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Senil casualidad
Cristina Rascón Castro
17/03/2007



Tomonari:
Ahora, os los ruego, ¡Decidme sus nombres!
Pareja Anciana:
¿Qué necesidad tenemos de continuar el secreto?
Takasago y Sumiyoshi,
los espíritus de pino, marido y mujer,
están frente a ti.

De 'Takasago', por Zeami.


14 de Mayo, 2001.
Osaka, Satsukigaoka.


Por fin un lugar con silencio occidental, sin rigurosa perfección, con la calidez del murmullo y el hojear de periódicos. Café colombiano y mesas de mayor altura que mis rodillas, croissant francés, ventana hacia un jardín artificial. Me hacía falta un lugar así, exento de tatamis y reverencias. Después de meses aquí ya he perdido peso y también algunas costumbres, tontas si se quiere, saludar con un beso en la mejilla, un apretón de manos, esas cosas.

A mi izquierda, dos ojisan amurallados tras el periódico, arrugando los ojos para interpretar la bola de signitos que siguen y seguirán siendo un misterio para mí. A la derecha una obachan, lady en sus cincuenta, conversando con una pequeña maceta que trajo en la canasta de su bicicleta. Finjo no sorprenderme (como la mesera), un poco por cortesía, un poco por estar acostumbrada. La tercera edad es en Japón la base de la pirámide poblacional, nómadas de cafés a restaurantes a jardines, cargando su propia conversación y meciendo el tono de voz de la amabilidad al odio, según el clima.

En su mesa para dos personas, la pequeña planta ocupa una silla y la anciana otra. Ordena un café americano y un vaso de agua (sin hielo, onegaishimasu) para su planta. Después los ojos se detienen un poco en mí y yo me escondo tras la obra de Takasago en inglés, banderín de no quiero hablar con nadie en lengua nipona. Aunque entiendo el engranaje del murmullo prefiero ocupar otro espacio que el hablado: ojos grandiredondos, de gato observador.

Estos pinos significan hojas de discurso que no caen: palabras.
(Sumiyoshi)

Ya casi vas a tener una flor - dice -, ¿No te da emoción? La planta no le contesta, tal vez porque la mujer vació entonces un vaso de agua en la tierra seca. La planta se ve contenta. De nuevo los ojos (también secos) de la mujer se encajan en los míos. Leo, leo, leo y leo, me repito y mi cabeza obedece. La mujer se levanta y me dice: ‘Disculpa, ¿Puedes por favor vigilar mis cosas mientras voy al baño?’. Es un japonés de lo más amigable y familiar, como si fuera amiga de mi madre o algo así, sin reparar en que soy una gaijin, una extranjerota que muy probablemente no va a entender nada de lo que se le diga (comportamiento de lo mas común en los nihonjin). Le respondo que no hay problema. Al regresar vierte más agua en la maceta, acaricia sus hojas, sorbe un poco de café, limpia el tallo con una servilleta.

Las ramas de pino brillan
con siempre verde
hojas de discurso: perlas de rocío
que en el corazón buscan gracia refinada.
(coro)


Sí, una bolsa de plástico. La mesera la ve sacudiendo las pestañas. Onegaishimasu, ruega la anciana. La mesera pregunta al gerente si puede hacer entrega de tal encomienda. Cuando la mujer la recibe, explica: es que vienen las dos en la misma bolsa, dentro de la canasta, viajan incómodas. Una segunda plantita aparece sobre la mesa, tímidamente. Es más delgada, un poco débil. También recibe el day-care en cada hoja y unas palabras en voz baja que me confortan a mí también, intrusamente, a pesar de no conocerlas. La obasan gira sus ojos inquietos hacia las mesas de a lado (es decir, la mía). Me pregunta a qué hora saldré del restaurante. Cruza por mi mente la idea de gozar otra vez del patrocinio de ésas errantes viejecillas y contesto que ya pronto. Qué lástima – responde - Te iba a encargar que cuidaras a mis plantas en lo que iba al supermercado y volvía, ni modo, tendré que llevarlas conmigo, ya están cansadas de andar de acá para allá, las pobres. Dicho esto se levanta y paga su cuenta. A mí me da la impresión de que olvida algo. Reviso su lugar y nada. Ninguna excusa para seguirla y conversar un poco. Le observo pedalear su bicicleta y tornarse un punto grisáceo, lejos. En mi mesa, una flor de pino abierta y seca. Es el adorno que acompaña al café irlandés.

Se dice
que plantas y árboles
son seres insensibles,
mas flor y fruto nunca equivocan su tiempo.
(coro)

Termino por creer en lo que ya no veo, como Tomonari.


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DATOS DE LA AUTORA:

CRISTINA RASCÓN CASTRO (Ciudad Obregón, Sonora, México, 1976).- Escritora y traductora. Maestra en Política Pública Comparada por la Universidad de Osaka, Japón, licenciada en economía por el ITESM Campus Monterrey y con Diplomado en Estudios de Arte Asiático en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kansai. En narrativa ha obtenido el Premio Latinoamericano de Cuento 'Benemérito de América' 2005 (Oaxaca, Oaxaca) por el libro Hanami (UABJO, 2006) y el Premio Libro Sonorense en el género de cuento 2005 por el libro El agua está helada (ISC, 2006), ambos relacionados con personajes y literatura japoneses. Entre otros, ha recibido los primeros lugares en el Concurso Literario del Sistema Nacional del Tecnológico de Monterrey 2006, categoría profesores, por el cuento Personajitos y por el poemario Sonora; fue ganadora del del II Concurso Internacional de Cuentos Breves de la 'Librería Mediática' 2005 (Caracas, Venezuela) con microrrelato; obtuvo el primer lugar en el Concurso Nacional de Cuento UDEM 2002 por el cuento Autotexgráfico y el primer lugar en el Concurso de Cuento 'Adolfo Bioy Casares' del ITESM 1998 con Libitum. Fue becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en Traducción Literaria emisión 2004; del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora en el género de cuento en el 2005 y del Laboratorio Fronterizo de Escritores/Writer´s Lab on the Border, en Tijuana/San Diego, por el Fondo de Cultura Económica de Estados Unidos durante el 2006. Ha publicado El agua está helada (ISC, 2006), Cuentráficos (ISC, 2006) y Hanami (UABJO, 2006). Como traductora, publicará en el transcurso del 2007 el libro Sin conocer el mundo del poeta japonés Shuntaro Tanikawa, por Plan C Editores en México DF. Actualmente coordina el Primer Certamen Literario de Cajeme (Yaqui-Español) en su localidad, es consultora independiente de políticas públicas para las Naciones Unidas y otras agencias, traduce libros del japonés e imparte cursos y talleres de literatura japonesa, haiku y cuento en diversas instituciones del país.