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'Apocalypse'
Borja Martín-Andino
17/12/2004


'Ut pictura poesis'

En Barcelona, el mes de noviembre no es tan frío como en otras ciudades de España y sin embargo, las hojas de sus árboles también caen. El Centre de Cultura Contemporània de la ciudad fue garante, durante ese mes, de mostrar aquel mensaje que enviaran, dentro de una botella y desde la capital del mundo, el escritor William S. Burroughs y el pintor Keith Haring. Y allí me planto, literalmente conducido ante el evento por las escaleras mecánicas del edificio, agazapados los artistas.

Al coronar la tercera planta comienzan las imágenes. Se trata de un entremés audiovisual previo al banquete, un clip de video con sonido de treinta y nueve minutos, 'Apocalypse' homónimo al de la exposición, realizado por el Equipo Moral. En él se da un solapamiento de imágenes, pretendidamente magulladas, brillantes, hipnóticas. Apenas si se entreven ciudadanos, urbanitas de la década de los cincuenta en su megápolis. La bella aproximación de la sepia a la gamba en el fondo marino… Hay algo que incita a pensar en el enfrentamiento militar y gubernamental pero, ¿acaso he visto algún arma? Será el sonido mecánico de la escalera, que persiste. Después echo un vistazo al cartel informativo y lo comprendo, sobre la pantalla, footages de los vídeos 'La trilogía de la vida', 'Video Burroughs', 'Qué es la parapsicología' y, ahora sí, 'USA Navy'. Será aquel inconsciente colectivo del que Jung nos advirtió. Mor (la mitad del equipo) desarrolla en este video una propuesta de narración con lo antinarrativo, y es que el paraguas de Dadá todavía protege de la lluvia. Y no está mal buscar el anticanon, si no fuera porque no se sale de lo que se pretende evitar. Con todo, collage visual, preparativos para la tormenta que se cierne.

La imagen y la palabra de la mano, cantinela maldita de destrucción. Los artistas médiums, canalizadores y retransmisores de la sombra que se cierne sobre nuestras cabezas. ¿Qué tienen de profético estas imágenes que vieron la luz en 1988, trece años antes de los lamentables atentados del World Trade Center de, precisamente, Nueva York, la ciudad de Haring (y digo la ciudad del pintor)?

'Apocalypse'. Sugerente. Veamos… en 1958, el editor de Olympia Press, Maurice Girodias y Bill Burroughs se conocen en París, donde el escritor había acudido invitado por Allen Ginsberg. El editor hace lo que de él se espera y al año siguiente hace lo propio con la segunda novela de William. 'El almuerzo desnudo' rompe los esquemas y abre la puerta a una nueva manera de comprender el fenómeno literario.

Tengo delante de mí, al escribir este texto, una fotografía en la que posa un sonriente Burroughs, con su brazo derecho sobre el hombro izquierdo de un hombre distante, retraído, casi podría decirse que incluso expectante o, por qué no, atemorizado. ¿Por la cámara, tal vez? ¡No! Se trata de Andy Warhol. Una fotografía tomada en 1980 en el Búnker, nombre con el que se conocía la morada del escritor en Nueva York. Andy retraído y Burroughs sonriente como esopos y menipos velazqueños.

Bill el pistolero, el Kim Carsons de 'El lugar de los caminos muertos'. Girodias publica su 'Almuerzo desnudo', como después, en 1968, publicará el 'Scum Manifesto (Society for Cutting Up Men)' de Valerie Solanas, la única persona que se atrevió a disparar a Andy con un revólver para provocarle su primera muerte. Aquello también fue en Nueva York, pero en 1968, diez años después del alumbramiento editorial del 'Naked Lunch' y del nacimiento de Keith Haring en Kuntztown, Pennsylvania. Andy no teme la cámara, la cámara le ama, como amó a Marylin, como amó a James Dean, héroes de la modernidad por su tan moderna muerte. Lo que teme Warhol es el brazo derecho de Burroughs, ese brazo de pistolero, que segó la vida de su esposa Joan en 1951 con un accidental disparo al emular a Guillermo Tell. A Burroughs le falló una vez la puntería y Valerie Solanas acertó de lleno, pero Andy sobrevivió. Ese brazo, ahora sobre su hombro izquierdo… ¿o será un doble suyo?

'Apocalypse' ve la luz en 1988 en Nueva York, el centro del mundo para Keith Haring. Fruto de la relación entre los dos artistas, que comenzó en 1983 al conocerse en una fiesta en el piso de Victor Bockris, biógrafo de las estrellas de la subcultura underground en la década de los 70 y 80 en Manhattan. A esas alturas Haring ya había sido seducido por la literatura del pope Burroughs y de otros de los integrantes de la denominada generación beat norteamericana. El día 11 de enero de 1979, al poco tiempo de mudarse a la ciudad de los rascacielos, Haring escribe en su diario: 'La influencia más importante, aunque no la única, ha sido la de William S. Burrouhgs. La profundidad de su pensamiento, que he descubierto en los programas de radio sobre las actividades de la Nova Convention y en el libro 'La tercera mente', de Burroughs y Brion Gysin, que he empezado a leer hace poco, me está ayudando a definir muchos puntos oscuros de mi obra y de mi pensamiento'. En efecto, el pintor asiste a las actividades del congreso, que reúne desde el treinta de noviembre hasta el 2 de diciembre de 1978 a artistas y poetas de la llamada generación beat en el Entermedia Theater de Nueva York. El artista descubre allí esta, para él, nueva literatura, que según sus palabras, le ayudará en lo sucesivo a atar los cabos sueltos que le quedaban entre sus ideas. El testimonio del artista es más que elocuente, una vez más, el uno de septiembre de 1979: 'He recibido una iluminación. He caído en poder de la poesía y la poesía me ha engullido. Yo era (gran rectángulo negro) y cuando la poesía me escupa, cuando me expulse a través de sus intestinos, volveré a ser (rectángulo negro) (…) ese bloque llamado poesía. Empezó con John Giorno y Burroughs, en la Nova Convention de diciembre de 1978.' Haring y su amigo Drew Straw se sienten fascinados por la técnica de 'cut-ups', 'fold-ins' y 'audio cut-ins'. Keith, sobre 'ese bloque llamado poesía': ....Es vender plantas tropicales en Manhattan. Es Manhatttan en verano. Es leer 'El almuerzo desnudo'.

                                    

Tiempo después el escritor también contemplaría algunas de las obras del artista y le producirían una agradable sorpresa. En principio podría creerse que este trabajo conjunto fue resultado del azar, pues fue en 1987 cuando Haring recibió la propuesta de George Mulder, el editor de su obra gráfica, de un proyecto de colaboración con James Baldwin. Ante el retraso ocasionado por el ingreso de este escritor en el hospital, el artista propone seguir con la idea de un proyecto conjunto, pero esta vez con William Seward Burroughs. A esas alturas ya estaba lo suficientemente influido por el autor de 'Yonki', su obra le ayuda a 'entender el proceso intelectual de lo que estoy haciendo'. 'Exterminador' era otro de los libros que justo acababa de leer antes de embarcarse juntos a la isla de Citerea.

Y es que los dos tenían en común demasiadas cosas, por ello no sorprende esta eventual parade amoureuse. Sería sensacionalista quedarse tan sólo en que compartían 'las dos haches', ser heroinómanos y homosexuales. En el terreno del arte, sus expresiones confluían, pues vivían a pie de calle, se nutrían de la vida cotidiana en sus respectivos mundos, de sus emociones y experiencias vividas, en cualquiera de los estados de la consciencia (aunque Burroughs sostuviese que el inconsciente no existía). Haring, ese chico de gafas que llegó en 1978 a Nueva York desde su pueblecito de Pennsylvania, en un momento de pleno renacer artístico de la ciudad, movida a ritmo de punk y new wave, con los graffiteros haciendo arte en la calle y en el metro, tan importantes para él. Y puede decir orgulloso 'pagué mi tributo en la calle, estuve casi cinco años pintando en el metro de Nueva Yor', y haciéndolo con su estilo, que ya había consolidado en el estudio, plagando las paredes de la ciudad de robots, platillos volantes, individuos definidos por pertenecer a la masa… Haring, el creador de su propia iconografía, se identifica con los graffiteros por el color, la influencia del cómic, la actitud de rechazo al sistema y los stablishments de su sociedad, rechazo como el de Burroughs, como el de los beats, dos décadas atrás.

Los beats, como Allen Ginsberg y Jack Kerouac, los que no estaban dispuestos a dejarse meter en el mismo saco que el resto de sus conciudadanos para que su imagen se exportase luego a Europa como el lifestyle de los Estados Unidos de América. No como esos individuos patriotas, heterosexuales y protestantes que tenían todas aquellas cosas que hacían a sus hogares tan diferentes y tan atractivos, como Richard Hamilton, al otro lado del charco, puntualizara en 1956 en su celebérrimo collage, ese mismo que muchos anotan como una de las primeras obras pop. Las drogas como antídoto contra la lobotomización promovida por el Estado, la salida en el desenfreno vital y sin concesiones a los límites. La pasión, al fin y al cabo, aquella pasión de que se jactaban los alumnos de la Escuela de Nueva York en la misma década de los cincuenta; esa que les llevaba por los subterráneos insondables del inconsciente, de la pulsión mágica, al trazar la historia del Expresionismo Abstracto, del que algún crítico dijo que era la primera manifestación de un estilo netamente norteamericano. Pasión que perdieron, con el paso de la primera generación de pintores a la segunda, Y es que la pasión no es transferible, no puede manufacturarse como mercancía, como en ser hereditario tiene una vida limitada, caduca. Eso dijo Clement Greenberg, con aquellas palabras que sonaban a condena y peso difícil de levantar, 'han perdido esa cosa…'. Pollock también había 'perdido esa cosa', pero ¿era necesario que se estrellara con su automóvil el diez de agosto de 1956?

A su vez, la pasión de los expresionistas abstractos no podía sostenerse tan sólo con aquella herencia del automatismo que el grupo surrealista les legara. Y Haring, un artista de la posmodernidad, un hijo del pop, apela a ese mismo automatismo a la hora de dar cuenta sobre como crea sus obras, sin plan previo, sin boceto, como las aztecas, los esquimales, los africanos, los indios de Norteamérica. También Pollock quería pintar como estos últimos, sobre la arena. Y es que a Keith le gustaba mucho su pintura.

Pollock, otro héroe moderno, como Marilyn, como Dean. Distintos al tipo de héroe baudelaireano, héroe de la vida moderna, de a pie, con sus modernas botas. Según Estrella de Diego, el héroe del siglo XX lo es porque llama la atención sobre su muerte con un hecho sensacional, con una muerte como antes habría sido imposible: a bordo de un veloz automóvil, por sobredosis de barbitúricos, víctima de un magnicidio durante un desfile público retransmitido por televisión a todo el país en directo… la muerte del héroe contemporáneo no puede ser anónima, debe destacar por la novedad en la manera de tomarla. Y el sida, la nueva plaga mundial, se llevó por delante la vida de Haring en 1990, una enfermedad nueva, moderna.

En las paredes de la tercera planta del CCCB el Apocalipsis se desglosa en diez serigrafías escoltadas por los textos de Burroughs, armados hasta los dientes. Reiterativos, insistentes, descoyuntados; párrafos de frases solapadas e imbricadas con precisión quirúrgica, porque están fabricados literalmente con las manos, y estas sujetan al mismo tiempo el bisturí, que no está comprendido en la etimología de la palabra. El fin del mundo conocido acontece delante de nuestros ojos y ante el desastre fatal la única esperanza de redención pasa por el arte. 'Camiones cisterna salpican pintura, pintores proscritos armados con pistolas de pintura pintan todo y a todos a su alrededor. Los Artistas supervivientes con latas de pintura amarradas a sus espaldas, granadas en sus cinturones pintan cualquier cosa o persona a su alcance', leemos en uno de los textos de la exposición. Brilla tenuemente el eco de aquellas ideas fatalistas de enfrentamiento armado que los expresionistas alemanes de la década de 1910 acuñaran en el Almanaque de Der Blaue Reiter. La Gran Guerra, el verdadero comienzo del siglo XX. La Primera, aquella que en realidad nadie sabía por qué tenía lugar, aunque a media voz toda la población susurraba y centraba sus miradas, con dedo acusador: 'los artistas, la guerra la empezaron los artistas…' porque, qué fue la primera guerra mundial sino el enfrentamiento entre dos formas de comprender el mundo, el choque entre el carácter fraguado en la brumosa neblina nórdica, el Geist, y la concepción apolínea y luminosa del mundo, del esprit francés.

La 'segunda visión' de Franz Marc, título alternativo de sus '100 aforismos': el arte saldrá favorecido tras la contienda; así escribió en 1914 que 'mediante la gran guerra hallará su final, con otras muchas cosas, el pseudoarte que inmerecidamente se ha colado en nuestro siglo XX'. Marinetti, el libertador de las palabras, está incitando a sus acólitos a la 'higiene total' de la guerra, en Italia. Y Adolf Hitler expulsado de una escuela de arte, con un amenazante 'volveré' entre sus labios, al tiempo que se subía a las mesas de las tabernas y hacía sus pinitos como líder. Inevitable es, pues, contemplar 'Apocalipsis' como lo que es, como visión profética, adivinatoria, como segunda visión, aquella que se superpone a la visión real y bajo la cual se tiene la posibilidad de ver más allá del momento. Burroughs y Haring iluminados y en trance nos advierten de un futuro próximo inminente, más actual que nunca.

En la muestra, las imágenes son repetitivas, martillean, se aliteran, se montan, se van y vuelven. El ser humano está enfermo, una figura constante es el espermatozoide con dos cuernos, marcado con una equis, la de la enfermedad, es el virus endógeno cuya transmisión no puede evitarse. 'El lenguaje es un virus del espacio exterior'. Los medios de comunicación son peligrosos. La tecnología ha deshumanizado al hombre, la pintura agita y remueve, es la pintura la que aflora a la superficie en un torrente imparable, es la explosión volcánica, violenta como la eyaculación, lo fálico se extiende por todos los rincones, falos son las chimeneas, los rascacielos, es la pulsión sexual de los artistas, sus ganas al mismo tiempo de llegar a todos los rincones del orbe mundial, ya sentenciado, avocado al final, como el vagón en su vía, cada vez más rápido, de la cual no puede separarse, so pena de descarrilar y precipitarse fuera de la galaxia, 'el planeta está soltando amarras, se precipita en el espacio y derrama ciudades, montañas y mares en el Vacío, girando cada vez más rápido mientras los días y las noches centellean como estaciones de metro...'.

Un grito estridente para llamar la atención. El fin del mundo actual mediante un Apocalipsis pictórico revolucionario, un nuevo orden mundial bajo la batuta del arte. La recreación de un futuro incierto y no muy lejano. Pan, dios del pánico, terror de los bosques y montes de la Grecia clásica, todos a cubierto si escuchan resonar su flauta, miembros transformados de Siringe como cañas en su boca, soplar, soplar y crear una música que espante… Pan es el vigor sexual, el apetito desmedido por la carne, y eso a las jóvenes y graciosas griegas les atemorizaba, temblaban, como a todos el castañetear de dientes nos será imperdonable al escuchar, sucesivamente, las tres últimas trompetas angélicas, escribió el evangelista durante su éxtasis en Patmos… Pan, el todo. Y es que Dios está en una y todas las partes, nos contaron de pequeños en la iglesia.

1988, la tensión nerviosa inherente a todo proceso de milenarismo. Una imagen insistente, redoblante, es la del dragón, el mal y también la boca del infierno. Y un rascacielos descascarilla el cielo, haciendo literalmente lo que de ese compuesto de palabras se espera. El rascacielos es el falo, es el símbolo del gran pene del artista. Bill y Keith vivieron sin represión, de manera abierta, su sexualidad. El artista suele tener boca grande, procura expresar su verdad sin tapujos, boca grande, como grandes eran las two balls de las que presumían los artistas de la escuela de Nueva York, léase Jackson Pollock y secuaces, en sus reuniones del Cedar Bar. El expresionismo abstracto, esa pintura para la que debían tenerse two balls, a las que Jasper Johns, otro artista norteamericano homosexual, sólo les encontrara utilidad como un elemento más en algunos de sus cuadros, para poner a esos chicos arrogantes en entredicho.

El cielo y el infierno dentro de uno mismo cabe. No hay una carga moral en las obras, no es la conducta humana lo que se condena. Es la esencia del hombre mismo la que a ello conduce, el mal endógeno, el virus. La acción se centra en un entorno urbanita, desarrollado, el escenario es el actual, al que nos venimos encaminando con el establecimiento de la sociedad capitalista. Sociedad que produce unos males endémicos. El sistema, voraz, con sus grandes fauces abiertas, desea hincarle el diente a todo lo que se le pone por delante; es jugoso, es cierto. El Apocalipsis llega en el mismo día en que el capitalismo se engulle a sí mismo. Las ideas que rezuman estos textos y serigrafías tienen más valor que nunca, en unos momentos en que el sistema ya se ha atrevido hasta a fagocitar las ideas de los otros posibles.

No puedo evitar hablar sobre un televisor que pasa un clip de imágenes dentro de la exposición, un añadido, no sé si idea del comisario de la muestra, Mario Martín Pareja. Emite un desfile de moda. 'Beat' fue el leitmotiv con el que Locking Shocking hizo desfilar a sus modelos sobre la pasarela Cibeles en la edición de este año. Observo en el televisor como las estilizadas modelos pasean impasibles los objetos del deseo, vestimentas inspiradas en, según parece, la figura y el ambiente de Burroughs. Y es que su rostro preside la pasarela, al fondo, con la mirada perdida, sin saber que se ha convertido en un icono más, que él mismo ha sido también fagocitado por aquello que denunciaba. Un icono maldito asimilado por lo chic y lo cool. Si Andy siguiese vivo, le habría incorporado a su panteón de celebridades pop con su pertinente retrato seriado, para captar su tan famosa aura… En una cartela al lado del televisor leo el argumento de los diseñadores del desfile, apelan al concepto de 'orden', en el que no se involucran, razón que les permite decir que 'creemos en el error y en invertir ideas preestablecidas. Esto nos permite distanciarnos de una mayor uniformidad del pensamiento y de formas. Desorden de estructuras, mezcla de tejidos, intercambio de colores, quiebra de volúmenes, la imagen de Burroughs presidiendo el encuentro de diferentes elementos. Accesorios por error: lisos, cuadros, pelo, metálico.' Ahí dentro suena música punk, reconozco a PIL y a los kráuticos Neu! No sé. Quizá se trate de extender la imagen de Burroughs entre la mayor cantidad de gente posible para que así todo el mundo lea sus obras y se derroque la conspiración fatal del sistema… o quizá, no. Quién sabe.

A la derecha otro televisor. Pasan un documental con una entrevista a Haring. Más allá, otro, enel que reconozco la voz engolada, inconfundible, de Burroughs. Si no me equivoco, ese video debe ser 'Comissioner of sewers'. Haring, 'Diarios', primero de septiembre de 1979: '....es en pincipio una semilla en un jardín el gran bloque que llamamos poesía'. El toque final a la exposición lo pone de nuevo el Equipo Moral con otro footage de videos, nombrado 'Alucignosis', otros treinta y nueve minutos, misma duración que el de la entrada, para dejar claro al espectador que 'la idea de la vida como sueño es tan antigua como la idea de civilización', mediante el montaje de los videos 'BMW protección natural' 'AMWAY video' y 'UFOs' de Carl Sagan. La caza del guepardo. Las veloces avestruces sobre la sabana.

'Apocalypse'. Ejercicio en el cual el vate Burroughs, la bestia, pareciera que ha conseguido ejercer un control mental sobre el cerebro artístico de Haring. ¿Será que encontró, tras múltiples aventuras y peripecias, aquella mítica planta, el yage, que buscó con especial ímpetu en su novela 'Marica' y que le permitía a quien la tomaba ejercer un control mental sobre sus semejantes? La efervescente potencia mental de Burroughs retransmitiendo telepáticamente a Haring, y este a su vez devolviéndole la jugada, grabando a fuego en la suya las palabras Arte, Color, Pintura… Resulta llamativo observar que el corpus operístico de Haring hasta estas serigrafías había sido, en líneas generales, de un aspecto formal agradable, aun con su pertinaz mirada crítica en la mayoría de las ocasiones. Pero no con la violencia contenida que emana en estas serigrafías, en ellas el color surge en zonas aisladas y como plena mancha, el color puro, como es habitual en él, pero desligado del cerco lineal que suele caracterizarle ciñéndolo. Domina la línea, por supuesto, ese trazo limpio y definido, ese trazo grueso, firme y decidido que se desmarca de un fondo pulcramente blanco, inmaculado. Los distintos símbolos pueden ser leídos, pero al saltar de una composición a otra se cargan de múltiples significados.

El pintor emplea también el collage, son varias imágenes repetidas en las distintas secuencias, que saltan de una a otra, como la Gioconda, empleada quizá como el arquetipo de obra de arte, multiplicada por dos flanquea al gran hongo atómico-pictórico de la explosión final, con sus manos cruzadas y la expresión serena… o esa dama en rojo y de perfil, multiplicada también, que en una de las serigrafías posee un cuerpo grotescamente bestial, de cuyo vientre surgen seis pechos para amamantar a un no menos grotesco bebé. La estereotipada ama de casa norteamericana, estilo fifties, tocada con mitra papal, se cierne sobre el bebé mitrado también, perteneciente a esa distinguida casta, coronan lo alto de una pirámide, y el avión interceptado… Repetición y yuxtaposición. No hay principio ni final, no importa que al llegar a la sala de proyecciones la película haya comenzado, no se perderán el principio, tan sólo hay que conectar la mente al bucle, a la cinta de Möbius para resolver el problema de los cinco puntos o subirse a las escaleras mecánicas del CCCB para ser teletransportados ante las puertas del caos. Qué bien habrían quedado las puertas del infierno que Rodin labrara como puertas de la sala de esta exposición, para traspasarlas con aquellas palabras de la Ilíada 'Acheronta movebo'

Burroughs y Haring, profetas, nos advierten: echaos a temblar, el final está próximo. San Juan evangelista estoy seguro de que mira 'Apocalypse' de reojo, desde el cielo.



Índice bibliográfico

- DE DIEGO,Estrella.: Tristísimo Warhol, Editorial Siruela. Madrid, 1999.

- BOCKRIS, Victor.: Con William Burroughs, Editorial Alba. Madrid, 2001.

- Catálogo de la exposición. Editado por el Centro José Saramago. Granada, 2003.


Índice iconográfico

1. Keith Haring, Williams Burroughs y Andy warhol, 1985.

2. La fotografía de Warhol y Burroughs aparece publicada en la biografía que hizo Bocris sobre el escritor y que está indicada en la bibliografía. Es propiedad del autor. Fue realizada en el Búnker, última residencia de Burroughs en Nueva Cork, fechada en 1980.

3. Tres de las nueve serigrafías a color que Haring creó para los textos de Burroughs. Sus medidas son 96,5 x 96,5 cm. Están fechadas en 1988.

4. Williams Burroughs y Brion Gysin, páginas de ?Black Scrapbook ', c. 1963-64.

5. Keith Haring pintando en el metro de Nueva York, 1983.

6. Jackson Pollock (1912-1956) trabajando en su estudip en 1950.

7. Keith Haring en plena creación artística.