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La Crucifixión de Picasso
Lourdes Peláez Cano
14/5/2004


Recopilación y selección de imágenes
Susana Hermoso-Espinosa

                         "Es necesario que te veas morir para que sepas que aún estás vivo"
                                                                           
                                                                                  Paul Eluard

En 1930 Picasso pinta La Crucifixión. Se trata de una tabla de pequeñas dimensiones cargada de metáforas y guiños a su propia obra. Picasso, agnóstico declarado, realizó a lo largo de toda su vida numerosos estudios sobre la figura de Cristo y es que, a pesar de todo, al artista le resultó difícil sustraerse al fuerte influjo de la religión cristiana que imperaba en su España natal. Un hecho importante es que el tema cristológico aparece en la obra de Picasso en momentos especialmente críticos de su vida.

Así, La Crucifixión de 1930 viene a coincidir con un periodo de desasosiego en la vida del artista. Este periodo abarca desde 1925 hasta los años 40, coincidiendo con la época de entreguerras en Europa y la Guerra Civil Española, donde Picasso pudo descubrir el horror y la barbarie que es capaz de sembrar el hombre a su alrededor. En su vida privada, la situación no era muy diferente. Su matrimonio con Olga Koklova era insostenible, el enfrentamiento entre ambos era constante. Para terminar de desestabilizar la situación en 1927 aparece, en la vida de Picasso, Marie Therese Walter, una joven con la que el artista comenzará una relación sentimental. El inicio de esta etapa coincide con una obra fundamental en la producción artística picasiana, estamos hablando de La Danza. Dentro de este periodo se inscribe otra obra cumbre, Guernica.

A través de este artículo, intentaremos desentrañar el sentido de La Crucifixión y veremos su conexión con las obras antes citadas ya que en muchos aspectos se trata de una obra clave que contiene elementos fundamentales para desarrollar su creación posterior más importante, esto es Guernica y las series dedicadas a la tauromaquia.

En La Crucifixión aparecen representados los grandes temas que siempre bsesionaron a Picasso: la muerte, el sufrimiento, la religión, los ritos ancestrales, el sacrificio de víctimas inocentes. Todo bajo la atenta mirada de quien se sabe conocedor de los instintos más bajos que es capaz de sentir el hombre y de quien se recrea ante tal espectáculo. Picasso, en su constante afán de ir un paso hacia delante, se enfrenta a su propio yo y trata de encontrar nuevos campos de investigación que le abra las puertas de la creación. En este sentido, va ser de vital importancia el nuevo grupo de amigos, alejados del encorsetado círculo de la alta sociedad al que había accedido tras su matrimonio con Olga y que ya le resultaba asfixiante.

                                                  

Desde mediados de los años veinte, observamos como Picasso va a sentirse atraído hacia el surrealismo, movimiento que había sido fundado en 1924 por André Breton tras la disolución de Dadá. Reivindicaban la importancia del sentimiento, el inconsciente y la locura por encima de la razón. Picasso nunca se adscribió al movimiento surrealista pero compartía con estos el interés por numerosos temas, sobre todo aquellos relacionados con el lado más oscuro e irracional de la conducta humana. También se interesaron por las numerosas prácticas religiosas así como por la mitología y los rituales primitivos. De todo ello dan cuenta numerosos artículos publicados en revistas como Minotaure y Documents.

Uno de los más importantes articulistas era Georges Bataille, quien en esta época mantenía una estrecha relación de amistad con Picasso. Sus mutuas influencias se verán reflejadas en sus trabajos. Artículos como Soleil Pourri o L'art primitif, son una buena muestra de la corriente de pensamiento que ambos compartían.

Especial importancia cobran los estudios de Sigmund Freud sobre la histeria, los traumas infantiles relacionados con la sexualidad y las prácticas religiosas. Uno de los temas más interesantes tratados por Freud, es el enfrentamiento constante que se produce en el individuo entre Eros y Tánatos. La obra de Picasso en esta época bascula entre estos dos polos. En cuadros como La Danza y La Crucifixión este enfrentamiento es patente. En ellos domina la pulsión de muerte que posee tres niveles: "en el plano biológico la pulsión de muerte nos vendría representada por el sadismo; en el plano cultural por esa frustración que es en definitiva el sentimiento de culpabilidad; en el plano psicológico por el fenómeno de la angustia" [1]. En este ámbito, es donde una obra como La Crucifixión puede llegar a adquirir todo su significado. Sadismo, culpabilidad y angustia pueden rastrearse en esta obra bajo el aspecto de religiosidad. Para Picasso la escena de la crucifixión, tratada bajo la apariencia del cristianismo, esconde un significado más amplio. No se trato sólo de representar la muerte de Cristo, va más allá en su búsqueda constante de mostrar la angustia vital, la capacidad del ser humano de infligir dolor, el sufrimiento que ese dolor causa a su vez y sobre todo, el sacrificio. Un sacrificio disfrazado de necesidad, planteado como un hecho inevitable, una suerte de exorcismo que conseguirá salvar a un colectivo más amplio y permitirá conservar un ápice de esperanza. Bajo todo ello subyace la idea de Picasso de que el monstruo o, en esta caso, el semidiós debe morir para sentirse con más fuerza la vida.

A lo largo de toda su producción artística hemos podido ver como Picasso se ha parapetado tras diferentes personajes que actuaban como alter ego. De este modo, el artista volcaba su experiencia vital en el personaje representado. Entre los ejemplos más importantes cabe destacar la figura del arlequín y más claramente el minotauro. En el cuadro que nos ocupa es la figura de Cristo crucificado la que va a funcionar como alter ego. De todos es sabido el carácter marcadamente antirreligioso de Picasso pero, en los momentos más difíciles de su existencia, la figura de Cristo crucificado aparece en su obra. En este sentido Arianna Stassinopoulos escribe: "El catolicismo […] no era una respuesta para Pablo […] Rechazó la iglesia, pero durante toda su vida Cristo fue el símbolo de su propio sufrimiento" [2]

Desde su infancia tenemos constancia de la presencia de dibujos en los que aparece Cristo crucificado. Stassinopoulos en su obra Picasso. Creador y destructor, cuenta, a modo de anécdota, como el joven Pablo ante la enfermedad de su hermana Concepción hizo la promesa de dejar de pintar si ella se salvaba.

La muerte de Conchita, fue interpretada por el pintor como una señal divina por la cual ya nunca abandonaría los pinceles. Por otro lado, sintió el abandono del que había sido objeto por parte de Dios, quien no había oído sus plegarias.

Casualmente cada vez que en la vida de Picasso aparece un obstáculo, en su obra se refleja con la presencia de dibujos de Cristo crucificado. Así, en 1915 encontramos un estudio del Crucificado. Esto coincide con dos acontecimientos que trastocaron su vida en aquel momento. Por un lado la muerte prematura de Eva Gouel; por otro lado, la conversión de su íntimo amigo, el poeta Max Jacob, que toma el nombre de Cipriano, uno de los nombres de pila con que había sido bautizado Picasso.

Ya hemos aludido a sus problemas vitales entre los años veinte y treinta. Coinciden con dos obras especialmente interesantes. La Danza, de 1925, en la que algunos estudiosos han querido ver un reflejo de crucifixión en el personaje central que eleva sus brazos, y la figura distorsionada de la izquierda del lienzo a la que se la ha comparado con María Magdalena. Entre 1927-30 realiza numerosos estudios sobre la crucifixión que cristalizarán en la pequeña tabla que nos ocupa. Posteriormente volverá a aparecer en 1932, en 1938 -con especial violencia- y así a lo largo de toda su existencia.

La Crucifixión de 1930, se trata de una obra de reducidas dimensiones, 50 x 65 cm. Este hecho dio que pensar a numerosos investigadores a cerca de su carácter, en muchos casos ha sido tomada como un ensayo para ser convertida en una obra de mayor tamaño que Picasso no llegó a realizar. En realidad poco importa esta hecho, lo que sí podemos asegurar es que debió de ser muy importante para el propio pintor ya que jamás se desprendió de ella.

Es una obra impactante por diversos motivos. Por un lado, Picasso hace uso de colores muy brillantes entre los que destacan los amarrillos y los rojos junto a las tonalidades azules y verdosas. Por otro lado, llama la atención la diferencia de escalas y proporciones; sobretodo por la violenta descomposición a la que Picasso somete a las figuras. Esta descomposición física implica al mismo tiempo distorsiones psicológicas y emocionales. Es una obra de marcado carácter expresionista.

El hecho de que Picasso, quien proclamaba su ateísmo a los cuatro vientos, trate de manera tan cuidada esta obra, puede explicarse como una necesidad del artista de hacer una lectura personal sobre un tema considerado, desde siempre, primordial y que ha sido representado hasta la saciedad a lo largo de toda la Historia de Arte.

En esta obra de Picasso, cobra carta de naturaleza el sufrimiento infligido a Cristo, hasta el punto que podemos tomar como verdaderos protagonistas del cuadro los Instrumentos de la Pasión. Estos aparecen representados con gran realismo frente a la personajes que en gran medida han perdido si apariencia humana.

Podemos reconocer claramente la lanza, que adquiere extraordinarias dimensiones; así como la escalera, utilizada para que una pequeña figurilla clave las manos de Cristo a la cruz. Pero llama especialmente nuestra atención el objeto situado en el extremo superior izquierdo del cuadro. Ha sido interpretado como la esponja empapada en vinagre que se aplicaba a las heridas de Cristo para multiplicar su dolor, su presencia es verdaderamente amenazadora.

La Crucifixión no se ciñe sólo al cristianismo sino que trata de ser una síntesis de los aspectos religiosos más diversos y que abarcan la mitología y ceremoniales primitivos.

Estudiosos como Ruth Kaufmann han querido ver en esta obra la influencia de la miniatura medieval. Esto explicaría las reducidas dimensiones de la tabla. El uso de los colores brillantes unido a la plenitud nos remiten a los códices miniados. Kaufmann relaciona esta obra con los manuscritos de Saint Sever y del Beato de Liébana. Picasso imprime a esta obra una mirada primitivista que se ve reforzada por el uso de la frontalidad, para representar a los ídolos; y de la simultaneidad, esto es, hechos que ocurren de forma sucesiva, el artista los presenta ocurriendo en el mismo momento. Otra posible influencia se centra en La Crucifixión de Andrea Mantenga. Mary Edwards reconoce correspondencias formales con esta obra. Ambas ofrecen una visión sesgada de la composición que se corta bruscamente en la parte superior sobre la cabeza de Cristo, en ambas adquiere especial importancia la escena de los soldados que se juegan la túnica de Cristo a los dados.

Desde el punto de vista iconográfico, es una de las obras más complejas dentro de la producción artística picasiana. No en vano recoge sus grandes obsesiones. Es una muestra de la increíble capacidad de asimilación del artista de todos aquellos temas que tenían para él alguna importancia.

Centrando la composición encontramos la figura de Cristo crucificado. Esta figura ha sido estilizada, perdiendo su carácter humano. Investigadores como Barr y Ruth Kaufmann, establecen paralelismos entre esta figura y los ídolos cicládicos prehistóricos [3]. Picasso, lo representa en el momento en que está siendo clavado a la cruz por una pequeña figurilla. Nada se refleja en su rostro, las muestras de dolor y angustia nos llegan a través de otros personajes que estudiaremos más adelante. A la derecha del cuadro, aparecen representados dos elementos interesantes que ayudarían a ampliar el significado de esta obra. La más cercana a la figura de Cristo nos muestra un perfil inscrito en un óvalo y unido a ella, un triángulo. Este símbolo haría alusión a Mitra, dios benéfico asociado a los ritos solares, fertilizó la tierra con la sangre de un toro sagrado. Es representado sacrificando a un toro y aparece tocado con un gorro frigio que tiene forma triangular. En el cuadro, esta figura integraría al sol y a la luna y cumple la misma función que Cristo. La extraña figura que aparece a su derecha, ha sido interpretada por Kaufmann, como la alusión nuevamente a una figura ritual, quedando encuadrada dentro del contexto surrealista: "… formaría el tercer eslabón de un triunvirato iconográfico muy cohesivo de figuras generalizadas del culto […] las tres imágenes están unidas por la similitud de su postura, que es simétrica y frontal, en contraste con las otras figuras del cuatro..." [4].

A la izquierda del cuatro, aparece representada otra extraña figura, que podemos reconocer por el perfil del rostro. Eleva la cabeza y abre la boca lanzando un grito de dolor. Esta figura nos trae a la retina las imágenes de las bañistas petrificadas, que Picasso había realizado en el verano de 1927. Estas imágenes de figuras petrificadas se asocian a las muestras, de asombro. Como tendremos ocasión de tratar más adelante, Picasso retoma imágenes de su obra anterior dotándolas de un nuevo significado y adaptándolas a las circunstancias de la obra que le ocupa.

Tras esta figura, vemos un nuevo personaje, se trata del centurión encargado de rematar a Cristo, clavándole la lanza. Aparece a lomos de su caballo, es el personaje más realista de la composición. No es difícil encontrar similitudes entre esta figura a caballo y las representaciones del picador en las series que hacen alusión a la tauromaquia. Su presencia en la tabla no es gratuita. Cierra el significado entorno a los rituales de sacrificio que comparten Mitra, Cristo y el toro, según los cuales la víctima inocente debe ser inmolada para beneficio de un grupo humano más amplio.

En el extremo inferior izquierdo, yacen los ladrones que han sido crucificados junto a Cristo. El modo de representarlos es similar a la figura de Jesús. Kaufmann relaciona esta obra con uno de los pasajes del Manuscrito de Saint Sever, en su opinión Picasso se inspiró en él para su representación: "Las figuras de brazos y piernas que se extienden en esta escena de El Diluvio parecen ser las fuentes probables de los ladrones de La Crucifixión". [5]

En el extremo inferior derecho, Picasso representa la escena de los soldados que se juegan las vestiduras de Cristos a los dados. Estos personajes permanecen ajenos al dantesco espectáculo que se desarrolla a sus espaldas y centran su atención en los dados. Nuevamente los personajes aparecen despojados de su aspecto humano, Picasso reduce sus cabezas y las confronta con otras partes del cuerpo, que adquieren mayores proporciones. En cuanto a la introducción del tambor, sobre el que se lanzan los dados, Kaufmann nos ofrece a través de sus notas una explicación bastante interesante:

"El tambor, aunque no sea un motivo convencional en las crucifixiones, fue empleado tradicionalmente por los soldados como mesa de juego. En consecuencia, aparece también en la pintura, como puede ser visto en El árbol de la horca de Jacques Callot […] Aunque esta no sea, per se, una escena de crucifixión, el árbol de la horca tiene forma de cruz. Como interesante comparación con La Crucifixión de Picasso, hay también una escalera apoyada contra el lado izquierdo del árbol, mientras los soldados que juegan sobre el tambor están situados a la derecha frente al árbol". [6]

Con esta introducción del juego dentro de una escena trágica, Picasso parece quitar hierro al asunto, aunque también muestra un defecto más del hombre, su capacidad de mostrar indiferencia ante el dolor ajeno. Por otro lado, Picasso sentía especial interés por la representación de juegos en su obra y el azar era un de los temas predilectos de los surrealistas.

Queda por dilucidar que lugares ocupan los dos personajes restantes en la obra. Es en este punto donde hemos encontrado mayores dificultades. Como en toda composición que trata el tema de la crucifixión, no puede faltar en ella la figura de María Magdalena, así como tampoco el personaje de la Virgen María. Desde 1927 rondaba en la cabeza de Picasso la idea de realizar una crucifixión, y ya en los primeros bocetos y estudios sobre el tema adquiere especial importancia la figura de la Magdalena. En todos ellos, el nexo común bajo el que Picasso la representa es el carácter sexual. En muchos casos, como ocurre en un dibujo de 1929, el pintor recurre al juego de hacer coincidir los ojos, nariz y boca con la representación del aparato genital masculino.

Un rasgo que caracteriza a María Magdalena, es que se la representa con los brazos elevados y las manos entrelazadas en señal de plegaría. Para tratar de dilucidar este asunto, hay que recurrir a las explicaciones de los expertos, si nos atenemos a Kaufmann, Magdalena se encontraría situada en el extremo derecho del cuadro, la delatarían los brazos elevados. Llama la atención, la forma inhumana que adquiere la cabeza. Para esta autora, ésta toma forma de mantis religiosa, con lo cual las connotaciones sexuales del personaje son bastante claras. Rafael Jackson, coincide con esta teoría del mimetismo, para este investigador, Picasso "ajusta esta iconografía al signo de los tiempos" y lleva a cabo este tipo de "deslizamientos inspirados en la entomología […] Sólo a través de este proceso puede entenderse el desdoblamiento de las santas mujeres en mantis…" [7]

Por su parte Roland Penrose, escribe a este respecto: "Magdalena está en lo alto, a la derecha de la cruz y sus brazos han sido trasladados a una figura alta -símbolo de invocación- situado cerca del borde derecho del cuadro […] ha adquirido una forma más estilizada". [8]

En cuanto a la figura femenina, que junto a Jesucristo aparece centrando la composición, ambos investigadores se muestran de acuerdo en reconocer en ella a la Virgen María. Llama asombrosamente la atención el modo de representarla. Aparece con la cabeza elevada, la boca se abre amenazadora mostrando los dientes puntiagudos; nada que ver con la representación a la que estamos acostumbrados. De ahí, surge la duda con respecto a si verdaderamente esta figura es la imagen de la Virgen. Kaufmann, no explica claramente este hecho, se limita a relacionarla con la obra de 1929, Mujer en un sillón. Por su parte, Penrose considera que esta figura si es la de la Virgen, que no puede contener su dolor ante el espectáculo atroz al que asiste. Su hijo está siendo clavado en la cruz y el centurión amenaza con clavarle la lanza en el costado. Es lógico pensar, que tal sufrimiento haga posible una reacción tan dramática y efectista como la que se nos muestra.

Eugenio Carmona, relaciona esta figura con la iconografía de medusa: "Sus ojos son, en este caso, dos intrigantes manchas negras como las órbitas oculares vacías de una calavera, pero la delatan pelo, boca y dentadura".[9]

La Crucifixión de 1930, es una obra muy interesante porque, como hemos podido observar, en ella se dan cita los grandes temas que interesaban al artista. Es una obra fundamental, que actúa como obra puente entre dos obras cumbres del pintor, La Danza y Guernica. Hay una serie de temas, que vemos que Picasso repite una y otra vez, haciendo uso de un código flotante que convierte al espectador en cómplice de sus obsesiones.

Esta obra puede considerarse clave para explicar obras posteriores, junto a Guernica se situaría la serie dedicada a la Minotauromaquia. En palabras de Russell:

"La crucifixión, la corrida y los desastres de la guerra tienen en común el hecho de centrarse entorno a una víctima inocente. Estos tres temas se aúnan para ilustrar la gran capacidad de causar la muerte que tiene el ser humano, y (especialmente en el caso de la crucifixión) la necesidad que siente de una nueva vida mediante la resurrección". [10]

Tras un cuadro de aparente temática religiosa, vemos como el genio de Picasso, ha creado todo un canto al dolor, al sufrimiento y al sacrificio. Ha convertido esta obra en el símbolo de la tragedia humana. El hombre, amparándose bajo el manto de la religión, trata de exculparle de un suceso que era inevitable.



[1]: MORA MÉRIDA, J.A.: Freud: de la líbido al eros. La coherencia del discurso freudiano. Universidad de Málaga, 1979, pág. 145.

[2]: STASSINOPOULOS, A.: Picasso. Creador y destructor. Ed. Maeva-Lasser. Navarra, 1988, pág. 32.

[3]: KAUFMANN, R.: "La crucifixión de Picasso de 1930". En Combalia Dexeus, V. (Ed.) Estudios sobre Picasso. GG Arte. Ed. Gustavo Gili. Barcelona, 1981., pp. 165

[4]: Ibídem., pp. 166-167.

[5]: Ibídem., pág. 168.

[6]: Ibídem., pág. 171.

[7]: JACKSON, R.: Picasso y las poéticas surrealistas. De la biología a lo sagrado. Ed. Metáfora del Movimiento Moderno. Madrid, 2000, pág. 170

[8]: PENROSE, R.: Picasso. Su vida su obra. Ed. Argos Vergara. Barcelona, 1981, pág. 229.

[9]: CARMONA, E.: "Iconografía del desasosiego. Picasso y la fábula de Medusa (1925-37)". Revista Anthropos nº.6. pp. 55-58.

[10]: RUSSEL, F.D.: El Guernica de Picasso. El laberinto de la narrativa y de la imaginación visual. Ed. Nacional. Madrid, 1981, pág. 10.


Índice iconográfico

-La Crucifixión (1930), Pablo Ruiz Picasso, óleo sobre lienzo, 50 x 65'5 cm., Musée Picasso, París.

- Fotografía de Olga Koklova, primera esposa de Picasso, 1917.

- Retrato de Marie-Therese Walters, 1927.

- Guernica (1937), Pablo Picasso, óleo sobre lienzo, 349'3 x 775'6 cm., Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

- Georges Bataille, aproximadamente 1933.

- Max Jacob y Picasso en París, 1905 aproximadamente.

- Dibujo preparatorio de La Crucifixión (1929-30), Pablo Ruiz Picasso, tinta sobre papel, 24'5 x 31 cm., Colección Privada.

- La Crucifixión (1930), Pablo Ruiz Picasso, óleo sobre lienzo, 50 x 65'5 cm., Musée Picasso, París.

- Dibujo preparatorio de La Crucifixión (1929-30), Pablo Ruiz Picasso, tinta sobre papel, 24'5 x 31 cm., Colección Privada.

- Dibujo preparatorio de La Crucifixión (1929-30), Pablo Ruiz Picasso, tinta sobre papel, 24'5 x 31 cm., Colección Privada.

- Dibujo preparatorio de La Crucifixión (1929-30), Pablo Ruiz Picasso, tinta sobre papel, 24'5 x 31 cm., Colección Privada.

- Crucifixión (1457-59), Andrea Mantenga, temple sobre tabla, 67 x 93 cm., Musée Louvre, París.

- La Danza (1925), Pablo Ruiz Picasso, óleo sobre lienzo, 215 x 142 cm., Tate Gallery, Londres.

- Desnudo (Mujer sentada) (1929), Pablo Picasso, óleo sobre lienzo, 195 x 129 cm., Musée Picasso, París.

- Minotauro (1933), Pablo Picasso, punta de plata sobre papel, 26'9 x 19'9 cm., Biblioteca Nacional de Madrid, España.


Bibliografía

-CARMONA, E.: "Iconografía del desasosiego. Picasso y la fábula de Medusa (1925-37)". Revista Anthropos nº.6. pp. 55-58

- GIRARD, R.: La violencia y lo sagrado. Ed Anagrama. Barcelona, 1983

- JACKSON, R.: Picasso y las poéticas surrealistas. De la biología a lo sagrado. Ed. Metáfora del Movimiento Moderno. Madrid, 2000

- KAUFMANN, R.: "La crucifixión de Picasso de 1930". En Combalia Dexeus, V. (Ed.) Estudios sobre Picasso. GG Arte. Ed. Gustavo Gili. Barcelona, 1981. Pp. 163-172

- MORA MÉRIDA, J.A.: Freud: de la líbido al eros. La coherencia del discurso freudiano. Universidad de Málaga, 1979

- PENROSE, R.: Picasso. Su vida su obra. Ed. Argos Vergara. Barcelona, 1981

- RAMÍREZ, J.A.: Picasso el mirón y la duplicidad. Ed. Alianza. Madrid, 1994

- RUSSEL, F.D.: El Guernica de Picasso. El laberinto de la narrativa y de la imaginación visual. Ed. Nacional. Madrid, 1981

- SEBASTIÁN, S.: El Guernica y otras obras de Picasso: contextos iconográficos. Departamento de Historia del Arte, Universidad de Murcia, 1984

- STASSINOPOULOS, A.: Picasso. Creador y destructor. Ed. Maeva-Lasser. Navarra, 1988