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La guerra de los botones: Aprendiendo de los mayores
Julio Rodríguez Chico
29/11/2011



FICHA TÉCNICA DE 'LA GUERRA DE LOS BOTONES'

La guerra de los botones+ Dirección: Christophe Barratier
+ Guión:
Christophe Barratier y Stéphane Keller. Basada en una novela de Louis Pergaud
+ País: Francia
+ Año: 2011
+ Duración
: 100 min.
Interpretación
: Guillaume Canet (maestro), Laetitia Casta (Simone), Gérard Jugnot (padre de L’Aztec), Kad Merad (padre de Lebrac), Jean Texier (Lebrac), François Morel (padre de Bacaillé), Marie Bunel (madre de Lebrac), Thomas Goldberg (L’Aztec), Théophile Baquet (Gran Gibus), Louis Dussol (Bacaillé), Nathan Parent (Camus).
+ Producción: Thomas Langmann
+ Montaje: Anne-Sophie Bion e Yves Deschamps
+ Direño de producción: François Emmanuelli
+ Música: Philippe Rombi
+ Fotografía: Jean Poisson
+
Vestuario:
Jean-Daniel Vuillermoz


Mientras el mundo está inmerso en la Segunda Guerra Mundial, los chicos de los pueblos vecinos de Longeverne y Velran de la campiña francesa que siempre se han odiado, libran su guerra particular. No pelean por ningún motivo especial, simplemente, no quieren ver a sus vecinos cerca de donde ellos viven. En una de esas batallas, Lebrac, un chico de trece años de Longeverene, tiene una idea brillante: arrancar todos los botones de las ropas de los prisioneros, para que vuelvan a sus casas medio desnudos, vencidos y humillados. Se ha declarado la ‘guerra de los botones’, y el pueblo que reúna el mayor número de botones será declarado vencedor.


En unos tiempos en que la valentía era un valor exigido entre los franceses, unos niños imitan a sus mayores y se enfrentan en una guerra por el territorio y también en una lucha por conseguir el amor de su vida. Y eso porque la Francia ocupada por los alemanes en 1944 es el escenario de La guerra de los botones, película de Christophe Barratier en donde los chicos de los pueblos vecinos de Longeverne y Velran reviven la rivalidad y odio de sus antepasados, en lo que viene a su vez a ser reflejo de un país dividido entre la resistencia y los colaboracionistas. En la pelea infantil hay mucho de guerra psicológica y de humillación inflingida por cuanto el botín son los botones de las camisas y pantalones del enemigo, hasta que la causa judía sale a escena… porque entonces todo cambia.

  

Como en Los chicos del coro, Barratier nos presenta a un maestro que trata de inculcar a sus díscolos alumnos el sentido de la justicia, del respeto y otros valores humanos y de convivencia. Y, como entonces, una o varias historias de amor sirven para endulzar unos tiempos difíciles donde la violencia amenaza con torcer el rumbo de esos pequeños… si la tortura o la impiedad se imponen en el campo de batalla.

También la banda sonora vuelve a ser crucial para el director francés, con una música envolvente y melodramática que despierta los sentimientos más tiernos y enardece el espíritu guerrero… de manera tan hermosa como artificiosa. La novela homónima de Louis Pergaud fue llevada al cine por Yves Robert en 1962, y ahora Barratier ha querido ambientarla en unos momentos de ocupación donde convivían patriotismo, denuncia y persecución… pero aquí todo de manera desdramatizada.

A la cinta le falta intensidad y resulta excesivamente blanda y sensiblera, con demasiados tópicos que hacen que la historia no encierre sorpresas, y con personajes trabajados sobre el estereotipo que pierden espontaneidad y frescura. De los adultos, sólo el padre del conflictivo Lebrac admite varias capas y tiene una personalidad definida gracias a la buena interpretación de Kad Merad; el resto, son meras comparsas, y las figuras de Simone y su ahijada o del padre de L’Aztec no tienen desarrollo alguno.

  

En cuanto a los niños, son simpáticos y adorables en su inocente comportamiento pero su dirección no acaba de convencer, tampoco en el caso del campestre Lebrac y de la madura y urbanita Violette, jóvenes entre quienes no se da una química que haga creíble su naciente amor.

Por eso, con las mejores intenciones, Barratier nos ofrece una película familiar y agradable, de factura dulce con algunos momentos emotivos y entrañables en medio de una puesta en escena un poco acartonada.

La cinta no alcanza instantes mágicos entre los niños ni la(s) historia(s) de amor terminan de funcionar y coger vuelo, pero a favor está que carece de pretensiones y da lo que promete, que se ve con gusto y conserva el tono amable durante todo el metraje y sin caídas de ritmo.

  

La idealización de la Resistencia con todos los franceses como patriotas y el carácter de fábula infantil la convierten, a su vez, en una película de iniciación a la madurez -aunque vivida con escasa convicción-, con unos niños que juegan a ser mayores y a repetir que ‘no somos unos gallinas’, aunque a veces se escapen unas lágrimas (fáciles y un poco artificiales) y haya que pedir disculpas (por el exceso y simplificación).

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Para saber más

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DATOS DEL AUTOR:

Julio Rodríguez Chico, natural de Gijón (Asturias). Licenciado en Historia y máster en Historia y Estética de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y de la Asociación SIGNIS-España. Editor del blog La Mirada de Ulises, incluida en las plataformas digitales Paperblog y Globedia. Crítico de cine y colaborador de las revistas La Butaca, Film Historia (Univ. de Barcelona), Cinemanet, La peli que quieres ver, y En taquilla.
Autor del libro Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad y el amor (Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2004), de En busca del hombre y de la libertad. El cine polaco en la Seminci (Ed. Polonica Matritensis, Madrid, 2009), así como de artículos publicados en revistas y congresos especializados, sobre todo en torno al cine de autor. Desde el 2002, he participado en cine-forum y ciclos de cine entre universitarios, y cubierto el Festival de Cine de Valladolid (SEMINCI).