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Los secretos de la poesía chilena (1ª parte)
Rolando Gabrielli
20/09/2011


                 Cuando muere un poeta                                La noche migró
                 se revela la poesía                                        con su polen oscuro,
                 de cuerpo entero                                          abejas reinas,
                 con los ojos abiertos                                     abejas obreras,
                 alumbrando el mundo,                                  secretan un mismo poema
                 palabras desconocidas.                                 en el panal,
                 La muerte sólo pare                                      de la poesía.
                 finalmente,                                                   Rolando Gabrielli©2011
                 un último poema.
                 Con su cabeza de hielo,
                 tal vez la rosa
                 nunca muere. (RG)

CHILE, POEMA

Ey, ey, es re curioso Chile / mi país natal / lejano volcánico desértico polar austral / de mar crispado / hielos continentales / con su brazo fragmentado / enjuto cuerpo desgarbado delirando / por toda la geografía / su vientre erizado / ombligo luminoso / cálido / puerta Norte de la geografía / En la costa comienza y está anclado en el país de todos los puertos / Es Chile en su invierno colosal de la vida / Qué dimensión territorial / abismales abismos / fantástica caótica desmembrada geografía / un cuerpo de piernas largas / remando / orilla por el aire perdido / en el sombrero de septiembre 11 / los pajaritos llorosos de Chile / algo tarde para los muertos / las velas blancas de la patria / los temblorosos sin memoria / ni cruces / los gélidos yertos árboles / las desconocidas lenguas del Chile austral / cementerios de lirios y claveles vivos / en la vereda del largo miedo de Chile / Ah, viejos aromos / ni me hacen falta / me asfixian de felicidad / Más raro es Santiago / donde curiosamente nací / y me hice ver hasta el aluvión del 73 / Me pateaban huérfano las calles / asfalto vigilado / plomo del cielo gris / azulado envenenado / adiós / Años después aliento podrido frente a una pared / respetar los mensajes de la ciudad / escucharla detenidamente / consejera, amiga / partí / viaje expreso del infierno/ del infierno / a la muerte civil / el ataúd pegado al lomo / de la historia personal / quedaba atrás en algún patio / del Santiago de los callados / bajo tierra y cal / Mulo del nuevo amanecer / ecos de la memoria / extremo de Santiago / pozo / huella territorial / Atrás la espalda de la historia / de un cuerpo desconocido / la sombra de un vivo / alguien por nacer / Dejas de estar vivo / sin estar muerto / dejas de estar en ninguna parte / No deja de asombrarnos / este país lejano / de huesos duros / mar crispado / hielos continentales / salitre / Norte / sal de los muertos / desierto amado / huella fragmentada / Puerta arenosa / de Chile / agua / nieve / cal y canto de los sepultados / Sur de los ángeles / santos en procesión de santos arrodillados / altares orinados / el viento Sur de Chile barre el viento / aviva el fuego / de los desesperados / por volver a vivir.

Desde el fondo de la mina.

La poesía chilena está de duelo. Uno de sus más apasionados amantes la enviudó hace unas cuantas horas. Gonzalo Rojas, poeta del tacto, del cuerpo, del amor, de todos los sentidos, hilvanó desde el silencio la mudez larvaria de una poesía vanguardista sorprendente. Se sobrevivió así mismo y a sus pares por 93 años, en una metamorfosis casi perfecta. Fue un corredor de fondo en la maratón poética del Chile del siglo XX y XXI, un país de grandes e innovadores poetas, diseminados en su larga, fragmentada y accidentada geografía. Poetas de cordillera, mar, ríos, australes, urbanos, malditos, suicidas, marginales, de todas las geografías y confines, vivos en la palabra personal, alabados, discriminados, ninguneados, olvidados, humillados, paseados en altares, inventores de la pólvora poética, magos de provincia, talleristas per se, discípulos de sus sombras, pequeños dioses, dieron un perfil a Chile, pusieron nombre a las cosas. La geografía tomó la dimensión de un país real. La pobre Capitanía de Chile enriquecida por las palabras. El vacío se hizo más pequeño, como si tocara la Flauta de Hamelín, la palabra encantó aún a los más sordos en algún momento de sus vidas. Los escépticos nunca dejaron su estado natural y de ninguna manera se arrimaron a la orilla del camino. Siempre una ruta se bifurca hacia otro sendero y los caminos raras veces se encuentran.

Se apagó el relámpago rojiano, agudo y brillante, como si la noche entrara al negro socavón de su natal y germinal Lebu, esa piedra elemental que frotan los duendes para encantar las noches sin luna, ni estrellas, cuando los perros ladran sin sentido. Fue uno de los poetas que más se pronuncio contra la muerte, quizás la sabía inevitable y la sobrevivió, hasta cuando la vida no pudo evitarla. Sin vida, sin muerte, no hay poesía./ La vida se entierra cada día y la muerte una sola vez. /Es la acumulación de todos los días/, ni uno más, la palabra final. Tierra a la tierra, el gusano al cuerpo./ Las cenizas sobre el mar/viento de la poesía.(RG)

Joven, díscolo discípulo, admirador de Vicente Huidobro, surrealista arrepentido, ‘anarca’ en su propia expresión, ‘poeta de la no adhesión total’, vallejiano, se abrió paso en ancas de su musa, sin pausa ni prisa, ni permiso, en el telúrico y crispado mar de las torrentosas corrientes de la poesía chilena. Editó en 1948 su primer poemario La miseria del hombre, ridiculizado e ignorado prácticamente por la crítica y solo elogiado por Gabriela Mistral, hada madrina de poetas talentosos, como el joven Neftalí Reyes Basoalto y el mismo N. Parra. Qué olfato el de la maestra rural, dio paso a todos los grandes de la poesía chilena. Grande la Mistral, hasta en su olvido nacional.

Desapareció del escenario poético chileno el futuro Premio Miguel de Cervantes, hasta 1964, cuando editó Contra la muerte, el libro que le abrió las puertas a la gloriola poética nacional, con un tono personal, parodiando a Huidobro. Un libro que nacía del silencio, a vibrar en el aire, un autor que se tuteaba con los lectores, arrancaba las visiones, los ojos cada día y le plantaba cara a la muerte. Un Rojas existencial, despreocupado, lúcido ante y frente la muerte. ¿Más oscuro que la piedra de carbón, más luminoso que el cielo de Elqui? En Victrola vieja, Gonzalo Rojas, define su arte poética, que con los años iría redefiniendo en la reescritura: La poesía se escribe sola. Se escribe con los dientes, con el peligro/con la verdad terrible de cada cosa./...Únicamente el viento de la Palabra...Y critica a Ése que tiene el récord y anda que te anda/descubriendo el principio de los principios/El alfabeto mismo le queda corto/para decir lo mismo que está dicho. Una postura, indudable, frente al quehacer poético, como Huidobro, Neruda, Del Valle, De Rokha, Parra, Lihn, como tantos más, fijaba posiciones en el erizado jardín de la poesía. Hay muchas maneras de hacer sonar flautas y tocar el bombo. Su poema Sátira a la rima, es una pieza antológica contra el burgués y su vida burguesa y su manera de vivir. Una cátedra de humanismo para ser más humanos: ¡Pensar que sus almas de cerdos/se van al cielo después de morir! Gonzalo Rojas a partir de Contra la muerte, le dio un nuevo aire a la poesía chilena, oxigenò un camino personal, y nos recordó desde sus páginas que Sólo se aprende, aprende, aprende/de los propios, propios errores.

   Mestre, Rojas y Gamoneda

Los cachureos del boticario mayor

Recuerdo que Jorge Teillier me decía que sólo se escribe en la vida un solo poema, es decir, que todos los libros se reunían allí. Para Rojas, él escribía siempre un libro sobre un libro diferente: reescritura. ¿Secretos y mitos de los poetas chilenos? ¿Tantos como poetas? No todos atravesaron el río, algunos a la orilla ciertamente llegaron y van remando los nuevos. Pero las plazas están también llenas de palomas cagando desde las elegantes cornizas, como si el poema se suspendiera contra las leyes de la física, más allá de la palabra, la que lleva alas donde quiera habite.

La historia poética chilena del siglo XX ya la habìan escrito Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Gabriela Mistral, Pablo de Rokha y Nicanor Parra, quien inauguró y se aferró con dientes y muelas a un nuevo escenario con su libro Poemas y Antipoemas (1954), después de su ‘fracasado’, germinal Cancionero sin nombre, editado en 1937. Parra y Rojas inician a su manera, en su tiempo y propia respiración, un nuevo proceso para su poesía y la poesía chilena, a partir de una experiencia poética, un nacimiento frustrado. Detienen la máquina de hacer poesía y hacen mutis por el foro, Parra, 17 años y Rojas, 16 años, tiempo que aprovecharon para montarse en su propio carrusel y zepelin que ya nadie detendría, a nivel nacional e internacional. Los dos, junto a Neruda han sido profetas en su tierra -aunque Parra lo niegue- y a nivel internacional, un paréntesis nada despreciable en el país del ninguneo. Estuve cerca de Parra físicamente viendo como diseñaba su antipoética antinerudiana antitodo y ante todo, parriana. Abría y cerraba el paraguas de la poesía de Chile, como Charles Chaplin. Disparaba al establecimiento local y mundial. Su política era no dejar títere con cabeza, humor, ironía, verso blanco, verso negro, antiverso, popular, culto, parriano, en fin, poesía. Repetía ese chilenismo, a diestra y a siniestra, las manos y el orden del producto cambiaban sin permanecer fijos. Quebraba viejos modismos y modos, se apropiaba de palabras sueltas, dichos, eslóganes, chilenismos, frases hechas, coloquiales, refranes, actualidad, y los cachureos contradictorios, en nuevas y otras vías, eminentemente parrianas. Parra después reparaba todos esos cachureos que tal vez habría acumulado el viento de la palabra alrededor de su panal o viña, mejor dicho. Construía pieza por pieza, poesía al aire libre El método consistía proponer a su interlocutor un tema, una atmósfera, una frase, un camino, una aventura verbal que ya venía girando en su mente. El Olimpo que Parra construía, estaba aquí en la tierra, entre la gente, donde sus pies pisaran. ¿La palabra parriana deja hojarasca? Eso lo dirán los botánicos en su momento. Boticarios hay en todas las esquinas.

Un poeta debe escribir/después del futuro/Decir nada y todo estará por decir/Afirmar en su horizonte /una palabra que conmueva/. En mi trabajo, Las Víboras de Parra, digo a modo de explicación del significado para Chile de la antipoesía: ‘La antipoesía echa todo en su saco, pero no roto, en la Caja de Parrandora, recicla los materiales, inhala desde el estiércol a la primavera, de nada se priva el poeta, su oficio: boxear con las sombras del mediodía, arrancarle espuma al verbo, sacar del cuidado intensivo a la ‘poesía tradicional’, Parra se siente un sepulturero de adjetivos y metáforas, porque si no dan vida, matan. Hombre de poca fe, pone toda su fe en la antipoesía.’ Qué bombo, señor Corales. Lo cierto es que Parra se convierte en un trasgresor a tiempo completo, francotirador y no se detendrá hasta el final de sus días. A su poesía ya le han salido nietos.

Del prolongado silencio de ambos poetas y de sus futuras confrontaciones, incesantes búsquedas, pequeñas guerrillas con versos incluidos, surgirían dos de los más grandes exponentes de la poesía chilena e iberoamericana. Parra y Rojas, dos poéticas distintas, admiradores de un mismo maestro: Huidobro. Gonzalo Rojas, gustaba recordar que le había dado la libertad y Parra siguió los consejos huidobrianos, cuando dijo: ‘un poeta debe decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él’. Sólo por medio de la poesía, remataba Vicente Huidobro, el hombre resuelve sus desequilibrios, creando un equilibrio mágico o, tal vez, un mayor desequilibrio. En eso han andado Parra y Rojas, al parecer. Huidobro suspendía el adjetivo hasta nueva orden, porque si no da vida, mata, decía, lo trataba como un sepulturero de las imágenes. Una de sus grandes recetas. Ahí no había afrancesamiento alguno, más bien técnica, y una llamada de atención a los calificadores de grandes metaforones adjetivados.

Huidobro había fijado posiciones en 1916 con su libro El espejo de agua: Arte Poética: Que el verso sea como una llave/Que abra mil puertas/Una hoja cae; algo pasa volando/Cuanto miren los ojos creado sea,/Y el alma del oyente quede temblando./ Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; El adjetivo, cuando no da vida, mata. Màs que una advertencia, una sentencia huidobriana en lo rotundo de la palabra creación que tanto amaba. Para ser sinceros, esta es una palabra que nunca le gustó a Nicanor Parra. Varias veces le escuché criticarla ácida, irónicamente, quizás por ampulosa, falsa, inexistente, absolutamente inmanejable, porque crear es partir de cero, algo que no existe. ¿De tanto amar al maestro, se le mata inconscientemente de un solo plumazo o resbalón?

Pablo de Rokha Vicente Huidobro Nicanor Parra Gabriela Mistral

El Aedo de la araucanía raya la cancha

Neruda, citó solo a dos poetas en su discurso cuando recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971, en Suecia: el francés A. Rimbaud y de manera indirecta-directa, a Huidobro, lo que termina siendo un homenaje a la estatura del vanguardista sin paracaídas que representó este singular personaje, y cito: ‘El poeta no es un ‘pequeño dios’. No, no es un ‘pequeño dios’. No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios.’ Neruda plantaba banderas en Estocolmo.

La incertidumbre es materia vital de la poesía, allí nacen y mueren todas las certezas y vuelven a florecer como los aromos en primavera las más sólidas interrogantes en sus propias cabalgaduras, a lomo de mula, a pie por los abismos, con la respiración entrecortada y la esperanza que un espejismo nos ilumine. Gonzalo Rojas trabajó en mi opinión esa línea libre sin horizonte que la retuviera o enmarcara, indagó en la palabra hasta su silencio, para comunicarnos lo mejor de su mundo y espanto. Reducir la poética rojiana al erotismo como ocurre en estos días finales y aún antes, no solo sería un error, una tontería al desconocer la obra de un poeta total que utiliza todos los recursos del lenguaje y los sentidos, oralidad e intertextualidad. Para Rojas el poema pareciera un edificio de múltiples compartimentos que se van comunicando entre sí como si fueran en el aire de las palabras.

¿Sabes cómo escribo cuando escribo?
Remo en el aire, cierro
las cortinas del cráneo-mundo, remo
párrafo tras párrafo, repito el número
XXI por egipcio, a ver
si llego ahí cantando, los pies alzados
hacia las estrellas... (Rojas)

El siglo XX fue la época dorada de la poesía chilena y un escenario de choque de elefantes, Neruda, Huidobro y De Rokha-en un país largo como una tira tragicómica, que se perdía en la búsqueda y mirada impúdica, casi obscena de su propio ombligo de país insular. Octavio Paz, el mexicano que le dio un nuevo fundamento a México, no era precisamente amigo ni apologista de Neruda, sobre todo el político, dijo en una conversación telefónica a Jorge Edwards, según cita en su libro Adiós, Poeta: ‘Mira, quiero decirte una cosa, ya que tú estabas tan cerca del personaje. El año pasado releí las obras completas de Neruda, desde la primera página hasta la última. Creo en mi edición faltaban algunas cosas del final, pero leí entero y por orden todo lo que tenía. Mi conclusión es que Neruda es el mejor poeta de su generación. ¡De lejos! Mejor que Huidobro, mejor que Vallejo, mejor que Borges. Y mejor que todos los españoles. Es un poeta muy irregular, desde luego, pero en sus grandes momentos es el mejor. Siempre lo he pensado así: uno de los mejores del idioma. Residencia en la Tierra es un libro extraordinario’ ¿Nicanor Parra no figuraba en el canon del mexicano Paz, un ensayista luminoso? ¿La atmósfera Neruda era una caja fuerte hasta los setenta?

Años más tarde el poeta mexicano, José Emilio Pacheco, diría que Residencia en La Tierra es el libro más importante del surrealismo. No es cualquier afirmación, ni ligera complacencia. Pienso que Residencia en la Tierra es el libro mayor de la poesía chilena y latinoamericana, a los españoles les dejo que indaguen en su poesía. Es el más citado por los amigos y detractores del poeta, referenciado como pocos, estudiado, leído, citado, salvado de la hoguera en que algunos ponen la poesía de Neruda. Es un gran secreto a voces que es un libro influyente ayer, ahora y mañana. Con mi razón apenas, con mis dedos/ con lentas aguas lentas inundadas/caigo al imperio de los nomeolvides/a una tenaz atmósfera de luto....Dulce materia, oh rosa de alas secas/en mi hundimiento tus pétalos subo/con pies pesados de roja fatiga/y en tu catedral dura me arrodillo/golpeándome los labios con un ángel... Neruda, en Residencia en la Tierra, en el texto ‘Ritual de mis piernas’, juega en solitario con su cuerpo, en un poema notable, profundamente erótico, vital, telúrico, donde la soledad se siente sola… Lo de Neruda es más carnal, ya no es el adolescente provinciano, vive en Rangún, ha atravesado su largo cuerpo geográfico desde el Sur al Asia, con el espanto de los cuartos vacíos, de los atardeceres solitarios…

Libro de Neruda: Residencia en la tierra Neruda recibiendo el premio Nobel Pablo Neruda

Largamente he permanecido mirando mis largas piernas,
con ternura infinita y curiosa, con mi acostumbrada pasión,
como si hubieran sido las piernas de una mujer divina
profundamente sumida en el abismo de mi tórax.

Pablo Neruda, antes de los 30 años de vida, había rayado la cancha de la poesía chilena, latinoamericana y de habla hispana, con su Residencia en La Tierra, un libro mayor, del cual también beberían sus detractores, y poesía toda, de la cual surgiría contra ella, Nicanor Parra y el mismo Gonzalo Rojas se cuidaría de no ser tragado por el Dragón mayor del fuego de la poesía chilena. Siglo de la hegemonía nerudiana hasta su muerte en 1973,- a pesar del protagonismo parriano en la última década- pero no debemos pasar por alto la obra de brillantes castillos en el aire, sueños, libertades, búsqueda, del Altazor huidobriano, como Los Gemidos angustiosos y a veces líricos pasos por la república del Macho anciano de la poesía, Pablo de Rokha, la Mistral, indudablemente, y un coro de poetas que siempre estuvieron y siguen estando a la altura de este movimiento poético de múltiples cabezas y ramificaciones. Es largo el rosario de poetas chilenos que pusieron sus picas en el Flandes poético de la Loca geografía de Chile, de Norte a Sur y Este a Oeste. Si el gran momento histórico Nerudiano, Mistraliano, Huidobriano, Rokhiano, Parriano, Rojiano, los ocultó bajo las piedras de Chile, puso al borde de los caminos y los acantilados de la geografía, durante la Guerra Fría, el Golpe de Estado, en esos tiempos de agonía cultural, debemos nombrarlos, a riesgo de no estar todos los que debieran: Rosamel del Valle, Humberto Díaz Casanueva, Carlos de Rokha, Miguel Arteche, David Rosenmann Taub, Alberto Rubio, Eduardo Anguita, Alfonso Alcalde, Armando Uribe Arce, Braulio Arenas, Efraìn Barquero, Enrique Lihn, Jorge Teillier, Oscar Hahn, Rolando Càrdenas, Floridor Pèrez, Gonzalo Millàn, Omar Lara, Waldo Rojas, Manuel Silva Acevedo, Jaime Quezada, Oliver Welden, Hernàn Miranda, José Cuevas, Raúl Zurita,........... Roberto Bolaño es un poeta de la prosa, un poeta del relato, un poeta de la historia de la vida, de poetas y sus circunstancias.

Si la poesía chilena recayera solo en los seis poetas históricos, que los críticos de una u otra manera señalan, se habría estancado y no tuviera destino, ni la variedad y riqueza que sabemos ha alcanzado. Dentro de Chile surgió una cantera de poetas en las revistas que se han editado de Norte a Sur, Como Trilce en Valdivia, Arúspice, en Concepción y Tebaida, en Arica. Todas tienen nombres reconocidos, como Omar Lara, Waldo Rojas, Oliver Welden, Jaime Quezada, Floridor Pérez, Gonzalo Millán. Trilce aún se mantiene en el tiempo, lo que es un récord para este tipo de publicaciones. Àrbol de Letras, que dirigió Jorge Teillier y Cormorán, Enrique Lihn, ambas en Santiago, también ocupan un lugar importante dentro de la poesía y literatura chilena. Poesía en estado puro, directamente del fabricante.

Relevo de un corredor de fondo

Pienso que Oscar Hahn seguirá con el timón que en algún momento fìsíco abandonará Nicanor Parra de 97 años, porque ha recogido esos saberes ocultos y visibles, la Gran Receta de la Poesía chilena, sus secretos más reales, invisibles y propios: armar la vida y la agonía, la protesta, el amor, adentrarse en las cosas, ser parte de la geografía con un sentido de identidad y pertenencia, no dejar de nombrar, pero todo a través del lenguaje. Hacer y ser historia. Nada al azar, nada casual, sin desprenderse de los sueños, ni olvidar los laberintos del insomnio por los que pagamos algunos un justo precio. A partir de la derrota nace la esperanza, como nos dice en este texto Oscar Hahn:

Después del incendio
Tengo que recoger mis escombros
darles la forma humana que tenían
y seguir adelante
Que no haya brasas en los ojos
ni nubes de humo negro en el alma

Algunas cicatrices
por aquí y por allá son aceptables
Lo demás es echarse el dolor a la espalda
limpiarse las cenizas
y continuar andando

Lamentablemente para la poesía chilena, la temprana desaparición física de Gonzalo Millán, truncó tiempos aún más excepcionacionales (está bien dicho) para la poética chilena e iberoamericana. Gonzalo Millán siempre fue un constructor de prolijas, grandes, reales y fantásticas miniaturas. De escenarios donde estaba el ojo acucioso, detallista, obsesivo del poeta. Todo detrás de la sombra de la palabra. Ánforas que cultivaba en las estaciones de la vida. Vasijas griegas que asomaban bajo las arenas. Islas, solitarias islas nunca abandonadas.

Su gran receta: escribir nueve versiones sobre un poema, como si fuera una cabala y nunca sentirse satisfecho, entrar y salir por la aguja del sastre. Gonzalo Millán era el guardián de la palabra y donde quiera que esté, sigue trabajando en sus quimeras. Investigaba el canto de la palabra en su filo, toda su voz, color y textura de la palabra en la palabra. El poema para Millán era como una cabeza de cebolla con múltiples capas, hasta encontrar la perfecta. La cebolla es clave en la cocina chilena. Escribía con la yema de los dedos algo que ocultaba la luz a la sombra y viceversa. Al otro lado del poema, siempre asomará Millán.

  


La receta de Neruda era no tener receta, sólo escribir, despreciaba el ‘intelectualismo’, él, un viejo y zorro lector de los clásicos españoles, franceses, ingleses, Whitman, traductor de Shakespeare y más. Se lo dijo a un crítico francés, Claude Couffon: ‘La poesía de Mallarmè la defenderé siempre, pero en nuestras casas americanas, donde penetran el frío y la nieve y el sol abrasador, la poesía debe ser diferente.’

Uno de los grandes secretos de la poesía chilena es que sus poetas son estudiosos de la poesía, leen, viajan, no temen la contaminación en un ejercicio absolutamente personal y que sobrevive por la tenacidad frente a la página en blanco. No hay un modelo a seguir, pero leer es recomendable, insustituible. ¿Todos los caminos conducen a la poesía? Diría que el personal es el más válido, pero existen muchos Ulises que ya hicieron algún tipo de recorrido hacia Itaca. En esto, de cómo anduvo la poesía chilena y lo sigue haciendo, no todos opinaron, ni se confrontaron. Neruda como Parra, lo hicieron cuando les atacaron. Gonzalo Millán fue llamado ‘el mudo’ por Lihn, pero construyó una poética que deja sin voz ni palabras al más exigente lector. Su secreto fue tambièn su silencio constructor y traductor de mundos invisibles.

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DATOS DEL AUTOR:


Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947). Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional, experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de la publicación científico-técnica y económica, con circulación en 56 países, columnista de la revista alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.