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El Castillo de Cote: un Donjon tetraabsidal en la España del siglo XIII
Juan Diego Caballero
09/01/2009


Cuando el viajero se dirige hacia las tierras del antiguo reino de Granada desde el valle del Guadalquivir, por la Sierra Sur de la provincia de Sevilla, acabará encontrándose una línea de fortalezas que fueron levantadas en los últimos siglos de la Edad Media. Se trata de la ‘banda morisca’, un conjunto de castillos y torres mediante el que el reino de Castilla pretendía controlar posibles incursiones de ejércitos musulmanes desde el sultanato nazarí de Granada hacia las tierras recién conquistadas de la Andalucía cristiana. Un proceso que había culminado con la toma de Sevilla en 1248 por el rey Fernando III el Santo. Tal dispositivo defensivo, dotado de sus correspondientes guarniciones militares, se basaba en el principio de control visual del territorio y constituía una verdadera frontera entre dos mundos bien diferenciados. En muchos casos, el mantenimiento operativo de los castillos fue entregado a las órdenes militares, que recibieron estas tierras, en diversos lotes, con sus correspondientes señoríos jurisdiccionales.

Vista general del Castillo de Cote

Entre el elevado número de castillos que pueblan la zona, uno de ellos llamará especialmente la atención al viajero, por lo excepcional de su situación y sus especiales características constructivas y artísticas. Se trata del castillo o donjon tetraabsidal de Cote, en el municipio de Montellano, situado a unos dos kilómetros de la localidad sobre un cerro solitario que no alcanza los 600 metros de altitud pero desde el cual se obtienen unas vistas espectaculares del territorio circundante: hacia el Oeste se alcanza una amplísima visión de la zona del Bajo Guadalquivir; hacia el Este el donjón afronta las primeras estribaciones de la Cordillera Penibética, extendida por las provincias de Málaga y Cádiz en la Serranía de Ronda y la Sierra de Grazalema, respectivamente.

Ya en época islámica existió allá arriba, sobre el cerro de Cote, un poblamiento que tal vez pueda remontarse al siglo XI, en plena época taifa, integrado en la Cora de Morón de la Frontera y que debió tener una cierta entidad, porque disponía de su propio recinto amurallado, del cual se conservan abundantes vestigios. En el año 1240 aquel enclave islámico fue agregado, junto con Morón de la Frontera y mediante un pacto con sus moradores, a la Corona de Castilla, que detentaba entonces el rey Fernando III el Santo, ocupado entonces en rematar la conquista del valle del Guadalquivir con la toma de Sevilla. Tal vez por ello, y desde el punto de vista jurídico, aquellos pobladores musulmanes pasaron a depender, en régimen señorial, de uno de los hijos del rey, el infante Don Enrique, el Senador. En realidad, acababan de convertirse en mudéjares, en el sentido literal de lo que la palabra mudéjar significa: 'al que se le ha permitido quedarse'.

Vista general del Castillo de Cote  Vista general del Castillo de Cote  Vista general del Castillo de Cote

Unos años después ocupa ya la Corona de Castilla Alfonso X el Sabio quien, enemistado con su hermano D. Enrique, le arrebata el señorío en 1253, y entrega Cote al Concejo de la ciudad de Sevilla. Y sólo un año después en 1254, los habitantes musulmanes de Cote fueron obligados a abandonar el cerro que hasta entonces había sido su residencia y a ubicarse, junto con otros mudéjares, en un nuevo asentamiento en tierras más llanas. Parece razonable considerar que la razón de la decisión del monarca castellano se basó en la necesidad de garantizar el absoluto control de un enclave territorial cuya situación geográfica y su excepcional configuración como promontorio aislado lo convertían en un lugar estratégico desde el cual pudiera controlarse con el debido tiempo un peligro bien real entonces: las incursiones desde el recién conformado sultanato de Granada hacia el valle del Guadalquivir y, más en concreto, la ciudad de Sevilla, conquistada sólo seis años antes.

Resultaba evidente que el control estratégico de una atalaya tan fundamental no podía asegurarse de manera completa si en ella continuaban residiendo pobladores mudéjares que fácilmente podían confraternizar con el enemigo musulmán. Alfonso X buscaba, por lo tanto, poblar Cote con cristianos. En cualquier caso, aquellos desgraciados mudéjares de Cote acabaron participando, diez años después, en la extensa sublevación mudéjar que sacudió las tierras de la Andalucía cristiana y del reino de Murcia, como respuesta al incumplimiento constante de los pactos de capitulación firmados con los conquistadores castellanos. Algunos de ellos pudieron morir en el transcurso de la revuelta y la mayor parte de los supervivientes acabó emigrando a Granada e incluso al norte de África, dentro del amplio proceso que en muy poco tiempo provocó un vacío casi completo de población islámica en las tierras de Andalucía.

Pero regresemos a Cote. Nos es improbable que tras la expulsión de los mudéjares y durante algunos años esta zona quedase casi vacía de población, dadas las dificultades para encontrar repobladores cristianos que quisieran ocuparla y los riesgos y peligros, bien reales, que implicaba residir en estas tierras. Esa debió ser la razón principal por la que Alfonso X volviese otra vez a señorializar el territorio, de forma que en 1279 Cote fue entregado a la Orden de Alcántara, que lo conservaría casi ininterrumpidamente durante unos 200 años. Incluso en 1378, reinando Enrique II, se promovió una repoblación de la zona que alcanzaría entonces los 20 vecinos, lo que vendría a suponer un total de habitantes de entre 80 y 100 personas aproximadamente.

Castillo de Cote, Montellano, Sevilla  Castillo de Cote, Montellano, Sevilla  Plano Castillo de Cote, Montellano, Sevilla

Precisamente durante un momento impreciso de la segunda mitad del siglo XIII, probablemente tras la concesión del señorío a la Orden de Alcántara, debió llevarse a cabo la construcción del castillo que aún hoy corona el promontorio, bastante diferente al resto de fortificaciones militares que pueblan esta zona de la banda morisca. La primera singularidad la hallamos en la propia disposición de su planta, que podemos denominar tetraabsidal o cuadrifoliada. En síntesis, se trata de un cuadrado central al que se han adosado cuatro lóbulos laterales, rematados cada uno de ellos en ábsides semicirculares.

Este tipo de planta es, para la época a la que nos referimos aquí, completamente inexistente en España, aunque existan diversos modelos y precedentes en otros países de Europa. Entre ellos, pueden destacarse, en Francia, la torre Guinette (de hacia 1140); y, en Inglaterra, la torre Clifford (de hacia 1245-1262). Por tanto, la primera de ellas es más de 100 años anterior a la torre de Cote y la segunda viene a ser aproximadamente de la misma época. Sin embargo en esa época, segunda mitad del siglo XIII, no se conoce ejemplar alguno en España que pueda compararse al castillo o donjón de Cote. Hemos de esperar a fechas más avanzadas para que nos encontremos construcciones semejantes, como podría ser el caso del castillo de Granadilla, en la provincia de Cáceres, levantado ya a mediados del siglo XV. Necesariamente quienes levantaron el castillo de Cote estaban al tanto de las novedades que en la arquitectura militar se venían produciendo en la Francia de los Capetos y en la Inglaterra de los Plantagenet.

    

El donjón de Cote se inserta en un conjunto amurallado más amplio, que ocupa toda la cota superior del cerro y que ofrece un trazado en forma de heptágono irregular, conservando restos bien visibles de una de las puertas que franqueaba el paso hacia el interior, así como de alguno de los cubos o torreones rellenos que jalonaban su perímetro, algunos de ellos de planta circular.

Ha de destacarse también que para enrasar las irregularidades de la cota superior del promontorio se levantó a base de grandes sillares un podium que nivelaba el terreno, más visible por el lado sur, y sobre el cual se asienta directamente el donjon. Éste presenta una única puerta que facilita el acceso al interior mediante una estrecha bóveda de medio cañón realizada en piedra. Y precisamente es la piedra el elemento predominante en la construcción, ya sea en sillares y sillarejos o en ruda mampostería. En algunos de esos sillares son aún tenuemente visibles las marcas propias de los canteros que los tallaron. Por su parte, el ladrillo se reserva únicamente para realizar la plementería de las bóvedas, aligerando así su peso, y en alguna verdugada. En cambio, otros castillos de la zona muestran un abundante empleo del ladrillo, manifestación de la raigambre mudéjar de sus constructores.

Interior del Castillo de Cote, Montellano, Sevilla  Interior del Castillo de Cote, Montellano, Sevilla  Interior del Castillo de Cote, Montellano, Sevilla

Por otra parte, la torre de Cote presenta un sistema de cubiertas bien característico del arte gótico: los muros apean arcos apuntados que se cruzan espacialmente, dando lugar a bóvedas de crucería nervadas con una altura de unos 11 metros y que muestran claves decoradas con motivos vegetales. La parca decoración se completa con una línea de imposta que recorre perimetralmente el espacio interior a media altura, curvándose en ojiva para abrir los huecos de los arcos que iluminan el fondo de los cuatro ábsides de la torre, cuyas embocaduras y trasdoses son de ladrillo.

La citada imposta recibe el empuje de los nervios de las diversas bóvedas mediante una serie de ménsulas cuya decoración original se encuentra muy deteriorada. Sin embargo, en las cuatro esquinas del cuadrado central, estas ménsulas son sustituidas por unas elegantes columnillas adosadas, a modo de baquetones, y cuyos capiteles presentaban originariamente una decoración propia del capitel corintio, de lo cual aún podemos apreciar algún eco pese al evidente deterioro de la piedra en la que fueron labrados.

Completa la planta del castillo de Cote la caja de escalera por la que se accede a su terraza, que abre su hueco mediante un dintel de piedra de amplias dimensiones. Esta escalera, que vuela perimetralmente sobre uno de los ábsides, justifica la peculiar forma en línea recta de uno de los muros exteriores del castillo, que se abre hacia el exterior para dejarle hueco.

Interior del Castillo de Cote, Montellano, Sevilla  Interior del Castillo de Cote, Montellano, Sevilla  Interior del Castillo de Cote, Montellano, Sevilla  Interior del Castillo de Cote, Montellano, Sevilla

Una vez que hemos descrito el castillo en sus rasgos fundamentales podemos plantearnos a qué se debe la llamativa estructura de su planta y, en relación con ello, las razones de la inexistencia de una planta intermedia entre la del suelo y la de cubierta, que compartimentase en vertical un espacio que resulta insólito por lo elevado de su altura para una fortificación. En este sentido, es de todo punto evidente que la función básica del donjon de Cote era eminentemente militar: de defensa y, sobre todo, de control visual y vigilancia del territorio circundante. Pero para ello no hubiese sido requisito imprescindible dotar a la torre de la compleja planta de la que dispone. A tal efecto, se ha apuntado la posibilidad de que nos encontremos ante un ejemplo de ‘torre-capilla’, sin que de ello exista documentación alguna pero de lo que existen precedentes dentro de la propia arquitectura de las órdenes militares, que empleaban también estas construcciones para ceremonias religiosas y reuniones capitulares. Como paralelo más cercano para la torre de Cote puede citarse el de la iglesia de Nossa Señora de Boa Nova, en Terena (Alentejo, Portugal), algo posterior pero con una planta igualmente centrada (en este caso, de típica cruz griega) e igualmente con un evidente interés por la defensa, aunque mantiene aún hoy su dedicación al culto.

En cualquier caso, y cuando nos hallamos en el interior de la torre, nos invade una sensación de encontrarnos en una atmósfera de carácter religioso, con esas bóvedas que parecen más propias de un espacio eclesial que de un edificio defensivo. Y esa debió ser la razón de la peculiar estructura de este interesante castillo, en el que vinieron a coincidir dos diferentes usos: por un lado el militar; por otro, el religioso. De ambos aspectos disfrutará el viajero e, incluso, podrá completarlos con las impresionantes vistas que desde allí se alcanzan. Una lección de geografía, historia y arte en un único lugar. Allí, en los confines de la banda morisca.



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DATOS DEL AUTOR:

Juan Diego Caballero Oliver (Sevilla, 1957), dedicado a la enseñanza desde 1980, es catedrático de Geografía e Historia en el IES Néstor Almendros de Tomares (Sevilla), donde ocupa el cargo de Jefe del Dpto. de Geografía e Historia. Tiene diversas publicaciones destinadas al alumnado de Educación Secundaria y ha sido Director, Vicedirector y Jefe de Estudios en varios IES de Cádiz y Sevilla. Además es el autor del blog ENSEÑ-ARTE.