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Estar en lo mismo
Jaime Romero Robledo
14/04/2007


A los quince minutos uno ya se pregunta cosas. Las figuraciones nacen y se multiplican, se cotejan unas con otras, revisando lo que uno dijo, lo que la otra parte dijo, aunque a veces por teléfono no se sabe, porque faltaría ver qué cara puso cuando... Sin eso no se puede saber bien, y precisamente por eso es que las figuraciones nacen, y todas a la vez son acertadas y todas a la vez son falsas. Cerca de aquí hay dos parques pero estaba claro que aquí donde estoy era el sitio correcto. Lo repetimos varias veces y quedó claro que aquí nos veríamos a los nueve y media y ya son las nueve cuarenta y cinco. Aquel pobre está igual que yo, esperando, atento al sonido y a las luces de todo coche que se acerca, porque en cada uno seguramente viene Sandra (en el caso de aquél se llamará Luisa o Mague, qué se yo) muy apurada, lista para disculparse y yo listo para perdonarla (un leve reclamo tal vez) y decidir en el auto de quién nos vamos y a platicar de otra cosa para que se me olvide que por un momento pensé que me dejaría plantado. Lástima que en este tampoco venía (ni mi Sandra ni su Luisa o Mague) y los dos volvemos a figurarnos cosas, a repasar todo de nuevo y a empezar a reconocer que veinte minutos ya es mucho, y a descartar que sea el tráfico, porque esta ciudad es chica y no hay tanto problema, a menos que viviera muy lejos, pero yo sé que Sandra no. Fue una idiotez eso del punto de encuentro. Cuando le dije que yo pasaba a su casa, ella prefirió que nos encontráramos en un lugar y tuve miedo de parecer ansioso o inseguro, o vaya a saber qué miedos le dan a uno cuando no se conoce bien a la otra persona y no se le quiere contradecir mucho. Lo extraño es que otro más ha llegado y ahora somos tres los que esperamos. Los que vamos en la etapa del ‘de seguro se quedó ponchada’ o ‘en realidad no quería venir’ miramos al novato con cierta condescendencia, en el fondo tal vez deseando que corra con la misma suerte que nosotros, o que al menos el milagro de no quedar plantados opere en el mismo orden con el que fuimos llegando. Después de mirar a su alrededor, se sienta y nos pone un gesto de ‘estamos en lo mismo’, luego baja la cabeza y en eso a todos nos interrumpe un auto que pasa, porque no vaya a ser que... Pero no, no es y todos evitamos vernos, y bajamos la cabeza, y yo la vuelvo a alzar porque me pregunta la hora un tipo que no había visto. Muy seco le informo, porque no quiero hacer plática y poner cara de ya tengo aquí treinta minutos y nada y qué raro si aquí habíamos dicho; él me da las gracias y se va, y se sienta en una banca y nos pone también cara de estamos en lo mismo. Yo pienso que la escena es de película, sobre todo porque el parque es pequeño y bastan cuatro gentes para ocupar todas las bancas. Me quiero ir, me quiero ir pero no vaya a ser que en eso llegue ella y por unos minutos me quede sin noche y sin Sandra, porque de cualquier forma seguro mis amigos ya se fueron y no los alcanzo, así que no queda más que esperar, o de plano regresar a mi casa, y a ver qué diablos ponen en la tele a esta hora. Para colmo ese estúpido que cada vez que su carro se acerca pienso que por fin es ella y nada que es el mismo que ha pasado ya seis veces y mira que ahí va otra ya son siete. Uno de los sentados se levanta y viene hacia mí. Me está confundiendo pero le digo que yo no soy primo de Josué el del tecnológico, ‘ah’ dice y se sienta, no sé como decirle que no quiero platicar, porque sería patético que dos plantados platicaran así como si fuera lo más ordinario, como si no importara que lo noche nos la hubieran mandado al carajo, pero él pregunta que entonces en qué escuela estoy, y yo respondo, muy seco, pero igual respondo. Sólo a mi me pasan estas cosas y en eso vuelve a preguntar algo y yo... Yo veo que el que ha pasado siete veces detiene su auto y nos hace señas. Con otro gesto aclara que desea que yo vaya, ¿y éste qué quiere?, y voy hacia él queriendo adivinarle las palabras, y en eso abre la boca y dice ¿qué estás haciendo?, yo pienso no puede ser y digo espero a una amiga pero él no parece escuchar, me habla de nuevo y yo rápido respondo y él arranca su coche, y yo me devuelvo a mi banca en el parque, la que aún invade el que pregunta cosas. Éste me interroga y le explico que el tipo del auto me invitó a tomar una cerveza, y él me interrumpe y dice que debí de haber aprovechado, y entonces todo, entonces todo se vuelve claro y me doy cuenta y me siento un imbécil porque yo pensé... Porque ingenuamente creí que en este parque todos esperábamos a una... Entonces pasa aquél del auto y le habla a otro, y él sí sube, y el carro arranca, y yo le digo al interrogador que yo no soy así, que lo de esperar a Sandra en realidad es cierto pero él sonríe y no dice nada. Yo, de nuevo imbécil, intento aclarar que no soy así, que no me gusta eso y que no me venga a mí con sus sonrisas; él entonces pone cara seria y voltea a verme muy fijo pero ya no lo estoy viendo, ya me levanto y sin despedirme camino hacia el coche y le oigo decir que cada quien es como es, sobre todo cuando se está tan solo, y yo le creo, por Dios que le creo, y si yo fuera como es él seguro me habría ido en el carro de aquel tipo, pero no, voy en el mío, sin noche y sin Sandra, pensando qué demonios, qué demonios pondrán en la tele a esta hora.

(Este cuento está en el libro Los cuentos de la mujer perdida, Ed. Solar, 1999).


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DATOS DEL AUTOR:

Chihuahua, Chih., 1974. Escritor. Premio Chihuahua de Literatura 1998 por Los cuentos de la mujer perdida (Ed. Solar); obtuvo una maestría en literatura hispanoamericana por la Universidad Estatal de Nuevo México, Las Cruces, NM, EUA. Fue becario de la primera generación del Laboratorio Fronterizo de Escritores/Writing Lab on the Border, convocado por el Fondo de Cultura Económica México-USA, y ha sido becario de varias instituciones, entre ellas: el Writer´s Room de Nueva York-Sogem (2003), por el primer libro de la serie de novelas El mundo de ocho espacios; Jóvenes Creadores del FONCA (2005-2006) por el libro de cuentos sobre migrantes La frontera de metal. Creador con trayectoria del estímulo David Alfaro Siqueiros 2005- 2006. Ha sido publicado en varias antologías nacionales: Sin límites imaginarios, cuentos del norte de México, UNAM (2006); Nuevos narradores mexicanos, Tierra Adentro (2005); Creación Joven 1979-1999, CONACULTA (1999); Trece escritores jóvenes del mero norte , Ed. Azar (1996). Ha escrito para cine y televisión. Director de la Revista Cultural Artificios. Ha impartido talleres de cuento, novela y guión cinematográfico en el Distrito Federal, Chihuahua y Sonora, y en Río de Janeiro, Brasil. Tiene un libro de testimonio (inédito) sobre la vida de un migrante en los EUA, La vida en otra parte.