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El vaquero mas auténtico que existió
Eve Gil
10/07/2007


El Vaquero Más Auténtico que Existió
Ignacio Trejo Fuentes
Editorial Ficticia
Gobierno del Estado de Hidalgo, 2006
91 pps.


El hidalguense Ignacio Trejo Fuentes (Pachuca, 1955) es de los autores más queridos y admirados dentro del propio círculo intelectual por razones varias. La principal pudiera ser el cariño y respeto con que ejerce la crítica literaria, ajeno a poses y a desplantes, sobre todo a envidias y frustraciones, motivado más por su entusiasmo de lector aficionado que por el afán de descubrir el hilo negro, y esto pudiera deberse a que, narrador él mismo, comprende cabalmente los gajes del oficio.

Su más reciente libro, El vaquero más auténtico que existió, confirma sus dotes de narrador y aporta una visión alejada por completo de la provincia idílica, más bien idealizada. Ambientada en la Pachuca de finales de la década de los 60 del siglo XX, Trejo Fuentes narra, a través de una serie de brevísimos relatos que conforman una novela, las vivencias de un grupo de adolescentes que se inauguran en la adultez en circunstancias harto dolorosas pero, a un tiempo, hilarantes. Todo empieza con la pérdida simultánea de la virginidad del protagonista, su noviecita Inés (ambos de catorce años) y la luna, en una suerte de menage a tröis, ya que la joven pareja descubre las mieles del sexo en el preciso instante en que se trasmite por televisión el alunizaje de Neil Armstrong, cosa de la que, naturalmente, los amantes se percatan apenas. Este pareciera ser el detonante de una serie de circunstancias de desenlace tan inesperado como sangriento, particularmente a raíz del arribo a la ciudad del Vaquero Más Auténtico que Existió, que da título al libro, y cuya presencia transforma aquel entorno provinciano en una película de pistoleros: 'El Vaquero más auténtico que existió (…) vino de pronto a nuestro vecindario proveniente de un oscuro pueblo (…) y con la mayor tranquilidad del mundo hablaba de sus hazañas pueblerinas, y moría de la risa cuando contaba que en su rancho los hombres jóvenes acostumbraban compensar la ausencia de mujer cogiéndose animales, principalmente gallinas (…)' (p. 63).

Además de la pareja de tórtolos que fornican con desenfreno y milagrosamente no tienen que lamentar un embarazo precoz, nos topamos con Zedillo, terrorista en potencia siempre armado de unas tijeras con las cuales realiza desfiguros como cortarle las trenzas a Carmela; la loquita del pueblo; Papelito Colorado, inocente niño platónicamente enamorado de Inés; Eloísa, acaso el personaje más alucinante, hermosa joven que habita un basurero y se presta a toda clase de juegos sexuales, y otros cuyas hormonas los hacen competir tanto en temeridad como en perfidia, especialmente el Vaquero, vaquero genuino que acarrea dos pistolas (se murmura que una de ellas es de juguete) y el atuendo típico. La inofensiva ciudad provinciana hierve a causa de las pasiones desatadas de este grupo de chiquillos de imaginación truculenta y que Trejo Fuentes detalla con su muy particular sentido del humor que oscila entre lo atroz, lo conmovedor y lo ingenuo, impregnado de una nostalgia asimismo distintiva de su pluma, hasta ahora más familiarizada con la crónica: su libro Crónicas romanas, de 1990, está considerada un clásico del género. En este mundo de adolescentes anárquicos brillan por su ausencia los adultos, como no sea la loca Carmela, de los personajes más entrañables de la novela. No hay sermones ni consejos bien intencionados, de hecho, Carmela le insiste al joven narrador que 'se coja' a Inés, sin imaginar que él se ha adelantado por mucho a su conseja. Aunque exultante de alegría y humor, no tardará el hacer acto de presencia la tragedia, como bien advierte el narrador en las primeras líneas, 'Nos amábamos tanto, sin saber todavía que esa relación habría de terminar de la manera más terrible, en medio de infidelidades y de sangre, mucha sangre.' (p. 9); y aún la tragedia, perpetrada por los extravagantes caprichos sexuales de una de estas jovencitas que sería la envidia de Xaviera Hollander, no puede menos que movernos a la carcajada loca. Porque el humor ya forma parte inherente del más puro estilo Trejo Fuentes.

Y si bien El Vaquero Más Auténtico Que Existió es una novela muy breve y tremendamente divertida que se lee de un tirón, puede estar seguro el lector de que jamás olvidará la anécdota y mucho menos a su carnaval de personajes. Trejo Fuentes, a quien recientemente se le ha hecho justicia (¡por fin!) con su admisión al Sistema Nacional de Creadores, ha sido acreedor, entre otros reconocimientos, al Premio Nacional de Periodismo Cultural Comitán de Domínguez en Chiapas y el Certamen Internacional de Ensayo Sergio Galindo, ambos en 1988. Tiene publicados más de una docena de libros, clásicos varios de ellos. Por si fuera poco, muchos nos asumimos orgullosamente sus alumnos.

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