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El perfil gótico del Puente de Carlos (Karluv most), uno de los símbolos turísticos de Praga, comenzó a configurarse hace 650 años por orden del rey Carlos IV, quien tras consultar con astrólogos buscó una fecha y hora exacta que diera lugar a un número capicúa para la colocación de la primera piedra.
De esta forma surgió el número ‘135797531’, que refleja el año 1357, el día 9, el mes de julio y las 05:31 horas en que comenzó la construcción sobre el río Moldava del mencionado puente, reflejo del interés de la corte de Carlos IV por la astrología.
Miles de personas celebraron durante la noche la efemérides del 650 aniversario, que culminó con la bendición de ese símbolo de piedra por el gran maestre de la orden de los Caballero de la Cruz, Jiri Kopejsko, cuya congregación regentó la administración y mantenimiento de esta obra única. Ante tan grandioso exponente de la arquitectura medieval, que tardó cincuenta años en finalizarse con la ayuda de herramientas avanzadas para su tiempo, el gran maestre aludió al rechazo de la cicatería, de lo que surge la riqueza, y ‘no sólo riqueza material sino espiritual’.
Durante la noche regresaron al puente los caballeros templarios, juglares, tamborileros, herreros, panaderos y representantes de otros gremios, mientras que cada una de sus estatuas cobró vida para explicar a los viandantes su propio relato.
El monarca y emperador del Sacro Imperio Carlos IV de Luxemburgo (1316-1378) no sólo está en los orígenes del puente, sino que Praga le debe buena parte de su fisonomía arquitectónica, pues fue artífice de la Catedral de san Vito y de la Universidad Carolina, la más antigua de Centroeuropa. La primera ceremonia oficial que vio esta construcción, antes de ser acabada, fue el cortejo fúnebre del propio rey, enterrado en un modesto panteón en San Vito. El puente ha sido, por su importancia estratégica, testigo de episodios épicos de la defensa de la ciudad durante varios de sus sitios. Los ejércitos suecos fueron aquí frenados y así se evitó el asedio de la Ciudad Vieja, en el margen derecho, durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).
Construido, según la legenda, con mortero mezclado con vino de Bohemia y huevos crudos, la obra ha sufrido numerosos embates del Moldava, y no pocas veces quedó desfigurada, aunque siempre fue reconstruida según los cánones góticos originales. Es además una galería de estatuas a cielo abierto, que fueron añadidas desde principios del siglo XVIII, durante los reinados de los Habsburgo José I y su hermano Carlos VI, para dar realce y belleza a esta vía de comunicación. Un total de treinta grupos escultóricos, quince a cada lado del puente, componen esa galería, en la que no faltan los santos españoles Vicente Ferrer, Francisco de Borja y Francisco Javier. La estatua de San Ignacio de Loyola también figuraba antiguamente, pero la riada de 1890 acabó con ella, y en su lugar en 1938 se colocó la de los santos Cirilo y Metodio, patrones del país eslavo y de Europa.
El próximo agosto, el viejo puente será objeto de grandes trabajos de restauración del sistema de drenaje, averiado por una renovación defectuosa en los años 70.