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Edward Hopper: más allá de la figuración
Susana Hermoso-Espinosa García
08/06/2012


A Edward Hopper se le conoce como el pintor del espacio, de la luz y de la soledad. Su pintura muestra un paisaje típicamente estadounidense formado por motivos urbanos, gasolineras, moteles, bares, trenes..., en los que puede intuirse la melancolía, la soledad que caracteriza, según Hopper, al individuo urbano, tan presente en la cultura norteamericana del siglo XX.

Su mirada de la América del siglo XX representa una visión poco complaciente, opuesta a la reflejada por pintores contemporáneos como Norman Rockwell; un pintor costumbrista que reflejó la cara amable de Norteamérica, frente a Hopper que vio el lado oscuro, el drama individual y cotidiano. Con una gran sabiduría pictórica, Hopper supo transmitir sensaciones poéticas del paisaje americano parecidas a las logradas por Chirico con las plazas italianas.

Edward Hopper, Arnold Newman, 1941. Gelatin silver print, 36.7 x 45.2 cm (14 7/16 x 17 13/16 in.). Gift of Nina and Leo Pircher. © Estate of Arnold Newman   Edward Hopper, Night Shadows, 1921, Whitney Museum of American Art, Nueva York  Edward Hopper, New York Office, Museum of Fine Arts, Montgomery, 1962

El concepto aplicado a la pintura de Edward Hopper, american scene painting, refleja muy bien su mundo, donde no hay cabida para la abstracción. Profundizó en algunas tradiciones europeas como los paisajistas románticos ingleses, Turner y Constable, y sin duda fue sensible a otras influencias, como Rembrandt, Degas o Manet. De la pintura impresionista aprendió la trascendencia vital de la luz. De hecho, fue uno de los fundadores de la revista Reality, que se oponía frontalmente al arte abstracto o action painting, consolidado con artistas como Mark Rothko, Jackson Pollock o De Kooning. Siempre se mantuvo dentro de la pintura figurativa. Toda su obra, hasta su muerte, se desarrolló sin apenas variaciones, ajeno a las novedades creativas tanto europeas como americanas.

Su carácter taciturno y sus formas austeras, tuvieron un fuerte reflejo en su obra, que se caracterizó por la simplificada representación de la realidad y por la perfecta captación de la soledad del hombre contemporáneo. En palabras de uno de sus críticos, sus lienzos no son reproducciones de lo visible sino formas de lo liberado. Obras que conducen a la ruptura de la realidad convirtiendo esas telas en verdaderas metáforas del silencio.

Hopper se sentía fascinado por el cine de Hollywood de los años treinta y cuarenta, y esto se deja ver en sus cuadros, ya que los proyectaba como si fuesen un decorado cinematográfico. Logró conferir a sus lienzos la singularidad de algunas imágenes cinematográficas, aún utilizando temas muy comunes, haciendo sus obras evocadoras y universales. Según Elena Pontiggia, Hopper ‘crea’ el silencio como para aislar el instante, el flash que en la película de la existencia cotidiana congela el momento, revelador de significados mucho más profundos.

A nivel técnico, las composiciones espaciales son limpias y claras, la geometría ordena las pinturas de Hopper. Sus cuadros poseen elementos tratados con gran sencillez, con colores planos. Las líneas arquitectónicas son un recurso frecuente utilizado para subrayar la soledad y el desamparo de la figura humana.

Su estilo simple y esquemático fue uno de los que influyó el arte figurativo posterior y en el Pop Art.

Edward Hopper, Estudio para Gas, Whitney Museum of American Art, 1940.  Edward Hopper, Estudio para Gas, Whitney Museum of American Art, 1940. [Detalle]  Edward Hopper, Estudio para Gas, Whitney Museum of American Art, 1940. [Detalle]  Edward Hopper, Estudio para Gas, Whitney Museum of American Art, 1940. [Detalle]  

Gas (Gasolina), pintado en 1940 por un Hopper ya famoso, posee esa soledad tan personal del artista, así como el juego de luces y sombras subrayando el desamparo de sus escasos personajes -en esta obra tan sólo encontramos al encargado de la gasolinera- y que marcaría toda su obra.

Para pintarlo y según contó el propio artista a Lloyd Goodrich, buscó una gasolinera como la que se había imaginado, pero al no encontrarla dibujó una basándose en muchas. Existen once dibujos preparatorios, de los cuales en tan sólo dos aparecen figuras humanas.

El lienzo ostenta varias directrices espaciales paralelas que confluyen en un único punto. Observamos una figura solitaria, con un cierto aire de tristeza, ningún vehículo se detiene en la estación de servicio, un anochecer melancólico y un bosque al otro lado de la solitaria carretera que se muestra oscuro y poco tranquilizador.

La gasolinera se diría que es como el límite que señala el espacio entre la civilización - con los surtidores de un intenso color rojo, la pequeña caseta fuertemente iluminada, y el anuncio de Mobilgas- y la naturaleza que parece amenazar con adueñarse de lo que antes era suyo. La hierba seca al borde de la carretera y la masa de árboles proyectan un enorme desasosiego, como si de una forma inminente se fuesen a cernir sobre la pequeña estación de servicio.

Edward Hopper, Gas, Whitney Museum of American Art, 1940.  Edward Hopper, Gas, Whitney Museum of American Art, 1940. [Detalle]  Edward Hopper, Gas, Whitney Museum of American Art, 1940. [Detalle]  Edward Hopper, Gas, Whitney Museum of American Art, 1940. [Detalle]

La escena parece encerrarse en una impotencia tranquila, resignada, que fluye desde el rostro de la solitaria figura. Aunque Hopper no lo hiciera de forma consciente, lo que reflejó fue un mundo sin salida, una sociedad apacible pero hastiada donde sus habitantes están atrapados.

Esta podría ser una interpretación, aunque también podría decirse lo contrario, es decir, que la gasolinera sería como un avance de la modernidad dentro de la naturaleza. Un zarpazo que invade el espacio natural con los colores vivos del surtidor y la luz de la caseta. Pero en eso consiste las interpretaciones, más halla de los datos objetivos no hay verdades absolutas, sólo sensaciones, sugerencias, el resto le corresponde al observador.

De lo que no hay duda, es de la profunda melancolía que se respira en esta obra, enmarcada magistralmente por el artista estadounidense al captar el ocaso del día. Con un tiempo que transcurre lento y tedioso, y del que se sirve Hopper para susurrarnos al oído que algo va mal.

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DATOS DE LA AUTORA:

Susana Hermoso-Espinosa García (Málaga, España) es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Málaga, y Master en Museología por la Universidad de Granada. Tiene una amplia experiencia profesional en diversas instituciones y empresas culturales. Directora de la Revista Científica de Estudios Histórico Artísticos SUMA. Es fundadora y Directora del portal de Arte y Cultura Homines.com.