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Vida con Picasso
Remedios García Rodríguez
15/1/2004



GILOT, Francoise y LAKE, Carlton.: Vida con Picasso, Ediciones B S.A., Barcelona, 1996



Carloton Lake en el prefacio de este libro confiesa que, como cualquiera de las muchas personas que se interesan por el arte de nuestro tiempo, ha seguido muy de cerca, durante muchos años, la vida y obra de Pablo Picasso y ha tratado de verlo a través de tantos pares de ojos como le ha sido posible. En este sentido, las conversaciones con la coautora del libro, le han servido para conocer una verdad sobre Picasso, la de Francoise Gilot. Le impresionaban sus declaraciones ante el "total recuerdo" que Francoise tenía grabado en su mente de los diez años y pico que pasaron juntos, 1943 a 1953. La lectura del libro es fácil y seduce. El entramado de las relaciones sentimentales entre Gilot y Picasso que se relatan, nos descubre a una Francoise sensible, vulnerable e indecisa que parece no saber describir con rotundidad los momentos felices de este periodo de vida, si es que los hubo. Contados los acontecimientos con cierta perspectiva, la pátina del tiempo, que ya había incluido el desenlace, tiñe con una actitud negativa su relación con Picasso, de cuya personalidad arrolladora continuamente se defiende y continuamente recela. Nos encontramos con el Picasso hombre y artista. Como aportaciones interesantes, merece la pena destacar el sentido de practicidad que Picasso utiliza en las ventas de sus cuadros y en su forma de vivir. Lo terriblemente andariego, temperamental y posesivo que lo presenta. La relevancia que para él tenía la amistad con Matisse y algunas personas de su entorno y de la historia de su vida y la raza española y mediterránea que, muy a pesar de Gilot, Picasso manifiesta. El libro está plagado de conceptualizaciones referidas a movimientos pictóricos, artistas y cuadros. Puestas estas en boca de Picasso, adquiere la obra una dimensión distinta a la de simplemente biográfica.

Fragmento del libro

"Estamos en el taller donde el abuelo nos recibe en calzoncillos, unos calzoncillos de algodón muy sueltos por los que asoman sus atributos: ofensa a la niña de ocho años que soy y, más adelante, a la jovencita de diecisiete años, a la que recibirá de la misma manera en el crepúsculo de su vida.
¿Ofensa o provocación? No; me parece que, a los setenta y seis años, no le molesta exhibirse así, ante mí, ante la cocinera o la joven mujer de la limpieza. Su sexo era como sus pinceles, las espinas de pescado amontonadas en su plato, las cagarrutas de Esmeralda esparcidas por todas partes, los montones de latas de conserva oxidadas tiradas por el suelo. Pene, pinceles, espinas, cagarrutas y latas oxidadas formaban parte de su obra, del lote Picasso que todo el mundo tenía que aceptar. Aunque fuera chocante." "Le gustaban los niños por el color pastel de su inocencia, las mujeres por las pulsiones sexuales y carnívoras que le inspiraban. Tenía que extraerles su misterio. Amante de carne fresca, las despedazaba, las violaba y se alimentaba de ellas. Mezclando sangre y esperma, las exaltaba en sus lienzos, les imponía su violencia, las arrastraba a la muerte cuando se debilitaba la fuerza sexual que ellas le insuflaban. La voluptuosidad que obtenía del sexo y la que obtenía de la pintura eran de la misma esencia. A través de ambos intentaba resolver la pasión, el miedo y el desprecio que sentía por la Mujer y las mujeres. Las consideraba portadoras de muerte. Cual monarca de las tinieblas, trabajaba con ellas de noche en su taller. Debían estar presentes, sumisas, obedientes. Entonces las toreaba con su pincel hasta agotarlas. Verónicas de azul, naranja, tonos vivos, estocadas de rojo, granate, negro, colores de incendio. Ellas eran su presa. Él era el Minotauro. Corridas sangrientas e indecentes de las que siempre salía victorioso y radiante."