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art XX-XXI
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Oskar Kokoschka. Un rebelde de Viena en Bilbao
Redacción Homines.com
11/05/2023


La muestra, organizada por el Museo Guggenheim Bilbao y el Musée d’Art Moderne de París, y comisariada por Dieter Buchhart y Anna Karina Hofbauer, está compuesta por 140 obras, entre cuadros, dibujos, litografías, carteles y postales, que han sido prestadas por distintas colecciones europeas.

Se trata de una retrospectiva dedicada al artista austriaco Oskar Kokoschka (1886–1980). Pintor, poeta, escritor, ensayista y dramaturgo. Kokoschka, comenzó su carrera en la Viena de principios del siglo XX, al igual que Gustav Klimt (1862–1918) y Egon Schiele (1890–1918). Sus primeras obras escandalizaron tanto al público como a la crítica, que enseguida le calificó como “el gran salvaje” (Oberwildling). Su rica trayectoria personal y artística abarca la mayor parte del siglo XX, estando estrechamente ligada a los acontecimientos históricos de su tiempo.

  

No quiso ser encasillado en ningún movimiento artístico, de hecho, el único adjetivo que Kokoschka aceptó para sí mismo fue el de expresionista: “Soy un expresionista porque no sé hacer otra cosa que expresar la vida”. Fue un artista polifacético, pero su carrera estuvo dominada por el retrato, tanto de personas como de paisajes y de animales, en el que alcanzó una profundidad psicológica de tal calibre que sus estudiosos le han calificado como “pintor de almas”.

El radicalismo de sus comienzos le llevó a ser blanco de los nazis, que le señalaron como representante del “arte degenerado”. Esta lucha que mantuvo contra el fascismo a través de sus obras, le llevó a ser una figura influyente en la reconciliación europea tras la Segunda Guerra Mundial, participando de forma activa en la reconstrucción cultural de un continente devastado.

A través de las seis secciones de esta exposición podremos conocer toda su trayectoria, no sólo profesional sino personal.

'Un enfant terrible en Viena (1907–1916)', periodo en el que se enfrentó a los miembros de la Secesión vienesa y de los Wiener Werkstätte (Talleres de Viena, 1903–32), que buscaban la unidad de las bellas artes, con formas suaves y orgánicas.

  

    

‘Los años de Dresde (1916–1923)’, en esta ciudad, Kokoschka visitaba los museos para contemplar a Rubens, Tiziano y Rafael. Buscaba nuevas formas de expresión plástica. Las obras de este periodo se caracterizan por sus tonos intensos y luminosos, hábilmente yuxtapuestos, siguiendo con un trazo muy suelto las formas representadas.

‘Viajes y estancias en París (1923–1934)’, con el apoyo económico del galerista Paul Cassirer, Kokoschka comenzó a viajar por toda Europa, el norte de África y Oriente Próximo. En este periodo su paleta está definida por nuevas relaciones cromáticas y toques de luz, que parecen evocar sus rápidos desplazamientos por esos países.

En "Nueva Ciudad, Nueva Sociedad" se muestra los logros y carencias de la Nueva Política Económica (NPE), y en la visión peculiar de los constructivistas de Talin a Ginzburg, pasando por Alexander Rotchenko. En los tumultuosos años que siguieron a la Revolución, las vanguardias tuvieron la misión imposible de imaginar un nuevo mundo, y ésa era la idea detrás de la exposición original en el Museo Estatal de Leningrado.

    

‘Resistencia en Praga (1934–1938)’, en 1934 y tras la muerte de su madre de Kokoschka, en una difícil situación económica, emigró a Praga, ciudad natal de su padre, donde vivía su hermana Berta. Allí conoció a Olda Palkovskà (1915–2004), con la que se casaría en 1941. Desde Checoslovaquia, Kokoschka pudo observar cómo el cerco nazi iba asfixiando progresivamente a Europa. Con el fin de alertar a la población sobre el peligro inminente, publicó numerosos artículos y organizó conferencias. La exposición itinerante de “arte degenerado” organizada por los nazis incluyó nueve de sus cuadros, junto a muchas otras obras maestras de la vanguardia europea. Su ‘Autorretrato’ de un “artista degenerado” (1937) fue su respuesta ante este hecho.

En ese contexto, su trabajo se presenta como un cuestionamiento de la situación adquiriendo un carácter idílico y resplandeciente inédito hasta ese momento. Su pincelada describe con precisión la naturaleza frondosa que invade el lienzo, escenario de enigmáticas imágenes.

‘Exilio en Inglaterra (1938–1946)’, allí llevó una vida modesta junto a Olda Palkovskà, entre Londres y Polperro (Cornualles), donde el pintor comenzó, con ‘El cangrejo’ (1939–40), una serie de obras alegóricas sobre Europa en guerra. Estas pinturas, realizadas en pequeño formato debido a la dificultad para adquirir materiales, son un testimonio único del dramático periodo que Kokoschka tuvo que superar. Los motivos que adoptó entonces proceden de múltiples ámbitos, como la mitología, la sátira e, incluso, lo popular. Kokoschka no se limitó meramente a comentar las circunstancias del momento, sino que, mediante la publicación de artículos y la creación de carteles que después exhibía, también afirmó su pacifismo y la necesidad de una reconciliación. En 1947 obtuvo la ciudadanía británica, que le permitiría volver a viajar por Europa. Sin embargo, aunque enseguida acudió a Viena a visitar a su familia, no quiso volver a instalarse allí. Aquel mismo año, la Kunsthalle de Basilea organizó una importante retrospectiva de su obra, que lo consagró como artista y protagonista clave en la reconstrucción de la cultura europea.

   

‘Un artista europeo en Suiza (1946–1980)’, en 1949, el Museum of Modern Art de Nueva York le dedicó a Kokoschka una amplia retrospectiva, que le consagró como artista internacional y le permitió realizar más retratos de importantes políticos. A partir de 1953 se estableció en la ciudad suiza de Villeneuve, a orillas del lago Lemán. En este periodo, Kokoschka se definía como gran europeísta y ferviente defensor de un continente unido. A la búsqueda de la (re)construcción de una cultura europea común, el artista representó cada vez más escenas mitológicas y tragedias griegas. Desde el mito de Prometeo hasta la comedia de Aristófanes Las ranas, recurría a estas historias ejemplares como vía para analizar esa coyuntura en Europa y ofrecer un comentario crítico de la misma.

Sus obras tardías pusieron de manifiesto una radicalidad pictórica próxima a la de su trabajo inicial e inspiró a las nuevas generaciones de artistas. Kokoschka mantuvo hasta el final una fe inquebrantable en el potencial subversivo de la pintura como vehículo para la emancipación y la educación.

Como puede verse en esta gran exposición, Kokoschka no dejó de reinventarse a lo largo de su carrera, que abarcó casi la totalidad del siglo XX, ya que comenzó en la primera década del siglo y concluyó a finales de los años 70.


Oskar Kokoschka. Un rebelde de Viena

Museo Guggenheim de Bilbao
Avenida Abandoibarra, 2 48009 Bilbao, España
Desde el 17 de marzo hasta el 3 de septiembre de 2023

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