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Arte urbano, arte político
Alfredo Rodríguez Iglesias
29/02/2012


‘Las calles son nuestros pinceles, las plazas nuestras paletas’. Esa frase se la atribuye al poeta y dramaturgo georgiano Vladimir Maiakovsky (1893-1930), en el contexto de la Revolución Rusa de 1917. Una frase que nos sirve para empezar a marcar las coordenadas definitorias de la trayectoria de esta sala expositiva, la número 20, incluida dentro del proyecto de comisariado colectivo La Exposición Expandida.

Keith Haring. Nueva York Equipo K2S Jeff Aerosol

En las líneas siguientes voy a tratar el tema del arte urbano en su connotación política, sin entrar en cuestiones acerca del origen de la palabra o de los posibles antecedentes históricos de esta forma de arte eminentemente ciudadano, relacionándolo con el contexto que le da sentido y marco, como es de los muros de la ciudad y como estos acogen una fórmula artística que ha venido a modificar, al menos así lo creo, radicalmente la relación entre arte y vida, entre el arte y el espectador.

Desde el momento en el que los artistas callejeros, dejemos de lado a los gamberros urbanos que esconden tras pretensiones artísticas lo que únicamente es suciedad, se apropian de los espacios públicos están incurriendo de forma deliberada o no, en una actitud política, reforzada aún más cuando utilizan los sprays para dejar impresos mensajes de calado social, mensajes de protesta ante lo establecido o incluso cuando no son más que una suerte de advertencia de que se está entrando en un territorio, en el solar controlado por una banda urbana o por un grupo de población determinado.

  Mural católico en Derry. Irlanda del Norte

La apertura de este artículo con la afirmación de Maiakovsky, ya nos pone en la pista de la importancia tradicional que se ha dado a la calle como vía fundamental para trasladar pensamientos, instrucciones o consignas al resto de conciudadanos. Son muchos los ejemplos que podemos encontrar al respecto empezando por el viejo continente, por uno de los lugares más masacrados por el terrorismo como es Irlanda del Norte.

Allí tanto unionistas como católicos han venido utilizando a lo largo de los años, las paredes de los edificios para levantar pinturas murales de grandes dimensiones con los que recordar a los muertos respectivos, lanzar consignas o dejar mensajes de resistencia o, como había mencionado en el caso de las bandas callejeras, delimitar territorios de tal forma que cualquier ciudadano que pasar por las calles y viera esas pinturas, sabría de forma inmediata si se encontraba en un barrio católico o en uno protestante.

Si por un bando se glorificaba al IRA y se lanzaban mensajes de resistencia, por el otro, la constante aparición de banderas británicas y los nombres de las distintas facciones terroristas protestantes, en una suerte de diálogo sectario que no venía más que a incidir aún más en las diferencias entre ambas comunidades, al mismo tiempo que reforzaban los vínculos internos en el seno de cada una de ellas.

     

   

El periódico Palestine Monitor se hacía eco en un artículo fechado el 8 de marzo del año pasado, de la intención de Anas Maraqa, en ese momento en busca de editor, de publicar un libro titulado History of Palestine Through Graffiti (La historia de Palestina a través del graffiti). Según recoge el periodista anónimo, Maraqa en las calles de las poblaciones palestinas ‘hay un montón de cosas escritas en las calles palestinas, la gente las deja allí, y hablan de cosas que ocurren en Palestina o fuera de ella’.

Señala poco después que durante la primera Intifada ‘los luchadores por la libertad escribían mensajes para estimular a las masas’, y en el año 2006 la contienda política entre Hamas y Fatah también tuvo su traducción en los muros palestinos. Termina diciendo que ‘a través del graffiti puedes saber qué es lo que está ocurriendo aquí. El graffiti es diferente en Hebrón que en Ramallah. En Nablus te puedes encontrar con algo totalmente diferente en el campo o en la ciudad porque cada uno expresa de una forma diferente’.

Faten Rouissi. Túnez Mohamed Fahmy, en el Cairo Foto Ahmed Ali

Más recientemente, la conocida como Primavera árabe ha vuelto a poner de manifiesto la importancia de la pintura mural, de los eslóganes más o menos improvisados, como así ponen de manifiesto los periodistas Anny Shaw y Gareth Harris en The Art Newspaper, por medio de un artículo editado en el último mes del 2011. Artículo en el que en uno de sus párrafos ponen el acento, hablando del caso egipcio, en la importancia que están adquiriendo esos artistas callejeros como ‘agentes del cambio social’ y como artistas procedentes de otros ambientes han empezado a utilizar la calle para difundir su trabajo y darle así una nueva dimensión social y política.

En el caso libio, el derrocado dictador Gadafi fue el principal objeto de las obras con las que los opositores empezaron a cuestionar los métodos despóticos del sátrapa norteafricano, al que identificaron con animales como las ratas o los vampiros.

En Siria se está viviendo en estos momentos una situación de larvada guerra civil, y las pinturas murales están sirviendo, una vez más, como vehículos de crítica a la forma de gobernar de Al-Assad. En este caso la importancia de este tipo de arte se ve aumentada por el hecho, y sigo citando el artículo mencionado anteriormente, de que ‘la revolución empezó en Siria a causa de un mensaje escrito en un muro’. El eslogan decía: ‘El pueblo quiere la caída del régimen’.

Egipto, Libia, Siria y primero Túnez, son ejemplos evidentes del poder que pueden adquirir imágenes y palabras, pero que también hablan de lo efímero de un arte cuyas manifestaciones, al menos las nacidas al calor de un determinado acontecimiento concreto, son efímeras ya que si una vez sirvieron para galvanizar al pueblo, para dotarlo de un sentimiento de pertenencia o de unidad, o para despertar la pasión por la libertad, cuando esas causas objetivas desaparecen pierden intensidad con la misma velocidad con la que se van destiñendo los colores.

    

Eso sin olvidar a un voraz mercado siempre al acecho de oportunidades económicas, y capaz de fagocitar a aquello que una vez nació como una respuesta al sistema. Sin ir más lejos, en el propio Egipto post Tahrir apareció un graffiti que decía: Make tomorrow better: Coca Cola (Haz un mañana mejor: Coca Cola).

Mucho han ido cambiando las cosas desde que en 1967 un estudiante de un instituto de la ciudad de Philadelphia, Cornbread, hizo el que se considera el primer graffiti contemporáneo con la única intención de llamar la atención de un chica, hasta que en los años 80 las galerías de arte empezaran a interesarse por incorporar a estos artistas a su catálogo y la llegada de piezas incluso a las salas de subasta por las que se han llegado a pagar miles de euros.

Cierro con una cita del grafitero Banksy extraída de su libro Wall and Piece (2006): ‘Imagina una ciudad en la que el graffiti no fuera ilegal, una ciudad en la que todo el mundo pudiera dibujar donde quisiera. Donde cada calle estuviera decorada con un millón de colores y pequeñas frases. Donde esperar el autobús nunca más fuera aburrido. Una ciudad que fuera como una fiesta a la que todo el mundo estuviera invitado y no solo los agentes del estado o los barones de los grandes negocios. Imagina una ciudad así y deja de apoyarte contra la pared. Está recién pintada’

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DATOS DEL AUTOR:

Licenciado en Geografía e Historia, especialidad en Historia del Arte, además de Especialista Universitario en Gestión Cultural y master en Dirección de Comunicación y Nuevas Tecnologías. Todo ello por la Universidad de Oviedo. Trabaja como periodista. Autor del blog lavidanoimitaalarte.blogspot.com, además de publicar artículos en la sección de música de la revista digital alenarte.