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El accionismo de Jorge Restrepo en un lugar de fuertes 'golpes'
Ramón Caballero
02/07/2013


Jorge Restrepo es tan colombiano como hondureño. Nació en Cali en 1961, y cuando tenía diez años veía de cerca la pintura, guiado por el maestro Gabriel Duque en Medellín. En los años de juventud llegó a estudiar en la Escuela Agrícola Panamericana (EAP) de El Zamorano, emocionándose entonces por ser ‘catracho’.

Fotografía de Jorge A Espinosa Fotografía de Jorge A Espinosa Página 8 de la cartilla

En el segundo quinquenio dosmilino, Restrepo decide migrar del lienzo único a la práctica accional, un punto de vista que le permitiría integrar las nociones de suceso, performance, interacción, intervención e instalación en un solo campo ‘generológico’. Por lo demás, no podemos obviar que su formación multifacética —agrónomo, profesor, administrador y relacionador— ha llegado a ser una de las causas hacedoras de credibilidad y de innovación en su obra, y la otra, la sociedad y el arte de este tiempo. Y con ellas, la continuidad como figura antropológica, prendida más de la comunicación que de la forma y el asunto; y esto porque hay una importante diferencia entre la exposición sociológica y la interacción social.

El 29 de septiembre de 2009 Restrepo organizó una de estas acciones en la escuela de El Zamorano, llamándola Caligrafía. El primer tramo accional fue la elaboración y reproducción de una ‘versión intervenida’ del Cuaderno de Escritura y Ortografía de Primer Grado: en la portada un niño termina de escribir en la pizarra ‘el golpe’, y en el primer renglón de las páginas interiores se lee directamente ‘golpe – golpes – el golpe’ (pág. 1), ‘¿Qué es un golpe?’ (pág. 2), y en la última: ‘Por un golpe me castigan’ (pág.8); y en el segundo renglón, con letra punteada, frases inconclusas como ‘golpe –...’ (pág. 1), que el ‘examinado’ podía terminar.

El segundo tramo fue la aplicación de este mismo ‘examen caligráfico’ a 92 estudiantes universitarios, quienes al concluirlo lo intercambiaron para observarse mutuamente sus escrituras, algo que fue documentado extensamente por el fotógrafo Jorge Espinosa.

Fotografía de Jorge A Espinosa Fotografía de Jorge A Espinosa Fotografía de Jorge A Espinosa

Esta obra, como muchas de las que ahora produce Restrepo, puede caracterizarse como una acción didáctica, por su método. La noción de conocimiento reflexivo es tan central como la de organización creativa en esta propuesta, co­fundiendo los procesos de educación, creación y comunicación en un arte como realidad pedagógica y social. Esta es la belleza y la profundidad de la Caligrafía restrepense. Lo mismo que deseaba el concretista Maciunas, cuando decía que es preferible el mundo de la realidad a la abstracción artificial de la ilusión [Nota 1].

En tanto el arte es una realidad hablamos ya de pertinencia. En las cartillas de Caligrafía lo que tenemos es la indicación, la pregunta y la admiración como rayas que connotan la palabra golpe, proponiendo este dispositivo elemental —el cuadernillo de ejercicios— como medio para re­ver la noción. Cuando Restrepo ‘examinó’ a los alumnos deseaba eso, conocer la dimensión que cada quien le adjudicaba. En la cartilla no se escribió Golpe o ‘golpe’ o golpe, sino golpe, el golpe, golpes, un golpe, los golpes, como si los estudiantes universitarios fueran unos niños ¡sin razón ideológica!.

La caligrafía del golpe’ como experiencia escolar y el Golpe de Estado en Honduras como experiencia política real y mediática, al entramarse efectivamente en el salón de clases —el mismo año del Golpe—, ofrecieron una maravillosa plaza para el reconocimiento lógico e ideológico del sujeto. Como curador de la acción, recuerdo bien la aspiración de Restrepo: era corroborar que no siempre somos capaces de tomar seriamente las causas ni los efectos, que aislamos el hecho de su pasado, contexto y proyección, atomizándolo sea por ignorancia, cálculo o emoción.

 Fotografía de Jorge A Espinosa Fotografía de Jorge A Espinosa Fotografía de Jorge A Espinosa

Fotografía de Jorge A Espinosa Fotografía de Jorge A Espinosa Fotografía de Jorge A Espinosa

En efecto, la falta de conocimiento histórico, político y económico, nacional e internacional, a la mayoría nos hizo creer que a pesar de los conflictos cada vez más evidentes entre clases y sectores, entre gobierno y empresarios, los golpes de Estado no podían regresar porque nuestra democracia ya estaba madura para gestionar todo a través de la negociación y el diálogo. La obra de Restrepo es, por esto mismo, una esquirla, una silenciosa pero brutal ironía sobre nuestras formas —achatadas, diría Arzú Quioto— de pensar el mundo. Caligrafía no habla entonces del Golpe, sino del ‘golpe’, del golpe que funda nuestra ignorancia ‘congelada’ en aquellos primeros años en que nuestros ojos y manos apenas pueden resolver los garabatos.

Esto lo que el artista cuestiona al pedirle a un grupo de universitarios que realicen un examen elemental de caligrafía. ¿Qué es un golpe­? (pág. 2) les pregunta, y después de afirmaciones y admiraciones, hay una respuesta: ‘Por un golpe me castigan’ (pág.8). Insistimos en que la reflexión de Restrepo no es ya sobre el Golpe, que pudo haber ocurrido o no, sino sobre los ‘golpes’ que ocurren, entre otras razones, por carecer de una educación que soslaya la crítica y el cambio.

Fotografía de Jorge A Espinosa Fotografía de Jorge A Espinosa Fotografía de Jorge A Espinosa

El cambio es la premisa estética e ideológica que, después de todo, deja ver la obra de Restrepo. En Caligrafías hay deseo de cambiar el mundo por medio de la percepción y la reflexión. Pero no hay ingenuidad, una cosa es el mundo real, y otra el arte como realidad. La realidad del arte tiene un límite: es comunicación, es pura experiencia simbólica. Aunque desde luego, el participante tiene un campo de vida más amplio, donde lucha y trabaja como persona y clase social.

Para finalizar deseo subrayar un hecho: que Restrepo ha sido uno de los principales actores del arte público en Honduras, ensayando locaciones y temas tan diversos como las complejidades sociales, sin buscar el prestigio de las museografías urbanas ni la belleza solemne que nace del encierro tallerístico. Su obra es un verdadero trabajo de campo, ejecutado siempre colectivamente. De esta sólida faceta han dado cuenta los críticos hondureños Carlos Lanza y Allan Núñez, quienes han participado además como curadores en algunos de sus proyectos.


Nota 1:George Maciunas, citado en Edward Lucie-Smith, 2000, Arte del siglo XX, Könemann, Colonia, pág. 288.

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DATOS DEL AUTOR:

Ramón Caballero (Taulabé, Honduras), 1974. Incursionó en la crítica de arte una vez que finalizó su magisterio en artes plásticas en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1994; obtuvo una especialidad en literatura en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán en 2006.
Ha publicado distintos libros sobre arte hondureño y ofrecido conferencias sobre arte contemporáneo. Tiene amplia experiencia como curador de exposiciones individuales y de bienales y antologías en Centroamérica.