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Henry Miller
Karla Villapudúa
02/03/2008



Para hablar de un escritor hay que poner de manifiesto lo que su rostro dice de sí mismo. Es tratar de expresar qué son los rasgos que la vida le nombra. Descubrir cuáles son los tonos de las máscaras, tras el pánico, el gozo, la ira o el orgullo, la avaricia y la gula, reconocer la génesis de su esencia, su primer grito, la caligrafía impresa de su propia meditación.

Las circunstancias mágicas y la leyenda tejida en torno a Henry Miller, esa figura excéntrica que paseaba sin angustia por las calles de París y, por otra parte, el oscuro opuesto del desprecio que sentía por su patria, constituyen uno de los espasmos que lo llevarían a desembocar en una cálida renovación de la literatura americana.

Henry Miller   Henry Miller (fotografía de Peter Gowland)   Henry Miller (fotografía de Peter Gowland)

Miller nace en el Brooklyn neoyorquino. Es hijo de un sastre y se hace famoso con sus libros en la década de los cincuenta. Llega al apogeo a mediados de los sesenta. De Miller nace la generación beat americana, con Jack Kerouac entre los jefes de la fila. Henry es el escritor más original de varias generaciones americanas, un solitario, un raro, amante del vagabundismo y de la experiencia erótica.

Trópico de Cáncer, Trópico de Capricornio, la trilogía Sexus, Nexus y Plexus, son algunos de los títulos de sus obras. Conocidas y popularizadas durante su estancia en París al estar vetadas en Estados Unidos, debido al puritanismo reinante en la época. Henry es conocido mayormente por narrar los temas sexuales con un lenguaje domestico y vulgar, esto es, sin la ornamenta del romanticismo clásico. Pero pocos consideran la revolución gramatical que vino a llevar a cabo. La literatura americana estaba contaminada por el conservadurismo inglés, y permanecía en una especie de coraza tecnicista que limitaba la explosión de un lenguaje instintivo.

        

Henry Miller trata de percibir lo infinito humano, la belleza y el terror de vivir, el inevitable caos que rodea nuestro ser en el mundo. Se trata del éxtasis de la vida y el horror de la vida del que hablara Baudelaire. Y en esa travesía más allá del bien y del mal, se cumplirá finalmente un acto de apertura y celebración con el sorge [Nota 1] que le produjo su particular forma de escribir.

Que en París surgiera un escritor americano como Henry Miller dentro de la década del 30 no es sino la consecuencia de un proceso artístico intenso donde había la atmósfera energética perfecta para que encontrara su curación. Además, la literatura francesa estaba impregnada de la videncia infinita que experimentaron poetas como Verlaine, Mallarmé, Rimbaud, que con ese pathos impregnado de los aromas más ocultos y oscuros de una sensibilidad onírica, lograron su propia transgresión. Esos vientos se quedaron allí como una metáfora que decora secretamente la tierra que ha de preparar el camino para los pasos de un Miller exiliado de la frialdad y racionalidad americana.

Sin embargo, no puede negarse el esfuerzo extraordinario de la sensibilidad de autores como Edgar Allan Poe y Henry James. Ambos autores, aunque siguen con un tinte tradicionalista –en cuanto a la forma- lograron escarbar dentro de la irracionalidad del laberinto psicológico humano, mostrando un sentimiento de suspenso y espera propio de aquellos que se desvanecen en la incertidumbre de la noche.

Henry MillerLa curación por medio de la escritura tiene como propósito liberar al pensamiento de la técnica y el esquematismo convencional. Es lo mismo que sucede con la filosofía por ejemplo de Heidegger del segundo periodo, necesitaba preparar las condiciones adecuadas del pensamiento que pudieran señalar una nueva forma de pensar. Curarse del método, a través de la exploración de nuevas formas de jugar con la propia mente.

En todo momento la escritura en su 'forma sin forma' se piensa así misma tal y como es. Piensa como piensa realmente nuestro cerebro -sin un orden-, pone los pensamientos como le van llegando sin encapsularlos en la estructura. Pues aunque la literatura trate de salvarse del academicismo racional cartesiano y la moral, en ocasiones sigue contaminada de un lenguaje esquemático.

En esto radica el doble triunfo de Miller. En lograr extirpar los demonios de sí mismo por medio de la autoconfesión en la escritura. Recordando su propia vida así como van surgiéndole las reflexiones, sin tratar de maquillarlas o censurarlas. Y de este modo logra acabar con la estructura imperante de su época: abriendo la posibilidad de una nueva gramática, donde es posible expresar la vida y el pensamiento tal y como fluyen en el flujo de la existencia.

 



Nota 1: Concepto de cura, según Martín Heidegger.


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DATOS DE LA AUTORA:


Karla Villapudúa (Culiacán, Sinaloa, México, 1979).- Licenciada en Filosofía por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Actualmente realiza estudios de posgrado en la Facultad de Pedagogía. Textos suyos aparecen en Andante 26, Psikeba, Homines y Espiral. Directora de Espiral (www.revistaespiral.org).