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Francia medieval
Carlos J. Fernández Rodríguez
25/4/2004


Fotografías
Carlos J. Fernández


En Caminos Paralelos pretendemos ofrecerte propuestas para que tus vacaciones sean algo más que las habituales sangrías, paellas y todas esas cosas a las que nos hemos ido acostumbrando. Desde luego, no voy a criticar aquí el turismo de sol y playa; sólo voy a intentar mostrar, en los diferentes capítulos en los que se irá desarrollando esta sección, las alternativas a este consumo turístico de masas que, como veremos, no es la única opción para pasar unos tranquilos días de vacaciones (bueno, tranquilos o no, eso ya es opción tuya). Caminos Paralelos irá desarrollando puntualmente propuestas que en ocasiones se alejan de los destinos turísticos clásicos y que en otras, nos mostrará rutas distintas para saborearlas de forma diferente.

El primer itinerario que te proponemos podríamos denominarlo Francia Medieval, y durante seis días nos llevará a recorrer toda la variedad artístico-paisajística del sur de Francia, desde el valle del Dordogne al pintoresco Languedoc, en un ruta que nos descubrirá las bellezas ocultas de una gran ciudad como Toulouse o las singularidades de poblaciones como Cordes o St-Cirq-Lapopie. La fecha ideal para realizar este viaje es difícil de precisar. Desde luego, en primavera podréis disfrutar de la mejor temperatura y de la práctica ausencia de hordas de turistas, aunque, al ser localidades fuera de los circuitos habituales, corréis el riesgo de encontrar cerrados los principales servicios tan necesarios en ocasiones. Esto viene unido al problema de la diferencia de horarios de trabajo de algunos monumentos franceses, de forma que os encontraréis con una mayoría de monumentos que cierran a las 12:00 h. del mediodía y a las 18:00 h. por la tarde.

Día 1: Burdeos.

El primer día de la ruta es el menos relacionado con el título de nuestro viaje, pero es un excelente punto de partida para la ruta que realizaremos l día siguiente. En este día llegaremos desde nuestra localidad de origen hasta Burdeos (siempre es recomendable realizar una pequeña parada en San Sebastián). Burdeos tiene poco patrimonio medieval que ofrecer al viajero, si excluimos, por supuesto, la imponente catedral de San Andrés. Esta catedral no es lo mejor que nos vamos a encontrar en nuestra ruta; además, las agresivas restauraciones que se le aplicaron en el siglo XIX nos hacen pasar de largo, aunque una pequeña visita (sobre todo, para ver el imponente órgano interior) sea recomendable. Sin embargo, por lo que destaca Burdeos es por su rico patrimonio del XIX. En esta época del II Imperio, por influencia de las reformas urbanísticas del barón Haussmann en París, las grandes capitales inician procesos de aperturas monumentales sobre los barrios históricos, dando como resultado una conformación urbanística de desigual valor. En Burdeos destacan las Plazas de la Bolsa y del Parlamento, zonas de gran animación nocturna. Otros hitos destacados para visitar en Burdeos son el Teatro Municipal y el cercano Monumento a los Girondinos. Este espectacular conjunto es una de las obras que justifican una salida nocturna por la capital, ya que su iluminación refuerza la estética del grupo escultórico.

Burdeos es, además de una ciudad excelente para una primera toma de contacto con el país galo, un sitio excelente para encontrar plazas hoteleras de calidad a precios verdaderamente asequibles. Nuestra recomendación para toda Francia (por supuesto, depende del tipo de viaje que desees) es la reserva en hoteles tipo IBIS, establecimientos funcionales, con una aceptable carta de servicios y cuyo atractivo principal radica en el más que aceptable precio de sus habitaciones.

Día 2: Burdeos- Périgueux- Sarlat- Beynac

La ruta por los monumentos medievales del sur de Francia comienza este día por el recorrido de la carretera que bordea el río Dordogne (dirección Bergerac). Los menos pacientes pueden coger la autopista dirección Périgueux, aunque no podrán disfrutar del paisaje de la región de viñedos que envuelve a Burdeos. Estas pequeñas plantaciones vitivinícolas están salpicadas de pequeños castillos y mansiones que por sí solos ya merecería la pena dedicarles un día entero para su visita. Éste es un problema que se repite en la zona, y es que la riqueza patrimonial que vamos a dejar de lado es tanto o más importante que la que vamos a visitar. Esta región soportaría, desde luego, varias otras rutas del tipo de la que estamos describiendo.

El itinerario de la autopista llega a Périgueux, donde es imprescindible la visita a Sant-Front, basílica románica característica de esta región de Auvernia, que tiene en su sistema de cubiertas el rasgo distintivo que hace de ella el tipo que caracteriza el arte románico de la región. La cubierta se organiza en una hilera de cúpulas ligeramente ovoides, rasgo que entronca con las características del arte bizantino y que llega a esta región tras las cruzadas. En Cahors veremos otro ejemplo de este tipo.

Ambas carreteras confluyen en la siguiente parada de nuestro camino, Sarlat-la-Canéda. Esta localidad tiene varios monumentos reseñables, pero lo verdaderamente admirable en ella es la riqueza patrimonial de su casco histórico, donde destacan las construcciones en una piedra local que presenta un característico color melado. Estas construcciones nos muestran un entramado de madera y unas techumbres muy inclinadas, que le proporcionan ese singular aspecto evocador que se repite por toda la ciudad.

La Catedral de St-Sacerdos se sitúa junto al espectacular cementerio visitable, donde destaca una curiosa construcción llamada linterna de los muertos, del siglo XII y que nos presenta una inusual cubierta cónica. Otro espacio que hay que visitar es La Boétie, edificio emblemático de la ciudad, así como la plaza del Ayuntamiento, a la que accederemos por intrincados callejones de indudable regusto medieval. Esta plaza es un filón para los amantes de la fotografía, aunque los amantes de la buena mesa tendrán que buscar otro sitio para tomar algo; un buen lugar está en el conjunto de restaurantes cercanos a la catedral. El plato más característico de la zona es el pato, cocinado de diversas maneras y que inunda las cartas de estos restaurantes. También es reseñable la gran tradición de postres de la población, tanto por su calidad como por su gran variedad.

La región de Sarlat nos ofrece otros puntos de indudable interés, como la cercana y espectacular Beynac, acomodada a lo largo del río y sobre la montaña. También es interesante la visita a La Roque Gageac y a las cuevas de Lascaux, aunque en esta última tendréis que conformaros con admirar la reproducción de las pinturas situada al exerior, ya que el acceso a la cueva original (al igual que ocurre en Altamira) está estrictamente limitado.

DÍA 3: Rocamadour, St-Cirq-Lapopie y Cahors

El tercer día nos va a transportar a unos pueblos perdidos en carreteras de montaña y con un escaso volumen de población. Ambas circunstancias, unidas a su alejamiento de los circuitos turísticos, han conseguido mantener el espíritu de Rocamadour y St-Cirq. Cahors, como veremos, es otra cosa.

La carretera que conduce a Rocamadour es una de esas en las que no cabe más remedio que disfrutar la conducción a lo largo de un recorrido en el que los kilómetros se suceden con extrema lentitud. Sin embargo, la llegada al antiguo centro de peregrinación bien merece este esfuerzo. Rocamadour se erige en el siglo XI a partir de un eremitorio. El hallazgo en esta época del cuerpo incorrupto del eremita, al que se llamó Amador, supuso la aceptación del hecho religioso en una época en la que la religión buscaba antes las evidencias del paso de Dios por la tierra que el planteamiento de una reflexión teológica más erudita. Consecuencia de esto, se van erigiendo hasta nueve capillas entre los siglos XII y XV, que conforman el llamado parvis de las iglesias, la planta intermedia de la localidad. Rocamadour se divide en tres plantas situadas a lo largo de una única calle que zigzaguea por la montaña. La gran pendiente entre la primera planta y el parvis se salva con la grand-escalier o via sancta que, según la tradición, los peregrinos debían subir de rodillas. Al ser una escala del Camino de Santiago en Francia, Rocamadour ha tenido a lo largo de la historia una gran importancia como centro de peregrinación, pasando de ser un santuario local entre otros en el siglo XII a cobrar la gran importancia que en el siglo XVII equiparaba la visita a sus nueve capillas con el recorrido por los altares del Vaticano. A nivel práctico, hay que señalar que todas las plantas están comunicadas por ascensores que cierran a las 18:00 h.

Tras la visita de Rocamadour, lo ideal sería llegar a comer a St-Cirq-Lapopie, aunque hay que tener en cuenta que la carretera retrasará mucho nuestro camino. St-Cirq-Lapopie fue en época medieval uno de los cuatro vizcondados de Quercy, dominado por la dinastía de los Lapopie. Es considerado por algunos como uno de los pueblos con mayor encanto de Europa, y su fama viene por haber sido el centro de un grupo artístico en los años ´50 con André Breton a la cabeza. Situada en lo más alto de un acantilado que domina el río, lo más interesante que podemos hacer aquí es el simple vagabundeo por sus calles, descubriendo a cada paso un rincón más pintoresco que el anterior, además de unas impresionantes perspectivas del paisaje que le rodea.

El último punto de este tercer día es Cahors, interesante por su Catedral de St-Étienne, que sigue las características de la iglesia de Périgueux que antes señalábamos, y, sobre todo, por el Pont Valentré, uno de los monumentos más fotografiados de Francia. Se trata de un puente fortificado con tres esbeltas torres que ha sido escenario de un gran número de películas y cuyo momento más adecuado para ser visitado es por la noche, ya que su iluminación se refleja en el río que circunda Cahors, creando un efecto escenográfico impresionante. Por la noche, llegaremos a Toulouse, ciudad con un gran ambiente nocturno que será el punto donde pasemos las próximas tres noches.

Día 4: Toulouse- Moissac- Montauban

Toulouse es la capital de la región y un importante centro aeroespacial. Su importancia histórica viene por ser cabeza de la Vía Tolosana en el Camino de Santiago, lo que le ha dejado alguna de las muestras más interesantes del arte románico europeo. Su visita la vamos a estructurar a lo largo de los dos días que nos vamos a quedar en ella, para aprovechar el horario de apertura de los monumentos a primera hora de la mañana y el gran bullicio de las calles del centro por la tarde. Así, al amanecer de este cuarto día de viaje, vamos a visitar la basílica de St-Sernin, edificio imponente que se levanta según el tipo de iglesia de peregrinación según el modelo compostelano. Dividida en cinco naves para albergar grandes masas de población, tiene tres puntos fundamentales: La Tour Nolare, o el cimborrio de cinco plantas sobre el crucero, los relieves de la girola y, sobre todo, la Porte Miégeville (llamada así por estar en la calle que partía en dos la ciudad), que presenta el primer programa escultórico monumental aplicado a una portada románica. Su influencia se irradiará a toda la escultura de la región, especialmente, al próximo punto de nuestra visita, la abadía de St-Pierre, en Moissac, a la que llegaremos en poco más de cuarenta minutos por la autopista. Lo más destacable de St-Pierre es el claustro historiado, el primero de su género, y la gran portada románica del Juicio Final, icono fundamental de la historia del arte mundial. No es el sitio para realizar un análisis de ambos elementos, aunque, como curiosidad, hay que señalar que este imponente conjunto fue salvado de la destrucción por Villet-le-Duc, ya que en el S.XIX se pretendía hacer pasar el trazado de las vías del tren por la mitad del claustro. De todas formas, no deja de ser curios oir el estruendo de un tren desde uno de los lugares en teoría más apacibles como es un claustro, y es que la vía pasa a escasos diez metros de éste, sobre las antiguas cocinas del monasterio.

Una buena idea puede ser quedarse a tomar algo en las terrazas que, con el buen tiempo, se colocan frente a la portada del monasterio. Si decidimos dar por concluida nuestra visita a Moissac, a veinte kilómetros en dirección Toulouse encontramos la localidad de Montauban, ciudad natal del pintor J.D.Ingres y del escultor Bourdelle. Ambos tienen expuestas sus obras en el Museo Ingres, aunque sólo recomendaría su visita para los fanáticos del arte del siglo XIX. En Montauban tenemos otras cosas que ver, como la catedral, imponente pero fría y las plazas, realizadas en ese característico ladrillo rojo que le da un aspecto similar al de Toulouse, la roja.

A primera hora de la tarde volvemos a Toulouse para visitar, esta vez sí, un museo que no podemos perdernos: el Museo de los Agustinos, con colecciones de pintura y escultura desde época altomedieval al siglo XIX. La riqueza de estas colecciones contrasta con su forma de presentación, propia de principios de siglo y que les acerca más al concepto de almacén visitable que al de museo, pero la extraordinaria calidad de sus fondos bien merece pasar por alto esta cuestión.

Una vez que cae la tarde (a las 18:00 h., recordemos, cierran los monumentos franceses) es un momento perfecto para introducirse en el tumulto de gente que abarrota la zona comercial y dirigirse a la plaza del Capitolio, donde el Ayuntamiento preside con su majestuosidad esta zona salpicada de restaurantes y cafeterías. Una recomendación es Florida, una cafetería-restaurante-pub que tiene dos ambientes para distintos públicos y momentos. La planta baja se decora en un estilo decadente que le da un toque especialmente agradable para mantener una conversación tranquila. La planta alta está decorada con motivos de la India y es más apropiada para tomar una copa por la noche, sobre todo, durante el fin de semana, ya que es uno de los lugares preferidos por los jóvenes en Toulouse.

Día 5: Toulouse- Albi- Cordes

Si en días anteriores veíamos los mejores ejemplos de arte altomedieval de la zona, este día lo dedicaremos al arte gótico en sus representaciones más interesantes: los Jacobinos de Toulouse y la catedral de Albi como monumentos punteros. El monasterio de los Jacobinos se sitúa en el centro de Toulouse, junto al Capitolio. En su construcción destaca la imponente torre (que sigue el modelo de St-Sernin) y la iglesia, que se divide en dos naves separadas con un hilera de columnas que sustenta una gran bóveda de palmera. En esta iglesia se conservan los restos de Sto. Tomás de Aquino bajo el altar mayor.

Tras esta visita en la que hay que incluir el claustro y la sacristía, emprenderemos la ruta a Albi, localidad situada a setenta kilómetros de Toulouse en un trayecto muy cómodo por autopista. Albi tiene muchos encantos, sobre todo en las viviendas que que bordean el centro marcado por la catedral y el palacio de la Berbie. Una primera vista panorámica de la ciudad debe realizarse desde la orilla opuesta a la catedral, donde gozaremos de la vista inmejorable de todo el casco monumental. Tras esa parada, es aconsejable darse una vuelta por las calles cercanas a la catedral, donde podremos encontrar edificios de entramado de madera y ladrillo rojo característicos de la ciudad. La catedral se presenta como una fortificación en lo alto de un pequeño cerro. Este carácter se debe a su erección tras el aplastamiento de la herejía albingense, que tuvo su centro en esta ciudad. La gran catedral es muy sobria al exterior, a excepción del suntuoso baldaquino flamígero de la portada, que recibe a los visitantes con su particular estilo escultórico propio de la escuela que floreció en esta ciudad en épocas ya cercanas al renacimiento. El interior es grandioso, destacando el coro y la zona del altar mayor.

Junto a la catedral está el Palais de la Berbie, actual sede del museo dedicado a Toulouse- Lautrec, natural de Albi. Este palacio se realiza siguiendo las formas de la catedral, y presenta una colección con algunas de las obras más importantes del pintor, a las que se añade una interesantísima colección de pinturas desde finales del XIX a las vanguardias históricas. El tercer punto que hay que visitar son los restos de la iglesia de St-Saveur, cuyo claustro historiado, curiosamente. Hoy es el portal de una comunidad de vecinos. Albi ofrece una excelente variedad de restaurantes para comer bien y a bajo precio. Quizás lo mejor sea no alejarnos del centro, donde encontraremos varios lugares que pueden interesarnos.

A treinta kilómetros de Albi se encuentra Cordes-sur-Ciel (Cordes sobr el cielo). El nombre ya es lo suficientemente significativo: se encuentra enclavada en un monte al que cubre con su arquitectura tradicional de piedra. Lo mejor para subir es coger la navette o microbús gratuito que sube hasta el centro, donde, por señalar algunos puntos de interés, podremos ver el grand puits (pozo de más de cien metros de profundidad y que se rodea da multitud de leyendas) y los distintos edificios (casa del alguacil, del halconero, etc) que le confieren el aspecto de una ciudad anclada en el tiempo. Sus piedras bañadas por olas de musgo, la tranquilidad que se respira por sus callejones y la extraordinaria belleza tanto de su trazado urbano como de las vistas del entorno invitan a prolongar la visita varios días; sólo la visita a Cordes podría justificar este viaje.

Al llegar a Toulouse, en nuestra última noche, podemos dar un paseo por la zona de la catedral de St- Étienne y el boulevard de Estrasburgo, donde se encuentran algunos de los locales de moda. No podemos irnos sin tomar algunos de los platos típicos de Francia, como la imprescindible sopa de cebolla y las clásicas fondues y raclettes. Las raclettes son "pequeños" artilugios en los que una resistencia eléctrica calienta poco a poco un queso partido por la mitad. El queso fundido se va apartando y se sirve acompañado por una guarnición. Se trata de un plato muy adecuado para tomar en grupo, con el que se pueden pasar horas de animada conversación regada por vinos de la zona, de extraordinaria calidad.

Día 6: Carcassonne

El sexto día es la última etapa de nuestro viaje, y lo dedicaremos a visitar la ciudad fortificada de Carcassonne, justo antes de volver a nuestra localidad de origen. Carcassonne se nos presenta como una localidad salida de un cuento de hadas, con sus murallas, torres y chapiteles completamente intactos. Esto se debe a la intervención restauradora en el siglo XIX de Viollet-le-Duc, responsable de la reconstrucción excesiva y en ocasiones falsificadora de gran parte de los monumentos medievales franceses. Sin tener esto en cuenta, hay que decir que la atmósfera medieval de Carcassonne es sobrecogedora; sus calles y murallas nos transportan a otra época, sobre todo, si vamos en alguna fiesta medieval, tan frecuentes en la ciudad. Una de estas fiestas se celebran a principios de marzo, la fiesta del cerdo, en la que se realizan recreaciones históricas y se venden productos de la tierra por las calles: patés y vinos del Languedoc. Es un gran momento para realizar las últimas compras, tras haber visitado la basílica de Ste- Nazaire y el Castillo Condal.

Esta ruta es, como decíamos al principio, sólo una de las muchas que esta riquísima región del sur de Francia nos ofrece. Por otra parte, la duración, que hemos propuesto en seis días, puede prolongarse tanto como podamos resistir y cuanto nuestro bolsillo nos permita. Como opción alternativa a los grandes circuitos masificados y como lugar de descubrimiento continuo y sorpresa permanente, este viaje nos presenta una cooperación íntima entre paisajes naturales y monumentales que lo hacen especialmente recomendable para pasar una estupenda semana de vacaciones.