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El paso del tiempo
Mª Felicidad López Vila
11/04/2008



Desde que tengo uso de razón me he preguntado ¿qué es el tiempo y donde reside su autentica esencia? Esencia, que hoy en día para mí, sigue siendo un misterio sorprendente y eterno.

Me he desesperado en su espera, me he angustiado con su rapidez y me he obsesionado con poder detener su paso.
¿Quién determinó que debía existir semejante abstracción, que nos somete a su causa y efecto, de una manera tan subjetiva según se goce o se sufra? ¿Por qué las horas, los minutos y los segundos cabalgan imparables hacia su destino?
Según la definición de algunos diccionarios, el tiempo es una magnitud física que mide la duración de los acontecimientos de nuestra vida terrenal que están sujetos a un cambio.

Tras leer una de tantas definiciones acerca de ese misterioso compañero que nos custodia en nuestra muerte y en nuestro nacimiento, pensé que el tiempo y su paso no son más que una impronta mental diseñada por el creador en su plan evolutivo, en una plataforma de aprendizaje lineal donde pasado, presente y futuro convergen en un mismo punto. La dimensión del paso del tiempo absoluto pertenece al plano tangible y el sistema relativista al plano intangible, programando los sucesos de nuestras vidas con una precisión absoluta donde el paso del tiempo es un movimiento imperceptible entre la nada y su todo. De ese modo percibimos la franja horaria tan subjetiva, adelantándola o retrasándola según las circunstancias de cada individuo.

Tal vez el envejecimiento y el miedo a la muerte sean dos de los factores principales que aceleren psicológicamente el paso del tiempo y hagan que las manecillas de nuestra alma corran a un ritmo trepidante en la vida cotidiana casi siempre estresante, angustiándonos por detener el paso de nuestro amigo incombustible de arrugas y llantos en un cuerpo deteriorado y con recuerdos seniles.

Un buen día al levantarnos percibimos en la piel una decadencia cutánea. Queremos salir a la calle ,corriendo, en busca de las defensas necesarias en la lucha imparable contra el paso del tiempo, queremos descubrir una formula mágica que lo detenga, que nos devuelva la juventud perdida pero su azote nos persigue desde el alba hasta el crepúsculo como un letal sueño, y en esa búsqueda imparable de cambios físicos y fisiológicos, nos olvidamos de agradecerle al paso del tiempo nuestro crecimiento personal y nuestra transformación mental en el arduo camino evolutivo.

El paso del tiempo es la semilla que plantamos en cada una de las etapas de nuestra vida: nos motiva, nos permite ser felices e infelices, dudar, temer, desconfiar y recuperar la fe perdida, nos hace entrar en crisis, nos hace odiar y amar, caernos mil veces y levantarnos milagrosamente con la fuerza suficiente para seguir hacia delante, porque lo difícil no es detenerlo sino aceptarlo como un potencial de realización personal y dejar de sentirlo como un enemigo poderoso para convertirlo en un aliado justo.

Los cambios son necesarios en el proceso de nuestra realización interna y en nuestro ser más profundo mora la capacidad de transmutarlos, el paso del tiempo nos conduce progresivamente a nuestro propósito de vida percibiéndonos cada vez más a nosotros mismos, y a medida que el tiempo pasa dejamos atrás una estela de aciertos y fallos que nos convierten en una amalgama de sensaciones provechosas.

Dejarse llevar por él resulta tan beneficioso como doloroso dependiendo de los retos a los que nos enfrentemos, pero aun sintiéndonos vencidos en algunos momentos es inevitable recorrer el camino transitado por obstáculos y regalos, risas y llantos, luz y oscuridad, principio y final porque en la dualidad hallamos nuestra autenticidad, introduciéndonos en un universo físico y mental donde cualquier cosa puede hacerse realidad.

En nuestra realidad mental el tiempo se puede adelantar, corregir, paralizar y retrasar. Retrasarlo, sin necesidad de utilizar retinoides, antioxidantes, liposomas, alfahidroxioacidos y cirugía estética, como sucede cuando nos sumergimos en la realidad física.

Suspendido en nuestra mente el tiempo y su paso no tiene dominio sobre nosotros, es infinito, absoluto y relativo, no existe para nuestros cinco sentidos, tan solo es una mera ilusión irreal del sexto sentido: sentido que capta las verdades absolutas del universo y que está en constante sintonía con el plano de la materia.

La materia se transforma al igual que nosotros vamos transformándonos en individuos con más experiencia y sabiduría, con el tiempo y su paso, en el plano físico, donde el tiempo y el espacio se dan la mano para ocasionar acontecimientos, circunstancias y ocurrencias.

En el momento que nos adentramos en el mundo físico también la franja horaria se torna física y deja de ser psicológica, el reloj pasa de ser un simple objeto decorativo a transformarse en un incordio continuo.

Sucesos sensoriales se deslizan por la esfera procesando sentimientos, en un recorrido monótono de sensaciones que desencadenan en una cascada de reacciones diversas, mientras nuestras neuronas perciben de un modo peculiar el paso del tiempo, activando en el cerebro un sinfín de relojes internos cada vez que nuestro inconsciente se concentra en el pasar de las horas.

Nuestros pasos avanzan de un modo circular desde un principio hasta un final, elevación y caída, y vuelta a empezar. Etapas de coraje seguidas de épocas de desaliento y temor se suceden progresivamente, transportando emociones en sabias agujas que no pierden el tiempo conversando con el segundero.

Cada microsegundo encierra en el paso de su tiempo una verdad eterna, y su movimiento se manifiesta en todo el universo, solapando inquietes que se mueven en segundos, vibran en minutos y circulan en horas.

El día antecede a la noche y la noche persigue al día, la primavera busca al verano y el verano corre al encuentro del otoño que musitando en el carrusel del tiempo espera paciente al gélido invierno, y así, sin descanso, circulan por el devenir de la rueda cósmica una sucesión de cambios que en nuestra propia piel notamos, y en nuestra alma añoramos, con la esperanza de que nazcan nuevas ilusiones, crezcan nuevos sueños, lleguen a su madurez nuestros pensamientos, decaigan nuestros fracasos y mueran nuestros miedos.


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DATOS DE LA AUTORA:


EEn 1987, a Felicidad López Vila, tras dudar entre matricularse en las facultades de Filosofía o Psicología, un casual e imprevisto viaje le cambió el rumbo de su vida y se interesó por el estudio de las terapias alternativas, la metafísica y la parapsicología. Al tiempo que cursaba estudios en la Escuela Oficial de Idiomas y desarrollaba su faceta como pintora. En el trayecto, un desconocido le propuso escribir un libro y aunque al principio se negó, finalmente acabó accediendo al quedar fascinada por la dualidad abstracta de la existencia.