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Ciudadano Don quijote
Diego Saucedo Tejado
05/02/2006


De lo que aconteció al ingenioso hidalgo cuando salió de España y fue adaptado al cine

Imagen de una escena del Quijote inacabado de Orson Welles

Han caído unos cuantos aguaceros desde que don Miguel de Cervantes Saavedra escribiera parece ser que desde la cárcel y con una sola mano las aventuras del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Cuatrocientos años después y celebrando todo intelectual que se precie su aniversario, el carácter cervantino se ha convertido en el más universal de cuantos personajes nos ha dado nuestra prolífica y rica literatura y el que más ha trascendido e inspirado a los más variopintos autores. Es por eso, que he enfocado este artículo al análisis de las diferentes concepciones que ha despertado el enloquecido Alonso de Quijano a lo largo de la historia. Sin echar por tierra ni mucho menos lo acontecido en nuestro bien-amado país, he querido centrarme en el tratamiento foráneo de la obra y en las dispares visiones y versiones que los numerosos artistas extranjeros han aportado al imaginario quijotesco. Y es que han sido muchos los forasteros que, hechizados por la magia de la novela, han ampliado en matices y colores el ya de por sí, vasto universo cervantino. Bien es cierto que no todos lo han conseguido, y que sólo unos pocos han logrado captar la esencia del espíritu de la novela. Sin embargo, esas otras variantes en contra de lo que mucha gente pueda pensar, enriquecen y hacen aún más valioso el texto original de la novela.

Gracias a esa enorme difusión, la novela ha calado hondo en muchos otros países que no son el nuestro y también ellos, hechizados por la magia del inmortal hidalgo, intentaron adaptar sus aventuras a una pantalla de cine. Y es que debo confesar que cuando comencé este estudio de la obra cinematográfica basada en don Quijote no me podía hacer una idea de la cantidad de filmes que se habían hecho a propósito de la novela de Cervantes, una cifra que supera las cincuenta películas. Las hay americanas, francesas, inglesas, rusas, danesas, desde el principio de la historia del cine hasta el mismísimo 2005. Es tanta la proliferación de películas, que varios autores han señalado que se podría hacer una historia del cine propia a partir de las adaptaciones que se han hecho del internacional don Quijote. Pero como señalaba anteriormente, sólo unos pocos cineastas han conseguido impregnar sus celuloides del verdadero espíritu de la novela, sólo unos pocos han sabido retratar de forma idónea a unos personajes tan profusos en matices como los que se plantean en la obra cumbre de la literatura española y tan sólo unos pocos han logrado construir sobre la propia novela para adaptar la historia a unas características tan propias y tan caprichosas como son las del cine. Pero no quiero hablar en este artículo de directores y films españoles, sino de aquellos cineastas extranjeros que, aún no habiendo nacido en el país del hidalgo manchego, se atrevieron a plasmar sus ilustres gestas y a dar su particular punto de vista de la historia. Algunos con mejor suerte o mayor talento que otros, pero todos aportaron su granito de arena para hacer si cabe más grande el mito de don Quijote desde el medio que más amaban. Ahí van los más representativos.


De cuando el ingenioso hidalgo y su escudero eran mudos

Les aventures de Don Quichotte de La Manche. Don Quichotte (Francia: Ferdinand Zecca, 1902/1903)El primer intento nace casi a la par que el invento de los hermanos Lumiére. En 1898, la productora francesa Gaumount acomete una secuencia, breve pero intensa, de un minuto de duración titulada directamente ‘Don Quichotte’. La película, que según dicen las lenguas más expertas medía sus 20 metros, continua a día de hoy desaparecida, como muchas de las historias que se rodaron en aquellos primeros años de cinematógrafo. La productora más importante de aquellos tiempos, la todopoderosa Pathé Films, realizó en 1902 un segundo film titulado “Les aventures de Don Quichotte de la Manche” que alcanzaba ya los veinte minutos de duración. Esto hizo que por primera vez en el cine, se introdujeran letreros explicativos para que los espectadores no se perdieran. Así mismo, surgió la figura del ‘explicador’, que era un señor que comentaba las escenas al público desde la misma sala de cine. La presencia de estos personajes se convirtió en algo habitual en la época del mudo, así como la introducción de bandas musicales para dotar de mayor fuerza a las películas. Lo cierto es que esta segunda película sobre Don Quijote respetaba más bien poco los patrones estéticos marcados por la novela. A pesar de que el director Ferdinand Zecca puso todo su empeño en respetar la ambientación y el vestuario, se le reprochó que sus escenarios parecieran de todo menos españoles y que su intención cómica cercenara otras posibles lecturas de la novela cervantina.

El año 1908 trajo a las pantallas de nuestro país – las tres y media que había – el Quijote del director Narciso Cuyás, una película también desaparecida cuyo único interés parece residir únicamente en ser el primer Quijote español adaptado al cinematógrafo. Uno de los padres del cine, el mítico George Meliés plasmó su onírica visión del Quijote ese mismo año aunque una vez más la película se encuentra en paradero desconocido, como la gran mayoría de las obras firmadas por el genial director francés. Aquel prolífico 1908 se hicieron otras dos adaptaciones más, creciendo el Quijote a medida que crecía el cine. Unos años más tarde, otro de los padres del séptimo arte, David W. Griffith produjo y supervisó una nueva versión titulada ‘Don Quixote’ fechada en 1915. La película, que fue dirigida por un autor de comedias no pasó de la farsa cómico burlesca y nos hace reflexionar sobre qué hubiera pasado si en vez de Edward Dillon la hubiera dirigido el maestro Griffith. Seguro que el resultado hubiera sido mucho más gratificante.

Don Quixote af Mancha. Don Quixote (Dinamarca: Lau Lauritzen, 1926)En 1923 aparece en el cine británico, el primer intento por tratar con cierta amplitud la novela. Con una duración cercana a la hora y un director que huía de lo cotidiano para mostrar la espectacularidad, la película trazaba un Quijote visual e imaginativo, cargado de efectos de sobreimpresión y de trucos varios. Sin embargo, el guión transgredía y modificaba el texto original de Cervantes para hacerlo todo mucho más cómico. De hecho, el actor que interpretaba a Sancho era un conocido cómico y su indumentaria, que según varios autores se asemejaba bastante a la de un payaso de circo. Por último, terminando con la etapa del cine mudo, circula por ahí una versión danesa sobre el mito quijotesco datada de 1926. El cine nórdico, ya desde sus inicios, había mostrado un estilo visual propio y una madurez narrativa que sorprendía a propios y extraños. Lau Lauritzen fue el encargado de acometer este proyecto que trajo como principal innovación, algo tan común hoy en día como el rodaje en exteriores. Sólo los nórdicos rodaban en escenarios naturales, mientras que el resto prefería hacerlo en estudios acondicionados al efecto. Lauritzen empleó cinco meses de su vida grabando en decorados españoles. Debido a la importancia que parecía poseer el tema de la película, el gobierno español dio todo tipo de facilidades al director danés, llegando incluso a prestarle para la escena en la que Sancho es nombrado gobernador de la ínsula, una histórica vajilla de plata que se encontraba a buen recaudo en el Palacio Real.


De lo que sucedió a don Quijote y Sancho cuando tuvieron voz propia

A raíz del estreno de ‘El cantante de jazz’ el cine dejó de ser silencioso y muy pronto se hizo una nueva versión del afamado don Quijote, esta vez en sonoro. La película, mitad francesa, mitad inglesa, dejaba claro desde el principio que su objetivo no era contar la historia del ingenioso hidalgo, ni mucho menos, si no en una adaptación muy libre de la novela compuesta por nueve cuadros acompañados de cinco grandes pasajes musicales. De hecho, un cantante de ópera ruso, Feodor Chaliapin, fue el artista elegido para encarnar a Don Quijote en la gran pantalla. Esta versión de las aventuras de don Quijote es a todas luces irregular, debido en gran parte a que la falta de presupuesto provocó que se eliminaran un tercio de las escenas que el guión tenía previstas. Fue por eso que el director Georg W. Pabst se vio obligado a incluir cinco largas sesiones musicales para que la película alcanzara el metraje suficiente para poder ser exhibida en las salas con la etiqueta de largometraje. Simultáneamente, Pabst rodó tres versiones de la película, una inglés, otra en francés y una tercera en alemán. Algo bastante usual en la época como deja patente el director español Fernando Trueba en su multipremiada ‘La niña de tus ojos’. Los grandes aciertos de la película son la fotografía y el ritmo narrativo, y a pesar de sus claros defectos – como el reparto actorial entre otros – el producto final ha sido declarado por muchos críticos como notable. ‘No es una obra maestra, no es la mejor película sobre don Quijote, pero se trata de una cinta de una gran belleza plástica, auténticamente cinematográfica, muy quijotesca aunque menos cervantina de lo que debería ser’, dijo uno de ellos tras el visionado con la barba profusa en restos de palomitas.


De como Don Quijote aprendió a hablar ruso.

La ya desaparecida Unión Soviética no pudo disfrutar de las aventuras de don Quijote y su escudero hasta que Stalin se fue para el otro barrio. Y es que al líder comunista no le gustaba nada la novela, la cual describía como una gran tontería. No obstante, una vez embalsamado su cadáver y celebrados los correspondientes funerales, la obra de Cervantes se impuso como lectura obligatoria y pocos años después, en 1957, sería adaptada al cine con el nombre de ‘Don Kikhot’. El director encargado de llevarla a cabo fue Grigori Kozintsev, un discípulo del maestro Eisenstein que ya había acometido otros proyectos de envergadura como tres adaptaciones de Shakespeare, consideradas dos de ellas – Hamlet y El rey Lear – como las mejores hechas nunca jamás en el cine. La película contó con un gran despliegue de medios y un presupuesto bastante elevado para su época. Los interiores fueron rodados en los estudios de la Mosfilm, mientras que para las secuencias de exteriores se eligió la península de Crimea como centro de operaciones. La España de Franco nunca había hecho buenas migas con la Rusia de Lenin, Stalin o Kruschev, por lo que ni siquiera se planteó la idea de ir a rodar a la Mancha. Kozintsev se esmeró en recrear fielmente los pueblos y el paisaje manchego. De hecho, se construyó un auténtico y genuíno pueblo de la Mancha para la ocasión. Para ello se precisó de la ayuda de un escultor español exiliado llamado Alberto Sánchez, natural de Toledo, que no sólo se encargó del asesoramiento estético del film, sino que acabó haciendo de extra junto con toda su familia en varias de las secuencias del pueblo.

Durante su estreno en Cannes, el director declaró que había respetado al máximo el libro de Cervantes y que sólo se había permitido las modificaciones mínimas que exigía la adaptación de una novela tan extensa al metraje de la película. No obstante se adivina una cierta lectura marxista-leninista que subraya la lucha de clases y que era afín a la ideología del partido. El actor elegido para encarnar a don Quijote era la estrella soviética del momento: Nicolai Tcherkasov, conocido entre otros trabajos por protagonizar la saga de Iván el Terrible. La película fue rodada en formato panorámico para, según palabras del propio director, expresar mejor la soledad de dos héroes en un mundo hostil. Resulta llamativa la utilización del Sovcolor, un sistema que habían ideado los rusos paralelamente al Technicolor para no pagar derechos a los capitalistas americanos. La paleta de colores que empleaba este costoso sistema, era mucho más suave y apagada lo cual priva a la película de los contrastes y tonos vivos que sí que abundan en los escenarios originales de Castilla La Mancha.

El film ruso peca de una excesiva parcialidad a la hora de describir los acontecimientos, restando la visión cómica e irónica que en el original tan bien plasmaba Cervantes. Se produce un abandono de lo cotidiano, para mostrar la pretensión moral de los actos de don Quijote. Se acentúa la crueldad del pueblo y autoridades, que humilla al hidalgo ridiculizándolo de las más viles maneras y se burla sistemáticamente de sus locuras. En lo que se refiere al contenido, se pueden observar una serie de cambios con respecto a la novela para la mejor adaptación a la pantalla: se dan variaciones en los roles de Dulcinea y Altisidora, así como en episodios tan célebres como el manteamiento de Sancho o el del león, donde las cosas no pasan exactamente como la novela cuenta. Durante el transcurso de la película, la figura del escudero no es el contrapunto realista al idealismo de su señor. Posee un fuerte sentido común, pero parece contener en la sesera una ingenuidad que llevará a la pareja a compartir la misma visión del mundo. Esto resta dualidad a la filosofía de la historia, así como el hecho de que don Quijote muera loco y no cuerdo como lo hacía al final de la novela. A pesar de todas estas circunstancias, la película se deja ver y se trata de una muy digna aproximación al mundo cervantino hecha desde Rusia con amor.


De cuando el caballero de la triste figura quiso ganar Operación Triunfo

Man of la ManchaEn ‘Man of la Mancha’, don Quijote canta y Sancho y Dulcinea también. No obstante se trata del primer y único musical hasta la fecha inspirado en el caballero andante. Su historia comienza en Broadway, donde más de dos mil espectadores se acercaron a verla en los escenarios. Tal éxito, hizo que los productores se relamieran y encargaran al director de la obra una adaptación al cine de lo que estaba haciendo en el teatro. La versión del guión cinematográfico difería del contenido y la estructura de la novela original: Un Cervantes de carne y hueso – encarnado por Peter O´Toole - es detenido junto con sus compinches por representar historias subversivas en la plaza del pueblo. El escritor se defiende a si mismo en un juicio popular y lo hace de la única manera que sabe: contando historias. Y la historia que nos cuenta es la del Quijote, aunque con severas alteraciones con respecto a la obra original y con un flujo narrativo muy fragmentado, basado en la recreación de los episodios más afamados de la obra mezclados con episodios de la supuesta vida real de Cervantes. La batalla de los molinos, el encarcelamiento del escritor, el yelmo de Mambrino, las escenas de la venta, el Caballero de los espejos...

La película, dirigida por Arthur Hiller en 1972, contaba con dos estrellas de renombre para dar vida a los personajes de don Miguel. Peter O´Toole encarnaba por partida doble al escritor y al propio don Quijote. Un Peter O´Toole que por lo visto debía desafinar bastante, por lo que se le tuvo que buscar un doble de voz para las secuencias musicales. Sophia Loren – la otra estrella – no tuvo problemas a la hora de entonar las zalameras melodías de una Aldonza Lorenzo reinventada en prostituta. El hecho de que sea el mismo actor el que interpreta a Cervantes y don Quijote, parece comulgar con las premisas unificadoras que el film deja entrever. Se muestra un escritor unido en cuerpo y alma su obra, como un todo homogéneo y uniforme, y de cómo esta obra le salvará de un castigo a todas luces injusto. Cómo son los americanos.

El filme, a pesar sus carencias narrativas, posee la magia especial de los musicales de Boradway y en 1972 fue seleccionada por National Board of Review como una de las diez mejores películas de ese año. A día de hoy, el famoso musical ‘Man of la Mancha’ se continua representado en todo el mundo con enorme éxito.


De lo que sucedió a aquel que quiso ser hidalgo y se equivocó de caballo

El actor John Lithgow llevaba muchos años soñando ser don Quijote, lo que pasa es que nadie le había ofrecido el papel. A raíz de su popularidad por la sitcom ‘Third rock of the sun’ que aquí en España se tradujo con el genérico nombre de ‘Cosas de marcianos’ unos avispados productores de televisión le dijeron que si a su proyecto y se embarcaron en la siempre fascinante aventura de rodar un muy comercial don Quijote, en forma de tv-movie. Un director de segunda pero con bastante experiencia en cine, Peter Yates, asumió un proyecto que contaba con un presupuesto mucho mayor que el de otras películas hechas para televisión. Esto se debe a que el film se rodó íntegramente en España, reconstruyendo castillos, pintando de blanco y maquillando pueblos enteros, restaurando viejas murallas... todo esto con el fin de reconstruir detalle por detalle y sin reparar en gastos el entorno propio del quijote cervantino. Lo paradójico del asunto, es que después de tanto esfuerzo por conseguir un entorno extremadamente fiel y realista a la novela, donde todo está cuidado al detalle por aquello de la verosimilitud, nos encontramos con un Sancho Panza cincuentón y con que la actriz que hace de Dulcinea es negra como el café. Pero por muy incompatibles que sus físicos fueran con los personajes que interpretaban, los productores no pudieron resistirse al talento de Bob Hoskins ni a los encantos de Vanesa L. Williams, así los contrataron. Confiemos en la magia del cine, se reconfortaron los unos a los otros.

El retrato que la película hace de la novela de Cervantes se queda en la superficie. En demasiados momentos, su única pretensión parece ser el divertimento que despierta el surrealismo de los opuestos puntos de vista de don Quijote y Sancho. Se olvida el guión de esta manera del sarcasmo y la profunda crítica que subyace en la novela. Un guión por otra parte que decae y al que se le echa en falta un ritmo narrativo constante. El libro parece engullir a una película que respeta cada coma del texto original, eso sí, pero que da la impresión de pasar de puntillas sobre un contenido que sin duda puede dar mucho más de sí en la pantalla, como otros cineastas tan perspicazmente apuntaron. Una pena, porque contenido había pero no potencial.


De cómo don Quijote se perdió en La Mancha por culpa de una maldición

Lost in La Manancha Cuenta la leyenda negra que una terrible maldición pesa sobre aquellos autores que, no habiendo nacido en nuestro país, osaron trasladar las páginas de la novela a una pantalla de cine. Casi todos los intentos han sido bien sonoros fiascos comerciales o bien enormes fracasos de crítica. Ningún director ha sido capaz de fusionar a los dos entes en pos de su película. Sin embargo, si esto no es suficiente para hablar de maldición, si lo son las dos películas cuyo rodaje nunca pudo terminarse debido a las mil y una adversidades que a los sufridos directores les salieron al paso. El primero en sufrir la maldición en sus carnes fue el mismísimo Orson Welles y de cuyo Quijote inacabado hablaré posteriormente. Terry Gilliam, exmiembro de los Monty Phyton y director más que reputado en la actualidad, fue otro de los damnificados. Y no hace tanto, tan sólo cuatro años.

Hacía tiempo que Gilliam acariciaba el rodaje de ‘El hombre que mató a don Quijote’ y no fue hasta que viajó a Europa que el director encontró financiación. El guión prometía ser revolucionario, una auténtica locura en palabras del propio Gilliam, que contaba con Jean Rochefort para encarnar a don Quijote, Vanesa Paradis de Dulcinea y para sorpresa de todos a Johnny Depp para hacer de Sancho. El esbozo del argumento era el siguiente: un ejecutivo estresado se ve transportado por arte de magia a la Edad Media y hecho escudero de don Quijote de la Mancha. Sin duda, prometedor.

Sin embargo, no tardaron mucho en llegar los primeros contratiempos: Rochefort sufría de la próstata, Paradis no había firmado el contrato a un día del rodaje y por si fuera poco, los estudios contratados para grabar las secuencias de interiores en Madrid ofrecían una sonorización pésima. Pero Gilliam no se desanimó, y a principios de 2001 comenzaba el rodaje en España. El primer día, rodando en exteriores, un nuevo problema se añadió a los que ya había: cada cinco minutos un avión sobrevolaba la zona, para desazón de los técnicos de sonido. Rochefort hablaba un inglés penoso, casi ininteligible, y a los pocos días de rodaje le fue diagnosticada una doble hernia discal. Una semana más tarde una terrible tormenta arrasó con todos los decorados que el equipo había construido y a la mañana siguiente el paisaje cambió radicalmente de color, por lo que se hubo que buscar un nuevo emplazamiento. Los inversores convocaron una reunión de urgencia en Madrid con Terry Gilliam y acto seguido suspendieron el proyecto. Así acabó la aventura de Gilliam en tierras manchegas, de cuyo desastroso – y maldito – rodaje se hizo un documental titulado ‘Lost in La Mancha’ y que recoge todas las penurias y algunas más que aquí no he contado que sufrieron los miembros del equipo de producción y de dirección, así como entrevistas y diferentes curiosidades sobre la ya mentada maldición.


De lo que aconteció cuando el genio conoció a don Quijote.

Si el cine fuera una lámpara maravillosa y hubiera un genio dentro de ella, ese genio se llamaría Orson Welles. Sin embargo, como todo genio que se precie, el director no fue entendido en su época y tuvo que ser el tiempo el que le colocara en el lugar que merecía. Películas de la talla de ‘El extranjero’ o ‘El proceso’ nos dan una idea del saber hacer de Welles, pero fue su ópera prima 'Ciudadano Kane' la que, muchos años después de su estreno, lo haría pasar a los anales como el director de la mejor película de la historia. O por lo menos la más estudiada y analizada por cuantos críticos y cinéfilos hay en este mundo como aquella que revolucionó todo un sistema de creencias estilística y sentó las bases de la realización contemporánea, así como las del cine moderno tanto narrativa como visualmente hablando.

Tras el estreno fallido de la película y después de que los productores le dieran la espalda por un tiempo, Orson Welles pasó unos años en Europa de cuyo recuerdo se desprende un genuino sabor español. Y es que el estadounidense pasó largas temporadas en nuestro país, al que llegó a conocer y a amar profundamente. Tenía una gran afición por la tauromaquia y según se rumorea, estuvo practicando para ser torero – uno de sus sueños, probablemente – pero lo descartó para volverse a EEUU a seguir haciendo cine. Seguro que más de un toro lo echó de menos.

Los productores del programa televisivo de Frank Sinatra le propusieron que dirigiera un documental. Sólo había un problema, no tenían el tema. Welles llevaba mucho tiempo embelesado con la novela de don Quijote escrita por Cervantes y soñaba con trasladarla a una pantalla. Los productores aceptaron la idea y le dieron un límite de tiempo: treinta minutos. Aquella idea consistía en un diálogo sostenido entre el propio Welles y una niña llamada Dulcie en el que éste le explicaba en tono de cuento infantil las aventuras del ilustre caballero don Quijote y de su fiel escudero Sancho. Cogió el dinero que le dieron y se fue a Méjico a acometer el rodaje. Sin embargo la idea crecería y crecería y lo que empezó como un simple documental acabó como una obra maestra inacabada y maldita de la que durante mucho tiempo nada se supo. En 1967 Orson Welles, a propósito de cómo se había metido en tal berenjenal, declaraba lo siguiente:

‘Nunca me atrevería en España a dar una opinión sobre Don Quijote, pero tengo la certeza de que Cervantes se puso a escribir una historia corta y sus personajes tomaron vida y tiraron del escritor; tenían una vitalidad que sorprendió al autor y continúa sorprendiéndonos todavía a nosotros.. Eso es lo que me pasó con la película: Don Quijote y Sancho tienen una vida que yo como cineasta tampoco puedo detener. No son marionetas; son libres, curiosamente independientes. Lo que me preocupa para poner fin a la película es que quizás el mundo moderno les destruiría. Y sin embargo no logro ver a Don Quijote destruido. Ése es mi problema’.

Sin guión ni plan de rodaje previos, el director aprovechó el meticuloso conocimiento que tenía de la novela para comenzar a rodar las primeras escenas. No pudo elegir mejor al actor encargado de encarnar a don Quijote: Francisco Regueira, un exiliado español que se ganaba las lentejas haciendo de extra, fue el idóneo hidalgo manchego. Al mismo tiempo, supo aportar al personaje una sobriedad y una locura pasmosas que unido a su físico envejecido, demacrado y de extrema delgadez , provocó que el mismísimo Luis Buñuel le diera las gracias por haber podido contemplar a don Quijote vivo cuando el director español le vio en uno de los rodajes. Akim Tamiroff era el encargado de darle el contrapunto como Sancho Panza, gordo, torpe, bonachón y rural, víctima o tal vez beneficiario de la particular forma de ver el mundo que poseía su amo. De esta manera, describía Welles lo que los personajes de Cervantes significaban para él:

‘Don Quijote es la mitad de España y Sancho la otra mitad. El hidalgo es el sueño español de la caballerosidad en toda su absurda maravilla. Es la locura llena de nobleza, de dignidad y de incorruptible galantería que ilumina el carácter español. Su escudero es la tierra española misma. Es todos los hombres que han vivido sobre esa tierra desde que se aró por vez primera’

El Quijote de Orson Welles no es una obra fiel a las páginas de la novela cervantina, pero sí a su espíritu. El proceso de adaptación no es sólo transcribir en imágenes lo que está escrito en un libro, sino construir sobre él una nueva dimensión que lo reinvente y lo actualice. Y en esta última palabra reside la clave del gran y sorprendente planteamiento de Orson Welles: ¿Qué pasaría si por arte de bilibirloque don Quijote y Sancho se vieran trasladados a la España del siglo XX? ¿Qué nuevas aventuras les acontecerían? ¿Quiénes serían los gigantes, los hechiceros, las botas de vino? Este planteamiento además de funcionar perfectamente acercaba la realidad – o locura – de don Quijote a la realidad cotidiana. El hidalgo ya no cabalgaba a Rocinante en la lejanía, sino que sus cruentas batallas las libraba en nuestros días. Además, todo esto hacía que el presupuesto bajara notoriamente, al no tener que adaptar los decorados naturales a la época del medievo.

Don Quijote intentará liberar a una dama de la máquina infernal que la tiene presa: una vespa. Pero la dama no se deja liberar y con aires destemplados echa a su salvador de la calzada para proseguir su camino. Es la primera noción que el espectador tiene de que nos encontramos en tiempos modernos, y no en los antiguos que el yelmo de don quijote y la voz en off castiza nos habían hecho creer. El siguiente episodio anodino se da cuando don Quijote, ante una procesión de Semana Santa arremete contra los penitentes, los cuales le atizarán con varas de madera hasta dejarlo casi inconsciente. La segunda parte de la película es si cabe más revolucionaria que la primera. Al igual que Cervantes en un alarde de meta-literatura hacía que sus personajes se dieran cuenta de que se estaba escribiendo un libro sobre ellos, Welles en lo que viene denominándose meta-cine provoca que sus personajes se enteren de que se está haciendo una película sobre sus vidas y además los obliga a participar en ella. Toda una proeza en cuanto de adaptación precisa pero a la vez recurrente.

Don Quijote de Orson Wells (España: Orson Wells y Jesús Franco, 1955-1992)Una de las secuencias que nunca se llegó a rodar, era con la que Orson Welles pensaba abrir la película. Titulada “Baile de máscaras”, en ella don Quijote y Sancho acudían sin saberlo a una fiesta de disfraces en la que cada invitado iba disfrazado de un personaje literario famoso. De esta manera pasaban inadvertidos hasta que se encontraban con dos personas vestidas de la misma guisa que ellos. Una escena que si se grabó, pero que por rollos legales no se pudo incluir en el montaje hecho por Jess Franco, narra la aventura que tiene don Quijote cuando buscando a Sancho por la ciudad entra en una sala de cine. Sentado en una butaca, contempla horrorizado como unos malvados hacen de las suyas con una pobre muchacha. La reacción del caballero no se hace esperar y corre presto en su ayuda. Con su espada hace jirones la pantalla de cine sobre la que sólo ve villanos. Los espectadores empezarán insultándole para acabar lanzándole cosas y echándolo a puntapiés de la sala. Toda una revisión del universo quijotesco.

Poco después de que comenzara oficialmente su rodaje en Méjico en 1957, la película se vio privada de cualquier apoyo económico que no saliera del propio Welles, ya que los productores de televisión se habían cansado de esperar la llegada del dichoso documental y habían cancelado el proyecto. Durante más de diez años, Welles hizo todo lo posible para que su don Quixote no se llenara de polvo y cada vez que las condiciones lo permitían llamaba a sus dos actores principales para continuar con el trabajo. Tanto Regueira como Tarkoff, enamorados como el propio director de aquello que estaban haciendo, acudían prestos allá donde les dijese. Ya fuera Méjico, Italia, Roma... el rodaje se interrumpía y se reanudaba, una y otra vez, poquito a poquito, hasta que la gélida dama llamó a la puerta de los dos protagonistas, que finalizados los sesenta murieron casi consecutivamente. Fue por eso que no se pudo acabar aquello que Welles tenía que contar al mundo, aunque permanecía indeleble en su imaginación.

El material rodado estuvo durante muchos años bajo alto secreto y se dice que Welles ensayó diferentes montajes pero que ninguno le satisfizo. A su muerte, Costa Gavras realizó una película de 40 minutos reuniendo parte del material que había cosechado Welles. Pero fue Jess Franco el que se calzó la gorra de detective para recopilar los más de cien mil metros de película que yacían dispersos en diferentes países, para enfrentarse al titánico trabajo de revisarlo, clasificarlo y ponerlo todo en orden. Para el montaje, se valió de ciertas instrucciones que Welles había dejado escritas antes de su fallecimiento en 1985. Aunque el resultado no fuera ni mucho menos como el que seguramente Welles tenía dentro de su cabeza, los 117 minutos que consiguió rescatar nos dan una muestra más que representativa de la terrible calidad que atesora la cinta y que fue exhibida por primera vez en la EXPO de Sevilla 92 para regocijo de los presentes. A pesar de sus contraindicaciones, toda una joya.