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Y qué si tiene Tourette
Gabriela Torres
30/07/2007


 

'May day, every day, my day
Could've had a heart attack, my heart
We don't know anything, my heart.
We all want something fair, my heart'
.

Tourette’s, Nirvana



Y qué si tiene Tourette, dijo el padre a su esposa en un acto por hacer feliz a la hija. El hombre estaba preocupado, se sentía culpable de haber traído a una niña que quizá estaba predeterminada genéticamente por él; maldecía a sus ancestros cada vez que un nuevo tic aparecía. Y qué si tiene Tourette, le gritó en cuanto vio a la madre replicarle a Silvia que no podía asistir a ese programa de concursos. Cansado de verla durante veintisiete años sufrir de espasmos crónicos, ecolalia, coprolalia y palilalia, se enfrentó a su esposa. Quizá eran las ganas de cumplirle un capricho a su nena, quizá la culpa, quizá ese síntoma humano que tenemos cuando un ser querido está desahuciado y tiene la última petición. La mujer se volvió reprimente, sabía que era un riesgo que no quería correr: ver a su hija en cadena nacional teniendo un ataque de violencia, gritando obscenidades a la cámara, haciéndose daño con la madera del panel, con el micrófono. Sin contar la vergüenza que sentiría cuando la captaran a ella como madre de la loca.

Los señores habían criado veintisiete años a Silvia sin necesidad de una escuela, alejada de amigos que pudiesen hacerla sufrir con bromas crueles. Se dieron cuenta de la enfermedad cuando el psicólogo les dijo que sólo era déficit de atención: es una niña índigo. Luego el kinder y los golpes a sus amiguitos, la repetición de frases, de groserías que escuchaba en la calle; luego los tics: ése de alzar la cabeza abruptamente como si el cuello fuera invertebrado: el parpadeo constante, el morderse las uñas, el exceso de sudor por la preocupación del fin del mundo. Alguna vez vio las Profecías de Nostradamus y la idea rondaba en su cabeza, tanto que todos los días cavaba un agujero en el patio para meterse cuando llegaran los ataques nucleares: Lo mejor es estar bajo la tierra, escuchó decir a alguno de los científicos precavidos. El padre volvía a cubrirlo intentando culpar a los perros, mas en el fondo sabía que era Silvia, su niña, la que le dijeron que era índigo. La madre procuraba no verla, pasar por alto los ataques, los golpes, la vida.

—Y qué si tiene Tourette, sólo será una hora. Quince minutos si no pasa a la final.

Ella no dijo nada. Sólo volteó y lo miró cansada, suspiró una nostalgia futura como presintiendo una desgracia. Sirvió la cena sin decir palabras de ánimo o aprobación. Silvia se aguantaba los tics, los que podía reprimir para que la madre se diera cuenta de su capacidad de pasar un rato sin los espasmos motrices. Realmente deseaba estar en ese programa de concursos donde los participantes responden de acuerdo a una temática. Acabaron de cenar, se levantó a lavar los platos, deseaba que su mamá la viera actuar en sociedad, en la microsociedad. Que viera que podía lavar platos, levantar la mesa, decir lo siento cuando alguna grosería. El padre estaba conmovido por aquel acto de su hija, el ruego: Mamá quiero yo ir. Mamá (manos sudadas), mamá, escúchala |perraeresunaperra| mami di que sí |perraputaperra| voy a ganar yo |malditaperra| Perdón. Papi, di algo |malditosmierdas|.

—Digo que no y la respuesta es no: N-O.

—¿Porqué? |vetealamierdadigoquenoylarespuestaesno:N-O| No me voy a enfermar |Digoquenoylarespuestaesno:N-O|.

—Tú ya sabes porqué, Silvia.

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Ella, la madre no puede olvidar aquella escena. No puede superar los celos, el incesto, el cristianismo, el salvajismo animal; los genes, la vida, los tics, las groserías, las repeticiones, las imitaciones: ella no puede. Ya no puede y a veces quiere, sólo quiere morir o que muera ella, la otra: su hija. A veces piensa en el error, el pecado cometido para que Dios, Su Dios le hiciera pagar con semejante castigo: una hija con síndrome tourette, índigo, neuronostálgica, obsesiva-compulsiva: ellanopuede.

Y QUÉ SI TIENE TOURETTE

Sirve la cena en silencio. Piensa en el qué pasaría si su hija fuera al programa de concursos. En el qué cambiaría de sus vidas. Qué cambiaría de la vida de su hija, ya no la de ella, ni la de su marido. Que la historia de Silvia de pronto sufriera un cambio sería un obvio efecto en su vida también. Mas ella no sabe. Sólo recuerda, nunca está segura del futuro y el pasado siempre lo quiere olvidar. Sirve la cena en silencio. El padre le da ánimos a la hija para que siga insistiendo a su madre: le dice bonita: bonitadileamamáquenadapasará:
quéropatepondríasbonita:siganasdeberásarreglarellavaboquedescompusistebonita. BONITA. BO-NI-TA: bonita: Ella no puede olvidar la escena: ella siente rabia de aquel bonita en la voz de su esposo: ella maldice por dentro haberlo conocido en el trabajo: ella maldice haberse acostado con él: ella cree que es él el culpable de las enfermedades de su hija: ella piensa en ellos mientras lo ve acariciarle el rostro y decirle: bo-ni-ta.

Y QUÉ SI TIENE TOURETTE

Una noche como todas las noches en casa de la familia García Moreno, la madre, es decir, Eugenia Moreno regresa después de haber ido con su vecina a una demostración de vitaminas y pastillas con calcio. Son ocho años atrás de esta insistencia por ir a un programa de concursos. Silvia tiene diecinueve y está sentada en la sala junto a su padre; ambos ven televisión. Don Humberto García, es decir, su esposo tiene una cerveza en la mano, con la otra cubre la espalda de su hija. Silvia sonríe y le señala a su padre una escena graciosa de una película de Capulina. Ambos ríen. Les parece divertido ver las peripecias del gordo comediante al querer pintar una pared. Doña Eugenia, siempre precavida y llena de corazonadas, los observa desde un rincón; ellos no se han dado cuenta. El sonido de una sonaja contra el piso: se le ha caído un frasco de vitamina E que compró en la demostración. Padre e hija se vuelven para descubrir a la madre que se inclina a recoger las pastillas.

Y QUÉ SI TIENE TOURETTE

—Silvita está muy preocupada porque no tiene novio, me dijo ayer que dónde te conocí, que cómo te conocí y esas cosas que las muchachas de su edad preguntan.

—No la dejes ver esas chingaderas, las novelas nomás apendejan a las muchachas, ya le dije que sólo tiene permiso de ver películas de Capulina y programas de concursos.

—Es que yo creo que ya está en edad de que los muchachos la inviten a los bailes y a las fiestas.

—No no no, cuáles muchachos, cuáles fiestas. Ella no está pa eso, y tú lo sabes, Eugenia.

—Y entonces cómo le voy a hacer cuando me pregunte de nuevo. Qué le voy a decir.

—Eso yo lo arreglo ahora mismo. Hoy mismo. Ahora que te vayas a la demostración ésa yo le explico cómo está el asunto.

—Qué le vas a decir.

—No te preocupes, yo ya sabré.

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El sonido edípico. El sonido de una relación sexual que sólo escuchamos cuando en casa tenemos a un par de perros, un par de gatos, un par de conejos: un par de animales que son parientes. El sonido de la necesidad, no tanto del ritual, ni de la sociedad copulando para evitar su extinción: No. El sonido de un pene que entra y sale de la vagina virginal de su hija. El sonido no de una violación por parte del que te engendra. Éste es el sonido de un trato. El sonido que evitará que busques en las calles lo que te da tu familia. Es este sonido el de la educación. Es este sonido el mismo que escucha una madre que regresó temprano de una demostración de vitaminas y pastillas con calcio. Los gemidos de una hija que pareciera repentinamente curada por el miembro de su padre.

‘Cuando los pacientes con el Síndrome Tourette comienzan su actividad sexual se observará en ellos una disminución en los tics y espasmos motores; ya en la edad adulta, dichos pacientes tienden a drenar la energía que causa estos espasmos por medio de actividades sexuales como la masturbación o la cohabitación’.

Ella no compró nada. Regresaba a casa con la preocupación de qué le había mostrado Humberto a su hija, cómo había resuelto el problema. Estaba ahí, escuchando la respuesta. La división de sus posibles reacciones la hizo tragar una saliva espesa; un sudor en la frente le acompañó el momento. Los brazos se le volvieron flácidos y en su cerebro de madre-amante no había una luz que le indicara qué hacer. Optó por salir a la calle sin digerir el tiempo. Se encaminó hacía la demostración fingiendo estar interesada por la vitamina E.

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Verlos ahí, disfrutando el postcoito con una película de Capulina la hacía sentirse fuera de cuadro, fuera de la escena que a una extra no le toca. Los observaba cautelosa, quizá en busca de un plan b. Tal vez esperando que las leyes divinas le perdonaran matar a los dos supuestos amores de su vida. Sacar un cuchillo de la cocina y así, así como él le había enseñado a Silvia las reglas del sexo, así, justo así ella les enseñaría las de la venganza, las de la visceralidad de una mujer dolida. Pero no. El frasco de vitamina E la salvó de la cárcel, el sonido infantil de la sonaja nada parecido al del incesto le ofreció la salida más rápida.

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Don Humberto está cansado de ver sufrir a su esposa y a su hija. No sabe porqué y se pregunta porqué su única hija tiene una enfermedad que hasta ahora él no comprende. Su ideología de rancho está dividida entre ser un macho o un consentidor. Siempre fue un buen hijo y un gran padre. En cuanto supo el padecimiento de su Silvia pensó en abandonar a Eugenia con la niña. Que batallara ella con la chiflada. Pero no. Él cree que los problemas que la gente tiene nadie los puede resolver más que la propia gente. Sabe que también es su problema porque también es su culpa. Pero ninguno de los dos sabe que el caso de Silvia es un llamado caso esporádico, es decir, es uno de los tantos casos de Síndrome Tourette que no es genético.

Don Humberto decidió resolver el problema de la actividad sexual de su hija él mismo. Su idea del amor va más allá de la relación sexual. Para él, ayudar a Silvita de esta manera era decirle: esto es lo que se siente, yo te amo pero en la calle no habrá hombre que te respete más que tu padre. Todos se burlarían de ti, a nadie le gusta estar con una loca, a la gente como tú sólo la violan. Pero no. Nunca le explicó esto ni a ella ni a su esposa que desde hace ocho años sufre cada vez que los deja solos porque Silvita anda en celo. Él no está enamorado de su hija, siente compasión por ella. La enseñó a masturbarse porque a veces él ya no puede, él ya no quiere. Ahora sólo le dice bonita porque ella le ha dicho que se siente fea.

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Doña Eugenia mira a Silvia levantar los platos de la mesa. No es su rival ni mucho menos. Es su hija que la obliga a amarla porque así dictan las reglas de la familia. El padre le hace un gesto de por favor déjala que vaya al programa. La madre baja la mirada. Durante la cena ha recreado los encuentros entre su esposo y su hija. Ha pensado matarse, matarla, matarlo. Ninguna solución. Ha pensado dejarla ir y que concurse a ver si gana. Dejarla ir y que diga groserías o que repita las preguntas que el conductor haga.

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Silvia lava los platos y escucha a sus padres discutir por su culpa. Los espasmos se multiplican cuando se encuentra en estas situaciones. Tiene la necesidad de golpearse la mano con una cuchara de peltre. |Dijequenoylarespuestaesno:N-Odijequenoylarespuestaesno:N-Odijequenoylarespuestaesno:N-Odijequeno|. Ella quisiera a veces que el fin del mundo llegara, así: no estar preparada con un hoyo en el patio. Que el planeta explotara junto con ella y los programas de concursos y las películas de Capulina y los tics y las medicinas y el azul de su aura.

Y QUÉ SI TIENE TOURETTE

Y qué si tiene Tourette, eso no significa que no pueda responder una pregunta, don Humberto le explica a la recepcionista del programa de concursos. Le dice que si no la aceptan se quejará de intolerancia hacia la gente con enfermedades motrices, hacia la gente con capacidades distintas. La recepcionista hablará con los productores del programa, ellos dejarán concursar a Silvia que ese día tendrá un vestido color rosa porque es su color favorito y cree que le dará suerte. La temática del programa es películas de comedia. Cuando toque su turno, como un sello del destino le preguntarán acerca de una escena de Capulina cuando intenta pintar la pared. Ella sabrá la respuesta pero su garganta no deja escaparla. Sus labios no pueden articular nada. La cabeza le late demasiado, necesita moverla de lugar, necesita acomodarla en su cuello, necesita recordar el momento de la escena |MamátomavitaminaEmierdatuputamadre|. Se golpeará contra la mesa de los concursantes que asustados huirán hacia el público. Nadie sabe que se está concentrando. Don Humberto correrá hacia el panel y la madre entrelazará las manos en un gesto de rogarle a Dios. Ella pedirá que la suelten, que sabe la respuesta: ¿Cuál fue la solución de Capulina para terminar de pintar más rápido? ¿Cuál fue la solución de Capulina para terminar de pintar más rápido? ¿Cuál fue la solución de Capulina para terminar de pintar más rápido? ¿CuálfuelasolucióndeCapulinaparaterminardepintarmásrápido? ¿Cu-ál-fu-e-la-so-lu-ción-de-Ca-pu-li-na-pa-ra-ter-mi-nar-de-pin-tar-más-rá-pi-do?

—No usar la brocha |tuputamadrecuálfuelasolucióndeCapulina|, no usar la brocha y tirar la pintura en la pared |Cuálfuelasolución| tirar la pintura desde la cubeta.

Pero será tarde, la interventora de la secretaría de gobernación dirá que la respuesta está fuera de tiempo. Además de pronunciar palabras altisonantes en televisión en vivo.

No ganará el concurso. El premio consistía en una camioneta del año. La mandarán a los camerinos donde un equipo de primeros auxilios la atenderá. En los programas de chismes hablarán sobre su caso y le darán un montón de premios de consolación a su desgracia. Qué es el Síndrome de Tourette, dirán los televidentes en su efímera otredad. Más por amarillismo de raiting que por talento, le ofrecerán un papel de sirvienta con Tourette en una novela teenager. Ambos padres firmarán el contrato. Y en la sociedad chafa se creará una fugaz cultura sobre las enfermedades psicomotrices. Ella se enamorará de todos sus compañeros actores pero nadie le corresponderá. En una entrevista de talk show hablará –con el típico beep que censura las malas palabras- sobre la pérdida de su virginidad. Las luces azul y rojo de una sirena iluminarán las ventanas de la casa que rentarán los García Moreno en la capital mientras duraba la novela. Ella declarará en cuanto se acabe el talk show. No sabrá porqué la policía le hace tantas preguntas. Dirá la verdad. Papá y mamá detenidos por violación. Y Silvia llorará afuera de una celda. Y un drama mayor al de la telenovela en que trabaja. Las groserías, el lo siento papi mami, perdónala |váyansealamierda|, yo no quería.

Y QUÉ SI TIENE TOURETTE

Los García Moreno esperan en la sala de su casa la llamada de aprobación en el concurso. El repiqueteo del teléfono. El sí puede concursar de la recepcionista. Los saltos de alegría. Doña Eugenia con una sonrisa forzada los abraza. Don Humberto mira a su esposa; está pensando que la vida va a cambiar.



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Para saber más


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DATOS DE LA AUTORA:


Gabriela Torres (Monterrey, Nuevo León, 1982).- Fue codirectora del tríptico de literatura y fotografía erótica Himen. Publicó la plaquette de cuentos Están Muertos y ha sido incluida en distintas antologías sobre nuevas voces narrativas. Actualmente dirige la editorial independiente Harakiri, es miembro del consejo editorial de la revista Papeles de la Mancuspia. En 2004-2005 fue becaria del Centro de Escritores de Nuevo León con su primera novela Tal vez en otro lugar. Ha publicado en revistas y periódicos de nivel local y nacional. Pertenece al interdisciplinario Proserpina y al colectivo Las Infratraductoras Bárbaras del Norte en la Inquietante e Internacional Semana de las Mujeres Traducidas. Escribe para la revista Armas y Letras de la UANL, La Rocka (NL), periódico de música, así como para Indie-rocks! (DF), publicación de música independiente. Estudia la licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Coordina el Encuentro de Escritores Jóvenes del Norte de México: Voces Convergentes en La Silla. Codirige la cultural Factory ProducTorres y asociados. Ediciones Intempestivas publicará su libro de cuentos Incompletario.