba [2ª parte]
Rolando Gabrielli
22/12/2013


 

La hamaca telúrica de Chile

En este oscuro nocturno se mece el terror en la hamaca telúrica del Chile de Pinochet. Bolaño registra, se desplaza y bucea en estas sombras que algunos hemos vivido. Aquí la noche tiene un espesor y densidad propia, se mueve en silla de ruedas asistida por los retenes y el toque de queda. La realidad es la primera minusválida del país. Con la bayoneta calada vivíamos todos, a la intemperie, como la poesía. Había que haber estado allí, para saber que en los toques de queda no se bailaba tango, ni se cantaba la marsellesa. Nuestros Tonton Macoute, ordinarios y sádicos, le declararon la muerte a la vida donde esta se presentara con o sin cédula de identidad.

Roberto Bolaño  

Así reviven los autores, años después, salen de sus páginas imperfectas a hacer sus correcciones que nunca serán definitivas. Cada lector asume su propia responsabilidad con sus lecturas, y al parecer Bolaño daba el ejemplo en esta aventura y releía con pasión a sus autores favoritos. Un autor de la naturaleza de Bolaño, como Borges, existe(n), se forman, surgen, por sus lecturas y obsesión por la literatura, de la cual pueden llegar a renegar, pero es lo único que tienen. Borges, un ciego que sigue guiando a muchos en su camino literario como lo hizo con Bolaño, se reescribió en Otros y no dejó de ser el mismo que se reinventaba en su propio laberinto. Vivió dentro de la palabra y finalmente solo pidió las dos fechas en su tumba. Bolaño ni eso, se adentró con sus cenizas al mar Mediterráneo. ¿Quiso ser la botella del náufrago? Él supo que en cualquier lugar del planeta existirá un lector que aún no ha nacido y espera(rá) con pasión la palabra aventura , y sentado a la orilla del mar en algún puerto, comenzará a descifrar los crucigramas de Roberto Bolaño.

¿De qué se trata este oficio?

El autor de La pista de hielo, siempre reconoció sus deudas y en especial enfatizó que eran obvias con Julio Cortázar, pero primero, no olvidemos, fue poeta, y después prosista y aró durante años sobre este género y las huellas quedan claramente trazadas en Los Detectives salvajes, para referirnos solamente a su novela más conocida. Muy obsesionado con los poetas y sus historias y actuaciones, en especial Neruda, aunque reconoció la grandeza de Residencia en la Tierra, obra que influyó también en Cortázar y en la narrativa del boom y su atmósfera.

La vida de ningún escritor es comparable a la de otro, solo a sus circunstancias, por eso Bolaño, no es Borges, ni Cortázar, ni Neruda, quienes gozaron del éxito en vida, además. El chileno, cuya patria la identificó con sus hijos, hizo su propio y accidentado camino, apegado a sus muchas intuiciones y su éxito quizás radica hoy en día, en que nunca dejó de arar en el desierto, una y otra vez buscando la inalcanzable belleza de la palabra. De eso se trata el oficio nos dice Bolaño una y otra vez desde su obra más lúcida. ¿Escribió con la espada de un samurái y se hizo el haraquiri finalmente para no abandonar la libertad? Aunque las madrugadas las sobrevolaba escribiendo, dedicó tiempo no solo a las lecturas infatigables, sino a la observación obsesiva de los escenarios y gentes que incluía en sus obras. Cuenta uno de sus amigos, que era reservado cuando joven, tomaba nota de las conversaciones y ahí ya se insinuaba el detective no tan salvaje que apuntaba hacia su gran novela, mientras los otros, al parecer, vivían y miraban hacia donde el viento guiara el timón de sus vidas con el compromiso alegre de las palabras.

Un escritor, a pesar de sus circunstancias, no sigue nadando en el líquido amniótico durante toda su vida, necesita de otro oxígeno y también de múltiples contaminaciones a lo largo de su vida física y literaria. Todos, lejos del vientre materno en algún momento, estaremos obligados a caminar con pies propios. No se rompe del todo el verdadero cordón umbilical, pero es importante no ahorcarse con él.

Bolaño durante años fue el elefante que se balanceaba sobre la tela de una araña y como veía que no se caía siguió escribiendo hasta el final de sus días. Ese es el arte de la escritura, de la palabra, un equilibrio entre la sombra y el aire que respiramos, pero sin red.

En este arte de la cocina literaria, a la cual se refiere Bolaño en su libro ‘autobiográfico’, Entre paréntesis, dice preferir instalarse en la de una escritora como Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik, Simone de Beauvoir o la mexicana, Carmen Boullosa. La salvedad de esta elección es que no sea la cocina de una escritora chilena. ¿Alude a su desencuentro en una cena en casa de Diamela Eltit y su esposo el ex ministro socialista Jorge Arrate? Su editor y amigo español, Ignacio Echevarría, para no ir más lejos en esta última cena con Eltit, señala en el prólogo de Entre paréntesis, que con sus palabras ‘Bolaño hirió con razón, susceptibilidades de todo tipo'.

Cada escritor tiene sus obsesiones y Bolaño no era la excepción. Es más interesante lo que dice al final, lejos de las odiosas comparaciones y metáforas: Que en su cocina existe un guerrero que sabiendo que será derrotado, luchará hasta el final.

Roberto Bolaño Roberto Bolaño Roberto Bolaño

Chile en la memoria

En su libro Entre paréntesis, que es como un ojo de su escritura, da cuenta de sus gustos literarios, autores, comenta, critica, nos abre un itinerario de su interior como escritor en unas 327 páginas donde Bolaño explica algunas cosas y dice que Los detectives salvajes forman parte de la derrota y de la felicidad de una generación. Califica y descalifica autores, a Neruda lo ve ciego viajando por la Unión Soviética, está Chile una vez más y sus poetas en estas páginas personales, su devoción por Borges en la nota El bibliotecario valiente, donde habla del inefable porteño, pero no lo menciona por su nombre.

Incómodo, irónico con sus pares, los narradores chilenos más conocidos le ignoraron, el boom le cedió a regañadientes el espacio que la historia le permite a los trasgresores, anarquistas, y al final de sus días, cuando la vida pareciera estar demás, quienes le seguían sus pasos y leyendo, sobre todo, no desconocían el destino que le esperaba a su obra.

El siglo pasado, mucho antes que despertara la fiebre Bolaño, Del Valle, un diplomático chileno me alertó sobre este autor, que le pusiera ojo, recuerdo que me dijo, y recomendó: lee La literatura nazi en América latina, hay que seguirle la pista. El mismo libro que ofreció escribir a cuatro manos a dos poetas chilenos que no aceptaron el desafío. ¿Buscaba alianzas, rumbos, nuevos derroteros y aprendizajes, experiencias, compartir sus ficciones y alucinaciones, la anarquía de su modus vivendi o le movía la maravilla de su loca e irrefrenable imaginación? Aun conservaba fresca, virgen, su caja de Pandora, la que iría destapando con el correr de los años. Al final de los días lanzó como un bumerang inalcanzable su novela monumental: 2666

Siempre estuvo más atento de lo que pareciera a lo que ocurría en Chile. El narrador chileno Mauricio Electorat, lo calificó como un ‘obsesivo lector enciclopédico que leía todo y sabía cada paso de hasta el poeta más anónimo de Chile o México’. También quería que supieran los suyos. Regresó 25 años después de su última y definitiva partida, y dos poetas chilenos, Enrique Lihn y Nicanor Parra, influyeron en su manera de ver, acercarse a la literatura y poesía chilena, y diría, en su postura ‘iconoclasta’ frente al mundo literario y político. De Borges, aprendió a leer y releer, unas ciertas posturas también frente a la literatura y los escritores, a tratar la ficción como realidad y viceversa. A convertirse también en personaje de su obra.

Roberto Bolaño Roberto Bolaño Roberto Bolaño

Hacia nuevos temblores formales

En su artículo ‘8 segundos con Nicanor Parra’, canoniza al antipoeta. En esa postal parriana lanzó su manifiesto poético encubierto a la manera de un infrarrealista salvaje que puso sus picas en Blanes: ‘La poesía de las primeras décadas del siglo XX será una poesía híbrida, como ya lo está siendo la narrativa. Posiblemente nos encaminamos con una lentitud espantosa, hacia nuevos temblores formales’. La poesía, pienso y digo yo, nunca ha ido ni irá a la retaguardia. No es un género muerto como un riel de una línea férrea, sino el humo, la palabra y la belleza en cualquier andén del camino. La poesía viaja en tercera clase/ pero es reina en la memoria/pasajera /verbo/acción pura/no tiene estación/ni paradero/crece donde menos se espera/se ríe del mercado/no necesita/ ni se escuda en lectores cobardes/Rompe en los ríos/agita mares/el caudal de su palabra/Quien la nombra/ se nombra asimismo/ RG.

Nada impide a un lector aguzado, darse cuenta que Bolaño es Bolaño. Ahora, se equivocan quienes creen que Bolaño es un chileno con sello europeo. Él despotricó mucho sobre la novela chilena, con algunas excepciones, y elogió a cuatro o cinco poetas en el canon histórico de ese país suramericano, como si fueran dioses del Olimpo y también recurrió a algunos trucos en la joda parriana. Se deslumbró con la narrativa argentina y alguno de los autores están identificados en esta nota, aunque la lista de sus lecturas clásicas y diversas es interminable. Sus aires son muy del sur, aunque tiene muchas lecturas sin fronteras, universales, desde Rimbaud a Violeta Parra; de Joyce a Lemebel; de Kafka a Juan Emar; de Rulfo a Arlt; de Ezra Pound a Mark Twain; de Ercilla a Cervantes y todos los libros que le acompañaron a lo largo de sus 50 años de vida. Pero son estos papeles impresos los que definen el universo de un escritor, sus plácidas praderas y oscuras grietas, esas rendijas insondables de lo que no se puede escribir.

No era el único Del Valle, al parecer, Susan Sontag, quien recomendó años después la introducción editorial de Bolaño en Estados Unidos, lo calificó como: ‘El más influyente y admirado novelista en lengua española de su generación’. Fue Nocturno de Chile, el libro que cautivó a Susan Sontag, quien afirmó de manera rotunda que la obra de Bolaño perdurará y tendrá un lugar permanente en la literatura mundial. Por ahí llegó a las páginas del influyente The New York Time y estuvo en boca de los jóvenes escritores norteamericanos como si no existiera otro referente de habla española. Una pintora chilena residente en México, a poco de editarse me recomendó Los detectives salvajes, como si fuera un ritual. El libro llegó a Panamá años después en una edición chimba, truncada, que guardo con celo en mi biblioteca, faltan páginas y quizás esta edición no la escribió Bolaño, sino Belano.

    Roberto Bolaño

'La orquesta lumpen visceral'

La ola Bolaño se ha mantenido fresca en esta década post Bolaño, especialmente en los jóvenes, como le ocurrió a Rayuela, y ambos escritores sudamericanos terminaron siendo autores de culto con una aureola de innovadora rebeldía. Los poetas ninguneados y en general, se identifican en Los detectives salvajes, con uno que nunca dejó la tribu y supo identificarse con ella. ¿Los poetas son esa materia encriptada en la realidad? ¿El último vagón del mercado?.

Defensor a ultranza de los poetas marginales, de una cierta manera de hacer y sobre todo, vivir la poesía, pareciera que recogió el guante al revés de Rimbaud, y salió lanza en ristre como el Quijote a luchar y defender el honor de los jóvenes bardos ausentes de los podios presidenciales de la poesía, academias, de los lauros institucionales, de las grandes editoriales dueñas del mercado, de las antologías doradas, oficiales, y de quienes vivieron como verdaderos guardianes del verbo puro y de la insolencia. Él y sus amigos formaban un poco una cierta afinada ‘orquesta lumpen visceral’, pero plenamente conocedora de su oficio y potencial musical de la palabra en el DF, el gran Valle de México. Ahí, en Tenochtitlán, los infra-visceral-realistas ponían el cuerpo, quizás antes que la palabra, la arenga y el sabotaje de eventos literarios como una acción directa contra la llamada cultura oficial. En sus actos surrealistas, dadaístas, agitaban sus propias banderas, performances disociadoras, irrumpiendo los plácidos escenarios y predios oficiales con sus manifiestos y clarines estridentes.

Irónicamente Bolaño fue sepultado,- a pesar que sus cenizas se fueron al Mediterráneo-, por alrededor de 40 contratos editoriales post mortem y despedido en vida por sus pares en Europa como si vieran morir al padre delante de sus ojos, un gladiador felizmente derrotado por la vida. Vivió gran parte de su vida con una mano atrás y otra adelante, premios de provincia, rechazos editoriales, ninguneos diversos, polémicas, su enfermedad y por fin los primeros verdaderos reconocimientos a un pie de la muerte, no siempre tan fecunda en éxitos.

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DATOS DEL AUTOR:


Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947). Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional, experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de la publicación científico-técnica y económica, con circulación en 56 países, columnista de la revista alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.