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Las víboras en el paraíso antiparriano. La entrevista kafkiana (2ª parte)
Rolando Gabrielli
16/01/2012


Sun y el triángulo de las Bermudas

Los poetas no sólo escribían, sino que vivían el amor, verdadero desorden de los sentidos en no pocas ocasiones. Parra incursionaba en el amor como en la antipoesía, de manera experimental, acuciosa, obsesiva, sistemática, y la realidad también se hacía poesía, palabra impresa. Quién eres tú repentina / Doncella que te desplomas / Como la araña que pende del pétalo de una rosa, se interroga en Canción, y agregaba: Caes con el sol, esclava / Dorada de la amapola / Y lloras entre los brazos / Del hombre que te deshoja.

Pero la historia detrás de la historia está en su poema ‘La víbora’, y de suma actualidad hoy que el autor de La cueca larga, Canciones rusas, Hojas de Parra, es nuevamente candidato al Nobel de Literatura, y una selección de su obra se traduce al sueco.

Nicanor Parra  La cueca larga (Santiago de Chile, Universitaria, 1958)  Hojas de Parra (Santiago- Chile, Ediciones Ganymides, 1985)

Es el folletín parriano, equivalente al famoso poema nerudiano ‘Tango del viudo’, ‘La víbora’, poema que se decía en su tiempo en Santiago que le dedicaba a su ex mujer, una sueca, intriga amorosa que hoy adquiere primerísima plana por tratarse de la reputada poeta sueca Sun Axelsson, quien convirtió la vida de Parra en un triángulo de las Bermudas. Sun, además, era la novia del traductor del antipoeta al sueco, Lasse Soderborg.

Cuando Inga Palme, su mujer, también sueca, se enteró en Chile de la existencia de la jovencísima Sun, 24 años, arrasó con los muebles de la casa y se los llevó. Una carta fue el detonante.

Dicen que al regreso de Parra de Estocolmo, se vio colmado en el asombro, el día que la joven poeta escandinava, laureada de amores parrianos, tocó a su puerta como el cartero dispuesta a su to be continued affaire con el hamletiano personaje. De allí surgiría el texto de marras, ‘La víbora’, porque su mujer, Inga Palme, desató algo más que un temporal en la taza del té del atardecer del bardo, que dice: Durante largos años estuve condenado a adorar a una mujer / despreciable / Sacrificarme por ella, sufrir humillaciones y burlas sin cuento, / Trabajar día y noche para alimentarla y vestirla, / Llevar a cabo algunos delitos, cometer algunas faltas / A la luz de la luna realizar pequeños robos / Falsificaciones de documentos comprometedores / So pena de caer en descrédito ante sus ojos fascinantes / En horas de comprensión solíamos concurrir a los parques / Y retratarnos juntos manejando una lancha a motor / O nos íbamos a un café danzante / Donde nos entregábamos a un baile desenfrenado / Que se prolongaba hasta altas horas de la madrugada.

Animal silvestre y humano

Nicanor, en su conquista sueca, había contado su película que estaba separado, que en fin, hasta que le llegó ese otro regalito de improviso, como que no quiere la cosa —abran quincha, abran cancha—, la sueca nada de gélida entraba a la loca geografía en búsqueda del inefable iceberg antipoeta y mago en el arte de los triángulos amorosos.

Si bien el verso dice que todo tiempo pasado fue mejor, hoy se especula en Santiago con la idea de que Parra sufra una interferencia irreparable en su camino a Estocolmo, producto de ese amor en que él intentó hacerse el sueco, a pesar de la insistencia de Sun, quien le dedicó el poema ‘Estación de la noche’. La joven Sun se encontró con un poeta indiferente, distante, a veces divertido y genial. Irritable, brusco y celoso, según sus palabras. Axelsson cuenta, además, que Parra la dejaba encerrada en la casa con llave, ‘parecía que había perdido la razón’. La persiguió para que no le dieran trabajo y no le abandonara, dice la sueca. Dos famosos poetas le ayudaron a la escandinava para salir del laberinto parriano: Jorge Teillier y Pablo Neruda. Ella traduciría al sueco a Neruda y ‘sería una aliada en su carrera al Nobel’, según relata un diario chileno.

El antipoeta se defiende y la califica de ‘animal silvestre y profundamente humano, pero poco fiable’.

Nicanor Parra  Nicanor Parra  Nicanor Parra

No todas las sábanas conducen a Estocolmo

Cuando Sun enfermó seriamente en Chile, Violeta Parra intervino para hospitalizarla, porque Parra no creía en la enfermedad. El poeta dice ahora que ya está paz y salvo con la escandinava, aunque el affaire lo conoce todo Estocolmo y sus alrededores. Los suecos no entienden, como era de esperar, el humor parrriano, por lo que su candidatura está en capilla ardiente, además del introito kafkiano con la poeta Sun.

Seguía Nicanor la tradición tórrida nerudiana, el Capitán y sus versos anónimos en Capri o de Huidobro en su fuga en automóvil a Buenos Aires, con la raptada Ximena Amunátegui, un ‘animal de exportación’, de acuerdo con la leyenda muy apegada a la realidad. El poeta Altazor se abrió paso a balazos para cumplir su misión dictada por el corazón, a quien nunca le hizo concesiones.

Y de Pablo de Rokha, el más fiel de los infieles poetas, que estremeció al Comité Central del Partido Comunista de Chile cuando raptó a Magda Cazone, esposa de un dirigente internacional del Partido Comunista, que visitaba Chile en 1937. El escándalo estremeció en ese entonces la propia Cordillera de los Andes. La quiteña Cazone tenía sólo 20 años, en la flor de la poesía, y se llevaba por los cachos al huaso de Licantén, el mismísimo Pablo de Rokha, quien llegó a decir que había inventado el matrimonio.

Enrique Lafourcade encuentra, según él, un último amor en el Neruda del ocaso, y nada menos que con Alicia, una sobrina de su mujer Matilde. Nada comprobado, sólo parte de la leyenda del Vate de Isla Negra, que hizo del amor el oxígeno de su poesía y motivó tantas fantasías como realidades, las que aún perduran como cerezos en flor.

Nicanor Parra  Nicanor Parra  Nicanor Parra

El amor, el amor

Sin amor, la poesía viaja en círculo, se muerde su propia cola. Lagarto de su propio pantano, no tiene mucho sentido para el poeta mirarse al espejo en off. Los poetas quieren sentir el lecho caliente, la humedad insondable, el fruto púber palpable del pozo de estrellas y algo más que las nostalgias amarillas del pasado.

A Parra quizás bien le venga, como a otros en su momento, los memorables versos de Alfonso Alcalde: AQUELLOS / que abandonaron sus ropas, / las inexplicables llaves de los hogares / y borraron toda huella de vida / ultimándose uno al otro / acusándose de mutua fidelidad / y blasfemaron sobre el único / cadáver del amor. SEAN ENSALZADOS.

Parra nos sigue relatando en ‘La víbora’ sus peripecias amorosas, que vivió prisionero del encanto de aquella mujer, la que se le presentaba en su oficina completamente desnuda, le separaba de sus amigos, le exigía perentoriamente que besara su boca, y relata que esa situación de patético absurdo, agregamos, se prolongó durante cinco años.

Y el absurdo parriano del amor en el desencuentro se apodera del texto de la atmósfera, la bruma irónica del desencanto, la frivolidad aparente, el desasosiego continuo de su palabra. La antipoesía en movimiento, sumando el subconsciente, entrando en el archipiélago dorado de la última conciencia, derribando los peldaños para no alcanzar ninguna escalera, hacia un paisaje que se arma y desarma al ojo, con un Yo despojado de lirismo, objetivado al máximo, reducido a las fuerzas internas del propio poema.

La víbora le persigue por Santiago, viven juntos en un cuarto junto al cementerio, ella no le deja usar su propio cepillo de dientes, sin embargo, se recibe de abogado y le insta a que se asocien en un negocio para vivir el amor en un pequeño nido lejos del mundo. Parra, el poeta, despierta el sueño de la mujer y le dice en un tono de realismo real: Piensa que de un momento a otro mi verdadera mujer / Puede dejarnos a todos en la miseria más espantosa.

Una salida muy de nuestros tiempos. Corresponda ‘La víbora’ o no a esos amores parrianos, es una historia.

Y sigue la historia en pleno siglo XXI, en el ocaso del poeta, próximo a los 88 años, a un paso del Olimpo sueco definitivo. Y se dice que es cuando surge la pequeña gran piedra en el zapato camino a Estocolmo, el precio de su tórrido amor sueco.

Neruda y Parra Nicanor Parra Nicanor Parra

Una delicia de oro matutino, Neruda

En la primera edición de Poemas y antipoemas, solapa, Neruda escribió: ‘Esta poesía es una delicia de oro matutino o un fruto consumado en las tinieblas’. Gabriela Mistral, siempre rotunda, adelantada, diría en 1937 con relación al libro Cancionero sin nombre: ‘Estamos ante un poeta cuya fama se extenderá internacionalmente’. Parra tenía 23 años. Un pichón que no se asomaba al Olimpo, ni se codeaba con el pequeño Dios, ni enfrentaba al Amigo Piedra. Se silenció por 17 años. Perdió la voz o estaba buscando su propia voz. Emir Rodríguez Monegal, crítico uruguayo, dijo que Parra ha llegado a la originalidad poética por el método tan simple, tan difícil, de ser él mismo. Su poesía es anticonvencional en el sentido de que no trata de ser ‘poesía’. El poeta y crítico chileno, Federico Schopf, uno de los primeros estudiosos de la antipoesía, concluyó que la obra de Parra constituye el último momento fundamental de la poética chilena.

Los grandes poetas norteamericanos lo traducen al inglés: William Carlos Williams, Ginsberg, Ferlinghetti, al sueco por Artur Lundqvist, como al francés, ruso, checo y portugués, entre otros idiomas.

La cueca larga, dice Fernando Alegría, arranca de una raíz auténticamente popular, y por ende, universal.

Alone, el crítico de la época, lo calificó del ‘más pujante y sonriente, floral y festivo de los poetas nuevos... impetuoso, divertido, soñador de pronto y lejano, acróbata, imprevisible, inagotable, familiar, exquisito... el extraordinario Nicanor Parra,... a cuyo lado los demás se disuelven o huyen, graves, mínimos, inmóviles, presas de su compás...’, y siguen los calificativos.

El crítico de recambio en El Mercurio, el sacerdote Ignacio Valente, siempre criticó positivamente la obra de Parra, y los amigos vieron un persistente intento por asociarlo a la cruz, lo que el antipoeta aún rechaza.

Flores y espinas en el jardín

Parra, alejado de ‘los metaforones de los años 30’, también huye de todo convencionalismo, forma y contenido ‘conocido’, es un cuervo que intenta sacarle los ojos a la poesía para volver a fecundarla, porque él nos dice que la ve con nuevos ojos.

Armando Uribe Arce, poeta, apunta sobre la obra de Parra cuando dice: desde Residencia en la tierra, ningún otro poeta chileno había dado en la realidad común y ominosa. Esa es una clave en la poética parriana y un punto de arranque y la más elogiosa de las apreciaciones a su obra, aunque se recurra al fantasma de Neruda, el más real de los cuerpos de la poesía chilena.

Parra escribe, según el novelista Roberto Bolaño, como si al día siguiente fuera a ser electrocutado. ¿Sobreviviente de su propia autodestrucción? Conociendo a Parra, diría: a mí, que me registren. Bolaño deja entre los poetas del siglo XXI a Parra, Borges, Vallejo y Cernuda. Después de estas rotundas afirmaciones, me gustaría conocer la poesía de Neruda, la Mistral, Huidobro y De Rokha.

Estas son las flores del bien, para la emergente en ese entonces antipoesía, pero no todo marchó miel sobre hojuelas para el hermano de Violeta Parra, cuya poesía De Rokha calificó de asco y que le inspiraba lástima. ‘Parra no es nada más que un snob plebeyo y populachero, no popular, un versificador en niveles abominables de oportunista... un pingajo del zapato de Vallejo’, concluía su apreciación De Rokha, cuyos comentarios siempre estuvieron más cerca de la lápida que de la obra.

Miguel Arteche, un conocido poeta chileno, católico, se interrogó: ‘¿Es folclore, es poesía?, ni lo uno ni lo otro’, se respondió. ‘Un mal paso para Nicanor Parra’, sentenció. El padre capuchino Prudencio Salvatierra, se preguntó sobre la antipoesía: ‘¿Puede admitirse que se lance al público una obra como esa, sin pies ni cabeza, que destila veneno y podredumbre, demencia y satanismo..? No puedo dar ejemplos de la antipoesía de esas páginas, es demasiado cínica y demencial. Me han preguntado si este librito es inmoral. Yo diría que no; es demasiado sucio para ser inmoral. Un tarro de basura no es inmoral, por muchas vueltas que le demos para examinar su contenido’.

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DATOS DEL AUTOR:


Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947). Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional, experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de la publicación científico-técnica y económica, con circulación en 56 países, columnista de la revista alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.