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Un viaje en el tiempo:Fiestas Medievales en el Sur
Carlos J. Fernández Rodríguez
5/5/2004


Las fiestas y escenificaciones medievales se están extendiendo por toda la península desde hace algunos años. Estas celebraciones tienen, por lo general, un escenario histórico, como puede ser un castillo, en la mayoría de los casos, o una plaza monumental, en otros. La tipología de estas fiestas es muy variada, aunque siempre nos remite a esa imagen romántica del medievo que tanto partido le han sabido sacar en el cine, responsable último de la fascinación actual por todo lo relacionado con este periodo histórico.

Habitualmente, encontramos varios tipos de fiestas que se repiten con éxito desigual en las diferentes regiones en que nos encontremos. Por un lado, tenemos el cada vez más clásico mercado medieval, en sus dos vertientes: la representación teatral de calle en la que se hace partícipe al espectador en una historia que se va desarrollando en su recorrido itinerante, y, por otra, el mercado de artesanos en el que se recuperan ciertos oficios y se venden los más variados productos. Por otro lado, tenemos las fiestas en torno a tabernas, que recuperan el sabor del cine de Hollywood, en las que el exceso es la nota dominante y la ambientación está muy cuidada. Por último, tenemos las diferentes animaciones teatrales en diversos espectáculos en los que se trasladan al público las diferentes leyendas y cuentos populares relacionados con el entorno en el que se desarrolla la fiesta. Las comidas medievales y los juegos para los más jóvenes complementan esta oferta de ocio.

La ruta que vamos a proponer nos llevará a pasar dos fines de semana en las fiestas medievales más relevantes del sur de la península: Cortegana y Castro Marim. Estas celebraciones se organizan con quince días de diferencia según el año, por lo que se trata de dos escapadas muy apropiadas para combatir la rutina de sol y playa en la que a menudo se convierten las vacaciones de verano.

La primera ruta que vamos a realizar nos va a llevar a la Sierra de Aracena, en Huelva, donde se encuentra la pequeña localidad de Cortegana, dominada en lo alto de un cerro por la imponente figura de su castillo. La fiesta medieval se celebra en los días centrales del mes de Agosto en el patio de armas del castillo, aunque no será éste el único punto de interés en la primera ruta de nuestro viaje a la época medieval. La Sierra de Aracena es por sí misma un motivo más que suficiente para salir de nuestro letargo veraniego, gracias a su excelente clima y a la variedad de paisajes que nos ofrece. Dominado por el obligado bosque de encinas, nos encontramos en una de las zonas productoras de jamón ibérico de mayor calidad: el jamón de Jabugo. La presencia de este producto invade todos los comercios y los inevitables centros de souvenirs, donde nos ofrecen los productos de la tierra, junto a los estrafalarios botijos que recrean el acontecimiento por el que se conoce a la cercana Archidona en toda España desde hace unos treinta años.

La zona se compone de pequeñas poblaciones entre las que destaca la localidad de Aracena, donde podremos hacer una visita a su casco antiguo y a la famosísima Cueva del Agua, donde tendremos que hacer nuestro buen rato de cola para poder admirar la belleza de esta formación natural. Esta localidad y su sierra cercana ofrecen muchos puntos de interés, pero el objeto de nuestro viaje es la fiesta medieval de Cortegana, así que después de comer por los alrededores, no perderemos tiempo y nos marcharemos en busca de la fiesta.  

                           

Una vez llegados a Cortegana, y después de subir la gran cuesta que nos conduce al cerro del castillo, nos encontramos con un conjunto fortificado impresionante, a lo que colabora lo escarpado del terreno. El castillo, pese a sus pequeñas dimensiones, presenta un aspecto impecable, fruto de más de un lavado de cara que lo muestra tal y como la imaginación popular entiende y desea ver en una construcción de estas características. El recinto rodea al edificio, que se asienta en unas rocas, y muestra unos miradores desde los que se puede disfrutar de la excelente vista de la Sierra de Aracena. Las actividades de estas jornadas medievales duran todo el fin de semana, y plantean juegos, espectáculos, comidas y, ante todo, mucha fiesta. Por todos lados encontramos actores que nos invitan a participar en una recreación, en una exhibición de cetrería, en una competición de tiro con arco o en la gran cantidad de juegos que se desarrollan en estos días. Algo curioso es la relación de la ciudad con la vecina localidad portuguesa de Castro Marim; por equipos, ambas poblaciones compiten en juegos de tradición medieval representando a sus respectivos reinos: Castilla y Portugal. La caza del cerdo engrasado, los torneos y otro tipo de pugnas, las enfrentan hasta que se proclama al vencedor de estos juegos medievales.

En las faldas del castillo, encontramos el núcleo más animado de la fiesta, con tabernas de paja y troncos en las que poder sentarse en grandes bancos corridos de madera, a degustar los productos de la zona. Estas tabernas componen todo su ajuar al más puro estilo medieval: platos de madera y cerámica y vasos de barro. Todo el ambiente está excepcionalmente cuidado para lograr la ilusión de regreso al medievo. Los personajes que pueblan estas tabernas son los típicos del momento: mendigos, prostitutas, caballeros, pícaros y aldeanos que pululan entre el gentío invitándonos a participar en sus andazas o liándonos con sus historias.

Al llegar la noche, llega el punto fuerte,con los espectáculos piromusicales que concentran a un gran gentío en la explanada de las tabernas, y las cenas en el patio del castillo y en la jaima cercana, según el tema y menú que elijamos. La jaima nos permite disfrutar de una cena con espectáculo andalusí, en la que se nos ofrecen recetas magrebíes amenizadas con música y bailes árabes tradicionales. Si nos decantamos por la cena cristiana, también deberemos ir caracterizados e introducirnos en el ambiente de una mesa del siglo XV para escuchar a trovadores y ver en acción a los actores que nos invitan a participar de la fiesta. El ambiente se esmera en estas comidas en las que el entorno justifica por sí solo el disfrute de una actividad, cuando menos, diferente de las tradicionales.

La segunda ruta que propondremos en este viaje nos llevará a una pequeña localidad de frontera de Portugal, la población de Castro Marim, que celebra sus Dias Medievais el primer fin de semana de septiembre, con lo que seguimos teniendo la garantía de buen tiempo para disfrutar de estas fiestas. La idea es muy similar a la de Cortegana, si bien en Castro Marim nos encontramos ante un conjunto fortificado de mayores dimensiones y ante unas fiestas más espectaculares y participativas. La fortificación de Castro Marim no data en su conjunto de época medieval, si bien el ambiente de ruina que se respira conjuga muy bien con la idea de entorno que se pretende conseguir en la fiesta. El mejor momento para acercarnos es por la noche, cuando el recinto se ilumina apenas por la luz de unas antorchas que se mantendrán encendidas durante todo el tiempo que se mantenga abierto el recinto. Lo primero que nos llamará la atención es el campamento guerrero construido en una explanada, constituido por tiendas de campañas rescatadas del tiempo y armas y calderos diseminados por la zona, y que sirve de refugio y camerino para los actores que continuamente amenizan con sus cantos, juegos y luchas al numerosísimo público que se acerca a participar de la fiesta. Esta inmersión en el ambiente se completa con el hilo musical que, casi imperceptiblemente, transmite música de la época para lograr una desconexión total y un viaje en el tiempo que llega a lograrse si uno pone algo de su parte.

Como en Cortegana, encontramos las luchas entre ambas poblaciones, así como entre grupos de actores procedentes de toda Europa. A ello, se le unen los cercanos puestos de artesanos y las tabernas, los lugares de mayor concurrencia de la fiesta, que usan un menaje similar al de Cortegana, aunque la variedad de productos que encontramos es algo mayor. Desde el inevitable polvo o pulpo a la barbacoa, que impregna de un olor característico la zona, hasta los más diversos tipos de panes y los excelentes productos cocinados en trípodes y calderos, todo ello en su correspondiente hoguera a la que también se arriman los tradicionales corderos y cerdos ensartados en un eje que da vueltas sobre el fuego. Todo un espectáculo al que asistir sentados en las balas de paja con un vaso de Sagres en la mano o un excelente vino portugués.

Una vez que se acaba la fiesta, tenemos que elegir un sitio para dormir, y, dada la dificultad de encontrar alojamiento en la propia localidad, una buena alternativa la tenemos en las localidades cercanas: Vila Real de Santo Antonio, Montegordo y Tavira, dependiendo de nuestros intereses. Vila Real tiene la ventaja de su proximidad a Castro Marim. Nos muestra un centro histórico trazado en retícula con las características viviendas recubiertas de azulejos, propias de la arquitectura portuguesa, junto a otras de mayor sabor colonial. Montegordo es una trasposición de la Costa del Sol al Algarve portugués, con sus terrazas llenas de gente, sus discotecas y ese ambiente tan característico de las zonas costeras. Tavira es la tercera opción. Se trata de una pequeña localidad situada a treinta kilómetros de Castro Marim, que nos ofrece todo lo que buscamos en un pequeño pueblecito aún no contaminado por el turismo de masas. Su gran oferta hotelera, que combina calidad y precios reducidos, la hacen idónea para pasar unos días alternando la gastronomía local con sus magníficas playas, y, sobre todo, con el gran ambiente medieval de las fiestas de Castro Marim.

Estas fiestas quizás no destacan por su originalidad, ya que celebraciones como las que hemos citado se realizan a lo largo y ancho de la península e incluso en países europeos, con su diferente versión de la fiesta. En Carcassonne veíamos como las Fiestas del Cerdo se celebraban en un ambiente medieval en el que primaba la escenografía y la solemnidad de los desfiles y luchas. Algo más abajo, parece que el concepto de fiesta cambia a un terreno más mundano, en el que se busca más la participación del público y en el que el concepto de medievo que se pretende transmitir varía considerablemente. La fiesta medieval es, a fin de cuentas, un modo diferente de pasar unos días de vacaciones, en los que no deberemos tener más pretensiones que lo que verdaderamente se persigue: recuperar el concepto romántico de la época medieval y participar en la fiesta dentro de la amplia gama de posibilidades que se nos ofrecen.