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Crítica de arte y prácticas artísticas
Ramón Almela
07/03/2015


La crítica es una de las condiciones esenciales de la Modernidad. El proyecto de lo Moderno impulsaba transformar el mundo a través de la crítica y la subversión. Sin embargo, desde la etapa postmoderna y con el neoliberalismo, la economía y la actitud consumista se situaron en el centro de la sociedad. La experiencia estética se enfocó al espectáculo y sensaciones novedosas potenciando el valor de la cultura como el medio de convergencia del desarrollo humano, debilitándose el debate, la dialéctica y la crítica, quedando neutralizadas en una mera fachada formal de la cultura contemporánea.

 Louis Leroy (1812 - 1885) Caricatura sobre la pintura impresionista en la revista Charivari

Se percibe en el presente del arte plástico contemporáneo una disolución generalizada de la actividad crítica de juicio comprometido sustituido por una actitud benevolente, mientras se elevan voces que, sin fundamentos estructurados, arremeten sin precisión y de manera homogénea contra las realizaciones del arte contemporáneo instigando una vuelta a los valores estéticos del pasado. Son muchos los críticos que, como Avelina Lésper, una de las figuras actuales más notorias en la actividad espectacular de la crítica del grupo Milenio, están provocando polémica con sus ideas extremistas volcadas en los medios periodísticos, televisivos, radiofónicos e internet, que impulsa con visión mercadológica aspirando a una elevada cuota de audiencia basada en la difusión llamativa y espectacular. La crítica seria, formada y profesional observa con desdén sin molestarse en desplegar argumentos contra su opinión, dejando que el espectador abrace esas ideas que, según Avelina Lésper, se basan en el ‘sentido común’ al despreciar una gran parte del arte actual al amparo de instituciones culturales que defienden una visión intolerante y reducida alentando una estrecha mentalidad pictórica de realismo metafórico poético con notorio oficio técnico.

La crítica seria de artes plásticas se diluye desapareciendo de periódicos mientras se atomiza en la diversidad de las publicaciones en internet diseminadas en páginas personales de blogs respaldadas en la libertad de opinión, contrapuestas a las aportaciones en otros espacios de la red dirigidos a la elite artística con interpretaciones complejas y elevadas de teorías herméticas que se lucen en interpretaciones semióticas, psicoanalíticas, o filosóficas. De todas formas, la crítica de arte ha perdido rigor, constancia y juicio siendo un elemento desdeñado aunque utilizado como respaldo en miríadas de catálogos, revistas y libros del mercado de arte enfocados a sustentar la obra artística.

Hoy existen críticos igual que en el pasado donde hubo figuras en la crítica de arte, agoreros de aquel presente artístico que se alzaban en contra de las corrientes nuevas con actitud sarcástica de mirada ingenua, aunque no carente de conocimiento. En la actualidad también estos críticos buscan arrasar de manera simplona y populista la realidad de esta etapa del arte.

 Claude Monet "La estación Saint Lazare" 1877 Claude Monet "Impresión, amanecer" 1872

Así ocurrió en el siglo XIX con el crítico Louis Leroy, hostil con la vanguardia modernista, despreciando a los pintores del Salón Alternativo al Salón Oficial con el título de su reseña ‘La Exhibición de los Impresionistas’ mofándose de la pintura de Claude Monet ‘Impresión, amanecer’ de 1872, nombre con el que después se conocería el ‘Impresionismo’. Del mismo modo, Louis Vausxcelles, ensalzando una escultura renacentista, presentada en el Salón Oficial de 1905 entre las pinturas de los artistas que llamó peyorativamente ‘fieras’ (‘Fauves’) acuñó el término ‘Fauvismo’ que definiría ese movimiento pictórico. De la misma manera, este mismo crítico forjó el nombre del ‘Cubismo’ en 1908 al referirse despectivamente a las obras de George Braque en la galería Kahnweiler como pinturas compuestas de ‘bizarros cubos’, y quien después designaría las obras cubistas en 1911 como ‘infames embadurnaduras’ denominándolas como excentricidades.

Críticos como Royal Cortissoz, quien luchó denodadamente contra el modernismo con sus escritos desde el New York Tribune, se mostraron opuestos al arte que llegaba de París a Nueva York en la exposición de 1913 ridiculizando muchas obras expuestas como la de Marcel Duchamp. Pueden verse recortes de prensa de la época que muestran esa burla sobre el arte en viñetas gráficas. En la década de los 50, John Canaday, crítico de tendencia conservadora del periódico New York Times, batalló contra el Expresionismo Abstracto y el Informalismo tratándolos con sarcasmo y desdén. En 1972, una escultura minimalista de Carl André con 120 ladrillos presentada en la exposición de Tate Gallery fue ridiculizada en el diario británico Daily Mirror como un montón de basura.

Matisse "Mujer con sombrero" 1905  M. Duchamp"Desnudo.escalera" 1912  George Braque"Viaduct at L`Estaque" 1908

  

En reacción al arte actual surgen en el periodismo cultural voces críticas desacreditando al arte contemporáneo como un engañoso arte, afirmándolo como farsa; un arte que carece de inteligencia, capacidad artesanal y singularidad creativa.

Muchos críticos actuales realizan afirmaciones donde con su con su dogmatismo y demagogia barata que no pueden ser contendidos de manera unificada en un debate, pues abordan generalizaciones donde existen al mismo tiempo aciertos y desconocimiento con afirmaciones dispersas y elementales, que habría que contestar con puntuales precisiones; pero nadie lo hace, convirtiéndose sus acciones críticas en una muestra más del síntoma de lo espectacular que domina en los medios de comunicación, el arte y la cultura.

El problema con la opinión de estos críticos es que recurren a algunos argumentos válidos y acertados con los que denuncia ciertos aspectos lamentables del arte contemporáneo y su enseñanza, como la comercialización y la especulación económica del arte, la exaltación de la figura del curador, el museo como exaltación de obra conceptual, el desprecio institucional a la calidad ejecutiva de la obra, y los artistas, oportunistas plegados a las conveniencias del mercado y el mundo del arte, señalando la escasa calidad de realización técnica de los artistas de arte actual, pero sucumben a una percepción simplista englobando las variedades de actitud del arte contemporáneo con indiscriminado descuido, aferrados a valores estéticos predominantes del pasado, abarcando todas las manifestaciones como un solo movimiento sin matizar, atribuyendo a todos los artistas una falta de talento, encaminados al consumo institucional de museos y sustentados en la idea de lo conceptual, afirmando que no aportan nada con la realización de la obra imponiéndose el significado sobre un público ignorante, y que no se le permite cuestionar nada.

  

La crítica Lésper va más allá y, utilizando los mismos argumentos populares, se pone del lado del ciudadano común iletrado que repudia cualquier expresión que le cuestione, o exija más, prefiriendo la mercantilización espectacular de Hollywood, la música blanda o las telenovelas. Así va derivando hacia el menosprecio por toda la creación de artistas desde Duchamp a los actuales como Gabriel Orozco, Teresa Margolles, Santiago Sierra... y con ello arrojando como inservibles todas las aportaciones del arte-objeto, el performance, la instalación, el arte electrónico, el video y otras manifestaciones contemporáneas.

El crítico de arte alemán, Max Nordau, quien calificaba ya en 1892 con su ensayo ‘Entartung’ (Degeneración) a todo el arte moderno de vanguardia como ‘arte degenerado’ arengando contra la decrepitud moral del fin de siglo, agrupó las tendencias artísticas de vanguardia bajo el mismo concepto oponiéndose radicalmente a las expresiones artísticas del momento y ostentando una ideología sobre lo que era arte y lo que no era arte defendiendo una figuración trasnochada que simbolizaba el imperialismo alemán y la limpieza de la raza germana. Esta radicalización acabaría alimentando las ideas políticas, raciales y económicas del canon nacionalsocialista que provocarían el Holocausto y la II Guerra Mundial; primero atacaron el arte y luego siguieron contra el hombre.

La exposición ‘Degenerate Art; the Attack on Modern Art in Nazi Germany, 1937’ en la Neue Gallery de Nueva York, (Con 50 obras destacables de, entre otros, Max Beckmann, George Grosz, Marc Chagall, Ernst Ludwig Kirchner, Paul Klee, Oskar Kokoschka y Emil Nolde...) mostraba una reconstrucción parcial de las 650 piezas que componían la exposición itinerante ‘Entartete Kunst’ (Arte degenerado) que se inició en el verano de 1937 en Munich. Adolf Ziegler, responsable de la ‘Cámara de Artes Visuales del Reich’ dijo en la inauguración: ‘Lo que están viendo son los productos enfermos de la locura, la impertinencia y la falta de talento. Necesitaría varios trenes de carga para limpiar nuestras galerías de esta basura’. Y así fue como una comisión prohibió, catalogó, e incautó más de 16.000 obras que aparecen inventariadas en dos volúmenes mecanografiados que el Museo Victoria & Albert de Londres tiene disponible en internet. Las obras procedían de 32 museos públicos y particulares a quienes arrebataron piezas de unos 1,400 artistas como Picasso, Chagall, Gauguin, Van Gogh, Monet, Braque, Kandinsky, Cézanne, Modigliani, Matisse... argumentando que era un arte procedente del ‘perverso espíritu judío’ o de ‘agitadores bolcheviques’, pretendiendo impedir que se expandiera la locura espiritual entre la población alemana. Muchas obras desaparecieron y otras fueron rescatadas por especuladores que obtuvieron beneficio con su venta en el extranjero. La película Monuments Men habla de ello. Ambientada en la II Guerra Mundial y centrada en la compañía de soldados que formaban la sección de ‘Monumentos, Bellas Artes y Archivos del Ejercito Aliado’ que tenía encomendada la salvaguarda de los tesoros artísticos que el ejército Nazi saqueó como botín de guerra y que aún se están identificando para ser devueltos a sus correspondientes propietarios.

Esto que he descrito no tiene intención de ser mera reseña de una exposición en Nueva York, por más culturalmente significativa que es, sino llamar la atención sobre los paralelismos de actitud dogmática en la crítica extendida a comienzos del siglo XX, con lo que puede constatarse en la opinión crítica de Avelina Lésper quien maneja contra el arte contemporáneo la misma actitud de instigación y ridiculización que fue utilizada por unos u otros críticos, hasta polarizarse en la acción nazi, para desvalorizar todo el arte moderno.

  

  

Una entrada de AGIS en comentarios a la noticia de la exposición en www.20minutos.es resultaba especialmente emblemática por su concordancia con las posturas de Avelina Lésper. Dice textualmente refiriéndose a la actitud nazi de nombrar a todo el arte moderno como ‘arte degenerado’: []desafortunadamente lo metieron todo en el mismo saco bajo la etiqueta de ‘arte degenerado’. Sin embargo, no iban mal encaminados, pues la mayor parte del arte actual ha degenerado a niveles demenciales.... Lo cierto es que la basura sea defendida por un bando o por el contrario sigue siendo basura... son sólo unos ejemplos de cómo ciertos ‘ismos’ del siglo XX dieron pie a un arte degenerado, un ‘arte’ donde tienen cabida psicópatas y sádicos... ‘Artistas’ que se escudan detrás del ‘significado’ de la obra porque no tienen talento ni para hacer una 'o' con un canuto. Un ‘arte’ en el que todo vale porque simplemente lo dice el artista. Y existen numerosos comentarios de esta misma índole extendiéndose como opinión desinformada.

Resulta peligroso dejar sin réplica las afirmaciones emitidas por críticos como Avelina Lésper que van alimentando en la mente popular una condición confusa y ciega como ocurrió en la etapa del Nacional Socialismo alemán del partido Nazi donde la postura ante el arte condensaba una profunda actitud radical de desprecio y enaltecimiento de su idealización, que emergería después con el odio hacia los otros y las consecuencias bélicas; mientras toda esa barbarie estética sucedía, se dejó que ocurriera con los resultados trágicos conocidos.

Así, ahora, ante las afirmaciones grotescas e imprecisas sobre el arte contemporáneo por parte de estos críticos es necesario advertir y poner cauces que equilibren la mentalidad subyugada de la población que se halla fácilmente influenciable al encontrarse el arte contemporáneo lejos de su entorno, tratando que esta actitud de ridiculización del arte actual no ensucie las expresiones de arte contemporáneo que pueden hacer tanto en impulsar la educación y visión crítica incentivando reflexiones y compromisos que restituyan el tejido social y erradique la violencia.



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Para saber más __________________________

DATOS DEL AUTOR:

Ramón Almela (Lorca, Murcia, España, 1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva York, 1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’ en 1992 por ‘World Education Services’. Título de Profesor de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.